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El Hafa, cuadernos y alucinaciones

Maurizio Bagatin

Colgado a la pared el afiche, Naked Lunch, la interzonas adonde el barroco de la escritura lleva la prosa a su majestuosidad. Son Lezama Lima y Nabokov y no son ellos sino el momento de gracias de la palabra, son el haschisch o la heroína, la endorfina en los convulsionados de Delacroix. Beat & be bop, es el saxófono de Charlie Parker. En algunas horas de una tarde es la pureza de la contemplación, el recuerdo de un solo momento.

El viaje se hace real en el estridente llamado de un muecín, en la impenetrable mirada del encantador de serpientes…un espejo sí, caleidoscópico, refractario, un laberinto de visionarios y genios… todos los instrumentos de Brian Jones, el camino de las palabras de Rimbaud…las ambigüedades que nunca fueron sufismo sino el embrollo religioso, sus castraciones, su falta de espiritualidad de un islam instrumental.

El tuareg llama y si tienes un destino también el desierto se convierte en camino… así tan lejos, así tan cerca…adonde la memoria se fusiona al olvido -ceremonia de iniciación o fruto de la experiencia- de una lúcida alucinación, la paradoja. Un Oriente y un Occidente unidos en el sacrificio de Isaac.

El Hafa, ¿un bar, un estado de ánimo o una ilusión? Un dudar de todas las filosofías, siempre las mismas preguntas para San Agustín: la libertad, el tiempo, el ser. Salpica en el aire orgullo y vergüenza, como en las horas robadas a largas noches de borrasca y percatándonos que el gen es algo, pero no es todo, que la experiencia es importante pero que otra tajada la debemos a la suerte. Aprendiendo significados hicimos avances.

El Hafa queda ahí, más allá hay quien lo sueña, ciudades enteras y su gente, desprevenidos y románticos, los saltimbanquis y los juglares de este juego que es la vida. Todos arrodillados frente al dolor y paralizados frente al miedo. Y William, como un Malcolm Lowry en hipnosis o como aquel judío que mientras lee un libro, lo hace con lápiz y papel presentes, para luego escribir un libro mejor al que leyó. Y desde las ventanas, el rock, el aullido de Ginsberg, el inconfundible aroma del rif y un té con menta.

El Hafa, tal vez, el palacio de la sabiduría, adonde en todo inicio hay la eternidad.

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