El masismo en el mejor estilo del viejo socialismo (que hizo de la dialéctica un remedo hegeliano) asume que en las próximas elecciones la ciudadanía debe optar por la derecha o por la izquierda. En la derecha están los ricos y en la izquierda el “movimiento popular”.
No debería extrañarnos que se apele a una simplificación tan burda, hacerlo así de burdo facilita el engaño y la posverdad tan propia del MAS. Es muy importante para un partido en retirada (como el MAS) hacerle creer al ciudadano de a pie que lo que pase como producto de la contienda electoral de este año, será el resultado de la lucha entre el “movimiento popular” y “la derecha”. Una derecha indefinible porque claramente ya no es la burguesía que se combatía en el siglo pasado, se ha popularizado y ahora es con propiedad una “burguesía popular”.
El obrero actual nada tiene en común con el que constituía el emblema revolucionario de Marx y mucho menos con el burgués clásico. Hoy hay una burguesía que se mueve cómodamente en un capitalismo popular, y hay un “movimiento popular” que añora ser parte de la burguesía chola. Ninguno pretende hacer la revolución, al contrario de solo volcar la mirada sobre lo que dejaron las “revoluciones” en nuestra América Morena se les hace la piel de gallina y de solo pensar en lo que nos dejan los socialistas del MAS nos ponemos a temblar.
La posibilidad de que esas fuerzas se constituyan en elementos explosivos en el horizonte de la “revolución”, tal como la imagina la izquierda ortodoxa encriptada en el masismo, es básicamente nula en la medida en que, “los pobres” que constituyen la esencia de “lo popular” en la concepción marxista clásica ya no existen, tanto como no existe esa burguesía criminal que nos la dibujaban hasta bien entrado el siglo XXI, por ello hoy se habla del “declive de las clases sociales” típicas del capitalismo de los siglos pasados. Con el declive de las clases hicieron crisis las ideologías y con ellas los partidos políticos que fueron sus receptáculos naturales. La conclusión de todo esto es muy simple: los movimientos populares son un artificio ideológico que no tiene asidero en la realidad, de hecho, los que maneja el MAS son en realidad corporaciones prebendales, corruptas y coyunturales.
No es que no haya pobres, los hay y cada vez son más. Tampoco es que no haya ricos (burgueses), también los hay en menos proporción, pero ahí están. Tampoco es que la explotación haya desaparecido, los poderosos siguen explotando a los dominados. El hecho es que los “explotados” de ayer ya no son los portadores de la historia. Han dejado de ser los interlocutores centrales, esos que hacían temblar los Estados hasta finales del siglo XX, hoy están ahí, actúan, se mueven, militan en grupos absolutamente conservadores anclados en el siglo XX o antes, pero su efecto sobre el curso de la historia ya no depende de ellos, ahora el futuro está en manos de otros sujeto, mucho más dinámico, mucho más numerosos y mucho más versátiles frente al desarrollo humano; los ciudadanos. No son de izquierda ni de derecha. No pertenecen a movimientos populares ni a la rancia burguesía nacional; son ciudadanos, cada cual con su propia manera de leer el mundo, sus propias visiones, sus propias costumbres, su propia cultura. Ese ciudadano de a pie está llamado a hacerse de la historia.
Podríamos sintetizar diciendo que, bajo un juicio de mediano y largo alcance, es el “movimiento ciudadano” la clave del futuro y el “movimiento popular” el resabio del pasado.
