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El manifiesto de Santa Cruz

Fuera de donde provengan los actores del evento. No lo sé, ni me interesa. Lo importante del momento es deshacerse de este par de canallas y hacer justicia. Desobediencia civil, sí, y sedición si se necesita. Ello ampara la historia, la vida, la humanidad. Hay que deshierbar para cultivar, organizar para crecer. La malahierba al lado, secándose al sol.

Alejandra Serrate lo dijo bien en el Cabildo de Santa Cruz. Por fin asoman las voces jóvenes, sin la cola de paja, fácilmente incendiable, de los cobardes y corruptos de siempre. Hay que desconocer, declararse rebeldes, defenderse, recordar a Bolívar y a Sucre -como lo mencionó Serrate- Para esto, lo de hoy, mejor nos quedábamos con España. El melgarejismo autóctono, seudo indigenal, tiene que terminar.

Recibo, casi a diario, en la página de Academia.edu, supuestos “estudios” acerca del fenómeno “revolucionario” boliviano. Hay una conjura intelectual, manejada en muchos casos por un estafador argentino en La Paz (en su momento tiene que ser fusilado), que quiere hacer creer que el estupro, el derecho de pernada, el abuso, el trujillismo miserable de los adoradores del falo (por un lado…) son revolución. Sabe bien este “stafador” que tal revolución no existe. Cualquier ladrón hace lo que se está haciendo en el país. No hace falta pensamiento, no se necesitan ideas, para robar. Esos, los intelectuales de lengua con olor a culo, tienen también que pagar. Que la palabra es un arma, y en manos criminales, asesina. Estos son los que encandilan a los cagaleches de la izquierda española, a los culposos gringos bañados en plata que quieren lavar el genocidio que hicieron sus ancestros en América. Esos, y la mesnada de abarca que desea comprar blancura y blasón con dinero narco. Porque no hay, no seamos ingenuos, ninguna defensa de alguna cultura ancestral. Por el contrario, el binomio maldito, incluye a todo este pobre país en un círculo vicioso que quiso exterminar Colombia, que produjo Somalia y tanto más.

Desobediencia civil a la manera de Thoreau mientras se pueda. Gandianos hasta por ahí, aunque la violencia del Mahatma, cubierta con un velo cuasi angelical, era dura e irreductible: puso de rodillas al imperio más grande del mundo. Tal vez el error estuvo en la mística. En eso Alí Jinnah, el fundador de Pakistán, fue más sobrio. La revolución no necesita mística, dioses o religión. Por ese peligroso vericueto se perdió Irán, que comenzó por una lucha por derechos y terminó en una teología sangrienta. La sangre llama a la sangre, por supuesto. Pero la sangre lava.

Lo de la señora Serrate pesa. Hay que salir a la calle. Venezuela, así parezca la rueda sinfín, un día acabará con el chofer y lo colgará de las patas (cuerda larga urge, dados peso y tamaño).

Sugieren que hubo en Santa Cruz un millón de personas. Número con solvencia en tierra despoblada. Pero… Bolivia y la enfermedad colectiva, el síndrome del pongo del que no podemos deshacernos y que caló hondo en la sociedad en todos sus niveles. Por eso se idolatra al gringo, aquí, porque es una reacción enferma ante supuestas superioridades. Y el señor feudal, el que se sienta en la silla de presidente y menea las cerdas de su cabezota inmunda, lo carga consigo también, con la diferencia que tiene inmenso poder y puede jugar al amo siendo otro pongo más.

Veremos si la Chiquitanía fue el hito del fin. Debiera serlo. A construir un circo, si lo es, y poner al masismo recalcitrante dentro, para pasto de jaguares hambrientos. Que la naturaleza se cobrará al estilo romano lo que hicieron los plurinacionales o la mierda que quieran llamarse con Bolivia. Circo máximo, auto de fe.

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