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El Reich cocalero

Ilusos los patanes, dictadores, seudo intelectuales, tristes poetas, seductores con bastón de mando en mano, que creen tener la historia hincada ante ellos, y ellos con la bragueta bajada. Ilusos, perversos y desgraciados. La historia muerde, y extirpará de raíz los falsos miembros crecidos al arbitrio del desmán y el latrocinio. Luego eunucos, aunque de espíritu ya son, y algunos de razón y acto…

¿Por qué tanto énfasis en la sexualidad, preguntan? Porque la violencia sexual, que la ejercen a gusto los masistas, es la mayor expresión del dominio y el abuso. El cocalero mayor, pedófilo malentretenido, tendrá que pagar con su cuerpo los delitos cometidos. El fin de Muammar Qadafi, otro monstruo similar a este, que lloró cuando la escoba le quitaba lo que él y los suyos se acostumbraron a quitar a otros a la fuerza. Que los islamistas lo hicieran, no importa. Nunca faltan jueces y menos verdugos, aparecen y desaparecen en el albor de la explosión. Empujan el carromato hacia la guillotina, chillan, enloquecen, se divierten, entretienen. Da gusto especial ver caer a los eternos, sabor especial mancillarlos, placer intenso afinarles la cuerda en la garganta. Común cobardía del ser humano que duerme allí donde menos se espera y despierta en segundos para cobrar las deudas que la historia señala. Cocaína escondida en criaderos de chanchos de famosos músicos en Chimoré; aviones rusos; acento venezolano; capos calabreses… nada detiene el paso cansino y feroz de la historia. Ni las baladas viles de los folkloristas, ni los nativos de la Gomorra italiana que han comprado la nación.

¿Qué pasará, qué pasará?, preguntan. Lo que está predispuesto. El triunfo del crimen, la farra, la culeadera cocalera, el infierno, los linchadores con pequeños penes erectos y sangrantes, la Bolivia del siglo XXI, o XXII será porque parece que Midas piensa que va a vivir 200. Hasta que el tiempo y sus secuaces de ocasión decidan que es hora de acuartelarlos y prenderles fuego. No exageres, oigo decir.

Tucholsky anunciaba lo que traían los nazis y no le creyeron. “Nadie es capaz de cosas así”, decían hasta los judíos. De esas y peores. Y no cambiará. Incluso cuando el cocalero sea devorado por los chanchos del narco en Chimoré, otros lo suplantarán y harán lo mismo. Entonces de qué vale cambiar las cosas. Lo que nos separa de las bestias es la esperanza. Libia está en el despeñadero, también Iraq, pero no es mejor la calma y brutal paz saudí. Saddam Hussein tenía que ser colgado; Qadafi, violado. Su destino estaba marcado. Que algunos lo eluden, cierto, pero al menos el poder ilimitado, el imperio de mil años, es una cosa que no conseguirán ni Evo Morales ni los Lineritas que le lamen las andinas moradas nalgas con asco e interés.

Hay venezolanos por todo lado. Se fueron, lo entiendo. Quizá es difícil, pero habría que intentarlo, enfrentar al tirano. Si un soldado o un agente brutaliza a la población, esta tiene derecho de atraparlo en la noche y ejecutarlo. Si se lo hace discreta y eficientemente, el terror llegará también al antro criminal. Uno por uno, uno tras otro, en una matemática fría y certera. De abajo a arriba, sin drama, sin lírica, a la manera irlandesa de Michael Collins. Para eso hay que estar dispuesto a morir, pero sobre todo a matar. El viejo Talión

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