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Eliana Suárez / Poemas

¿Cuál es el espejo en el que me miro?

Insomnio cruel, hilo de seda.
Al levante,
he perdido la brecha entre Helena y Némesis.
Un río se abrió dentro de mi cueva
y destiló, cálido, las parcas del amor.
Temblé el frío de la incertidumbre,
blandí la espada, magnífica,
atravesada por misterios ancestrales.
No quiero, no puedo
irme en el céfiro fresco y suave.
No quiero, no puedo
dejarme llevar  por una barca de ensueños.
Navegar entre cristales rotos 
porque Eco, caprichosa, quiso sellar 
a fuego y sangre
las ignominiosas premisas de Minotauro.
Y ahora, Narciso despojado,
no comprendo el espejo ni sus grietas.
¿Qué maquiavélico plan me privó de la dicha?
Hay alguien, cómplice,
 segando el aire con su mirada.
Un halo de luz le atraviesa las heridas.
“Ahí ya no estarás”, me dice…
Y le creo como creí en el peso de la roca
y en sisíficos esfuerzos .
No quiero, no puedo
ser o no ser porque esa no es la cuestión.
Reflejo de reflejos y luz de luces, 
se hace a la oscuridad y ya no veo.
Caronte, viejo temido, no me busques.
No quiero ser un número en tus sacas.
Eso que me mira cuando observo
sabe que no quiero, no puedo…
Mirarme donde me miro… 
Reflejo de nada.

                               (2013)

Despertares

Un rayo dorado brinda su calidez a la aurora
no habrá réplicas de jornadas
ni ríos idénticos
lamiendo cauces milenarios.

Todo resurge en la huella.
Porque somos
aunque no hayamos sido.
Si no fuera por la quietud de la espera,
el vertiginoso transcurrir
engulliría los instantes más preciados:
los aromas amarilleados del chañar, 
la brisa suave de una estela en la noche,
el inexorable tic-tac acallando pasos,
la tenue lluvia en la dulce pradera,
un mugir discordante que huele a encierro.

Todo resurge en la huella,
menos el olvido,
ese bostezo irónico del alma:
mitad placer, mitad sacrificio.

Todo resurge en la huella:
el tardío regreso a casa,
la percepción de la luz,
la inmersión en los confines del entendimiento
y el ave Fénix del amor.

                                              (2016)

Allá abajo las nubes
y una isla a la espera de un puerto.
Allá abajo, un desierto dorado,
suave mar de arena,
del viento dibujadas olas,
blasfemias de dioses
hartos de lo humano,
mensajes ocultos.
Allá abajo, la nieve es espuma
y la espuma, un misterio.
El río, una herida abierta,
fluctuación de relieves,
sombras, destellos, 
la fuerza.
Allá abajo, un abrazo romperá 
la barrera del miedo.

                                          (2018)

Kairós

Cinco ciclistas segundean la tarde.
No hay rutas señaladas
sólo el fuego del velódromo
azorado por el viento.
A veces, uno se detiene.
Huele a huida 
errante de viajeros.
Cinco ciclistas dan marcha atrás
al tiempo como alocadas manecillas.
A veces, unos se detiene
y le gana al devenir,
ese retraso ausente
del sin sentido.
Cinco ciclistas marcan el tiempo.
A veces uno,
atravesando el corazón de las horas,
 apura a la vida
y, por un instante, es Dios…
De poniente a poniente
caen la noche y el día.
Cinco ciclistas dan marcha atrás
pero jamás recobrarán
la llave que custodia
el intangible vacío de la eternidad.

                                          (2018)

Todo el día helada
de dentro hacia afuera.
Helada, extrañándote.
Sólo tu voz metálica
que a mi cuerpo
 nada sirve.
Me quema el frío
viento gélido del sur.
Me quema el tiempo,
Crono del amor,
y estoy helada
y tengo frío.
El día es noche
y la muerte, expiación.

                            (2019)

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