Maurizio Bagatin
El ser es sentido, historia, historias y algunas cosas más. Ser en el mundo es existencia, y todo lo que existe es mito. El mundo es un mito, una fábula, mythos en nuestra fuerza imaginativa, en nuestra infinita creación. Faust, Edipo, las musas danzando y, luego, las narraciones. Entrar en este devenir de las tragedias griegas, la poesía épica, hasta alcanzar el minimalismo que carcome los hasta los huesos del lenguaje. Sócrates existió: entramos en la República entre campesinos y artesanos, mites soberanos de sus condiciones, rapsodas de un tiempo inmóvil, aedos, poetas y charlatanes, mentirosos o trovadores incansables.
En la lucha permanente contra sí mismo, contra la indigencia moral del hombre moderno, contra todos los dioses y contra el miedo. Pero la realidad son dos solos momentos: el momento en que uno lo vive y el momento infinito en que uno lo recuerda.
En este devenir histórico, se puede interrumpir el tiempo con la revolución, lo que nos quedará como mil construcciones poéticas y fantásticas, en el momento preciso e imperfecto de su realización, sin un después. El Mito queda solamente en la precisión del instante.
Ahora bombardean las nubes con yoduro de plata (“los iones y yoduro de plata disueltos son fungicidas, alguicidas y bactericidas que afectan la microbiota terrestre y acuática”) cuando la ciencia es al servicio del capitalismo más salvaje, de un destino que en algún lado ya está escrito.
Recuerdo el perfume de la excitación de una mujer, el perfume del orgasmo, en aquel instante que tiembla y se serena todo el cuerpo.
Mientras encontramos en cualquier hecho millones de interpretaciones, y la nuestra que el dolor es muy fuerte pero que el amor es más grande.