Fernando Andrade Ruiz
No todos quienes están detrás de cámaras, micrófonos y salas de redacción, merecen ser llamados “periodistas”. Hacerlo, desvirtúa un concepto y una misión muy importantes para la sociedad.
El comportamiento de algunos “periodistas” durante los permanentes conflictos políticos que vive Bolivia, es clara muestra de cómo puede ser deformada una profesión de tan alta responsabilidad y compromiso moral con la ciudadanía.
Partamos de algunos conceptos (“operacionales”, los llama la academia). “Periodismo”, de manera simple y directa, es la actividad profesional encargada de proveer a la sociedad de la información que necesita para la vida en común de sus miembros. “Periodistas” son quienes se dedican a esa profesión. Se los podría llamar, quizá de manera más clara, “informadores públicos”, lo que delimita muy bien su campo de acción: sólo informar sobre asuntos de necesidad e interés general.
Que sea una “profesión” significa que se trata de un campo de actividad que requiere de cultivo intelectual, conocimientos y procedimientos especializados, conseguidos mediante formación teórica y práctica específica, generalmente a cargo de universidades. Es decir que, idealmente, la capacitación previa y constante, debe ser un requisito.
“Información” es “dar a conocer” un hecho, acontecimiento, situación, evidencia, “algo que ha sucedido”; su referente es la “realidad”, concepto ambiguo, pero útil en cuanto excluye a la imaginación, a lo posible, lo ficticio, lo inexistente. En tal sentido, la información “debe tratar” de reflejar la “realidad” de manera “objetiva”, es decir, sin alteraciones “subjetivas” (algo, ciertamente, inaccesible para el ser humano, de ahí el énfasis en “tratar de”, lo que demanda honestidad, transparencia, ética).
Sin información, la con-vivencia entre los miembros de la sociedad sería inviable. Por eso que ella se convierte en necesidad ineludible para la interacción individuo-comunidad y de ahí que, actualmente, es considerada un “derecho” que forma parte del “Derecho Humano a la Comunicación”.
Toda persona necesita información de lo que sucede en su entorno para adoptar decisiones y participar socialmente. La información es materia prima, insumo indispensable para el desarrollo individual, social, político, económico, cultural, etc.
Ante tal importancia, es grande el daño que pueden ocasionar informaciones sesgadas, deformadas, interesadas, no verídicas, por lo tanto, incompatibles con el concepto de periodismo.
De ahí que, durante los años de estudio de esta profesión, se llevan materias relacionadas a su fundamentación filosófica-teórica; sus características formales, sus técnicas de recolección, procesamiento, difusión, investigación; sus dimensiones e influencias en el amplio espectro del concepto de cultura, sus contextualizaciones sociológicas, políticas, económicas, etc.
Todo ese proceso formativo va acompañado de la reflexión imprescindible en torno a principios y valores que constituyen la dimensión ética de los seres humanos y que se expresa en normas deontológicas, de responsabilidad social, de compromiso moral del periodismo, con todo lo relacionado a la defensa de la verdad, la imparcialidad, el interés público, la honradez, la vigilancia del poder, en definitiva el servicio a la ciudadanía y a los derechos de ésta, cuyo referente actual constituye la Declaración Universal de los Derechos Humanos, piedra angular de la aspiración democrática.
No es lo que se ve en buena parte de la práctica periodística en Bolivia, extendida también a las redes digitales. Aunque traten engañosamente de ocultarlo (señal de que se dan cuenta de su mal proceder) no es difícil para el ciudadano mínimamente crítico, identificar a esos “periodistas” que, por debajo, se nota claramente que tienen compromisos (o vínculos concretos) de carácter político, económico o de cualquier otra índole, lo que es excluyente de la profesión que dicen ejercer.
El cimiento ético-moral, tan fundamental para la práctica auténtica de esta profesión, no tiene cabida en tal deleznable comportamiento. La ética-moral es esencial, como semilla, fundamento, punto de partida y referente cotidiano en el servicio informativo que se ha de brindar a la ciudadanía, lo que constituye una verdadera misión, un “apostolado”, como alguna vez lo calificó el comunicólogo boliviano Luis Ramiro Beltrán.
Sin que mejoremos nuestro periodismo, inútil pensar en mejorar nuestra democracia.