Yessika María Rengifo Castillo
En las mañanas frías recorrían los recuerdos de nuestra historia en la triste habitación. Las margaritas marchitas, pintaron el adiós. Tantas horas en la ventana, evocaron nuestros cuerpos cansados del placer.
Junto a la chimenea, caliente como como el sol, sentada en el sillón, con sus pechos desnudos, Natalia, blanca como las nubes de unos treinta tres años, llena de estrías, muy silenciosa, de ojos marrones. Contemplo los preservativos que utilizamos en la noche y la mañana; pero como símbolos de desunión. La idea de una vida juntos nunca atormento el corazón. La cama se hallaba desecha, y se veían, los suelos llenos de libros y discos, fragmentos de vida.
Un tipo tan parco como yo, solía hablar poco y pensar mucho. Había pasado los mejores días de hotel al lado de Natalia, pero su vida continuaría en operas y la mía entre lienzos de la carrera séptima que alegraban el alma.
