Iván Apaza-Calle
“No hay poema sin accidente, no hay poema que no se abra como una herida, pero también que no sea hiriente”
Jacques Derrida, ¿Qué es poesía?
En otros tiempos eran las correspondencias…, cartas que acercaban a las personas. Una hoja llena de palabras, que transmitían significados, sentimientos y pensamientos. La hoja y el sobre viajaban kilómetros de distancia. La comunicación no era ágil, el destinatario tenía que esperar horas para leer. Así la carta era una “extensión del hombre”, porque se extendía de un territorio a otro y porque la memoria de un ser estaba almacenada en el papel.
Hoy las cosas han cambiado, las personas pueden conocerse, verse y conversar en tiempo inmediato. La rapidez con que llega una idea y un mensaje no tiene comparación. Los escasos enamorados ahora no tienen que esperar una carta. Esa espera se ha eliminado y con ella la distancia.
La correspondencia ha sido sustituida por las conversaciones en el celular. El papel y el lápiz por la página en blanco del computador. Los libros por los Epubs. El amor por la amistad con derecho… Vivimos una época donde parece que uno es ajeno a la vida, donde nada es lo mismo; sin embargo, sentirse ajeno es un hecho para la generación que vivió dos épocas o en ese tránsito, y no así para aquellos nacidos en la era de la galaxia internet.
Quizá el elemento más importante dentro de las transformaciones en la vida humana sea el amor, que ha ido sobreviviendo a diversos cambios sociales en el mundo, por otro lado, tenemos que tomar en cuenta a uno de sus voceros: el poeta, cuya labor desinteresada es expresar lo más profundo del espíritu y sentimiento humano, muchas veces hasta la muerte.
Poeta y amor, son dos palabras que hoy han adquirido la calidad de obsoleto, como si representaran objetos de museo, consiguientemente, en sociedades como la nuestra, es raro, muy raro leer a un poeta que escriba sobre el amor.
Espectáculo, relaciones sociales frágiles, amor líquido, ausencia de culto al libro, rapidez en la comunicación…, y otros aspectos son los que caracterizan a la sociedad actual. Aparentemente no hay vestigio de los cantos de amor del poeta…, pero no nos precipitemos tan rápido, es cierto que la velocidad de la información ofusca el entendimiento, pero en medio de ese cuerpo, como un lunar sobresale a nuestros ojos una verdad: “La inmediatez y velocidad del consumo no dejan espacio a la memoria, la nostalgia y el amor”
¡Desgarrador…!
El título del artículo es “La memoria, la nostalgia y el amor”, el autor, un teólogo, filósofo y poeta. ¿Quién es? ¿Acaso es el nuevo poeta de los sentimientos más sublimes de los seres humanos? ¡Bah! menuda cursilería, dicen algunos cuando leen sus poemas en las redes sociales. Pero no. De hecho son las exageradas opiniones de una legión de victimas del sistema productivo.
Su nombre: Iván Castro Aruzamen. Filósofo que parte de la regla de reflexión de Sócrates, “no hay que examinar quién ha dicho esto o aquello sino si está bien dicho” o si es “verdad” o “falso” el argumento, de ahí deriva su pleno acuerdo con la pluralidad de ideas, porque no existe una “verdad” sino verdades que pugnan. Su formación en la teología no le ha cegado su inquietud por conocer, puede leer sin prejuicios a F. Nietzsche quien ha sentenciado la muerte de Jesucristo, y que según el filósofo no habría que guardar esperanzas en algo inexistente sino en el aquí y en el ahora; en el superhombre.
No es el tipo que incendia libros blasfemos sino aquel que dialoga, que interroga y que lee apasionadamente. Esta cualidad en el poeta y filósofo chuquisaqueño, va más allá, va contra viento y marea; puede que la opinión de la chusma ignara sea contraria a la filosofía del amor, y peor aún, puede que los letrados tengan argumentos sólidos contra lo romántico, pero él sigue sus ideales.
“Secreto inescrutable” (2019) es el libro de poemas de Iván Castro Aruzamen publicado por la editorial Verbo divino. Han pasado meses desde su aparición. Los motivos para la existencia de este libro es su necesidad íntima. En “Poesía y silencio” confiesa: “…, los empecé a escribir por esa necesidad irrenunciable de contarle a una mujer que no pude resistir su mirada o que la amé desde el primer momento sin que ella lo supiera”. En otra parte dice: “Recuerdo que me era muy difícil y hasta quizá imposible decirle a una chica de mi inagotable amor por ella; en pocas palabras, tuve un miedo atroz a hablar. Ahora estoy convencido que esa es la razón de mi escritura y sobre todo, de mi poesía”.
El libro no pesa mucho materialmente, pero cuando uno se sumerge en sus páginas, el peso material ya no tiene sentido, más al contrario, los poemas reunidos en el libro cobran peso, así su valor es único entre los otros libros.
El amor es la esencia de los poemas reunidos en “Secreto inescrutable”; para muchos es un tema que no tiene sentido, otros se preguntarán ¿Quién ama en verdad hoy? ¿Acaso existe aún el amor por el amor? ¿Es una menuda estafa?
Otros acusarán: Muy cursi, muy soso… ¡Mejor el amor líquido!
Se podría decir que, a partir de los estudios sociológicos de Zygmunt Bauman, las relaciones interpersonales no son solidas sino liquidas, consiguientemente, la palabra “amor” ha caído en el baldón. El amor es líquido, frágil y hasta algo vetusto; el sexo light —señala Vargas Llosa en su ensayo “La civilización del espectáculo”— carece de amor, “es el sexo sin amor y sin imaginación, el sexo puramente instintivo y animal”.
En el “Secreto inescrutable”, el poeta aún le escribe al ser amado, aún cree en el amor por el amor, aún cuando no reciba nada de ella…, absolutamente nada. Sus palabras siguen:
“Mi amor es tan luminoso
no espera nada a cambio.
Mis ojos languidecen en la nada
así no hubieras existido ni en sueños;
si entendieras mi amor sin erotismo
yo sé que tu dolor trocaría en alegría
y el otoño amarillo en mi ventana
dibuja tu rostro bajo una hermosa luna”
Solo da amor, solo da y punto. Escribe para demostrar lo que tiene dentro, lo que siente, lo que piensa; así sus poemas cobran vida y solo existen porque ama.
Si observamos con meticulosidad los escritos de Castro Aruzamen, se los puede dividir en varios aspectos, una división sería: el poeta y el filósofo. Hay un Iván que analiza con la frialdad racional el amor, la memoria y la nostalgia, pero también existe el Iván que es impulsado a escribir poemas por los sentimientos al ser amado. En el uno y en el otro respeta sus reglas y sus esencias, sabe muy bien sus diferencias, pues, “donde termina la poesía inicia la filosofía” o viceversa.
En el libro que reúne sus poemas, hay una historia de amor. En la medida que las gotas de agua caen sobre el ventanal, ese amor que siente el poeta chuquisaqueño ha surgido como la flor primaveral, en el inicio aun es secreto, el ser amado no sabe nada de lo que siente; así los meses pasan, las estaciones cambian, así el amor en los poemas de Castro Aruzamen llegan al invierno, y ese amor no soporta el frío intenso de la soledad monacal, porque ese amor era un secreto inescrutable; que antes de nacer llevaba ya una estela de olvido. Así ese amor termina con el silencio frío.
Y como sabemos, no espera nada, su única venganza es el escribir aun cuando el ser amado no las lea, pues lo escrito, escrito está.