Alejandro Balcazar Montalvo
Cuando en mayo de este año el magnate de los autos eléctricos Elon Musk afirmó que las criptomonedas causan daño al medio ambiente, dio un golpe de gracia que terminó por generar la caída al vacío de una de las más poderosas, el Bitcoin. Sin embargo, aunque las miradas acusadoras se enfocan en esta criptodivisa, existen otras que evidentemente también generan este gasto de energía.
Se calcula que el negocio de las criptomonedas alcanza un consumo de entre 40 y hasta 445 teravatios por hora (Twh) al año, una cifra que estandarizan en los 130 Twh promedio, esta inmensa cantidad de energía ya viene mostrando señales en el medio ambiente. Se suma el hecho de que grandes países como China hayan prohibido totalmente las transacciones con ellas.
Potentes computadores y complicados algoritmos
Una estimación que para vos y para muchos puede resultar exagerada y hasta increíble, la constituye el hecho de que minar Bitcoins consume más energía que países como Argentina, Finlandia y Suiza, lo cual no es poca cosa. Pero ¿por qué tanto consumo?
Gran parte de esta energía, al menos dos terceras partes, proviene de combustibles fósiles, hidrocarburos que generan a su vez electricidad. Según la Universidad de Cambridge en Inglaterra, el minado de Bitcoin consume el 0,37% de la electricidad a nivel mundial, la potencia de cómputo sobre la cual está basada la tecnología blockchain requiere de un enorme cálculo algorítmico para descifrar cada operación
Una de las más conocidas, la Ethereum, terminó anunciando que implementará un nuevo sistema de minado que reduciría hasta en 99,5% el consumo de energía. Ante esto, los expertos aseguran que ésta podría ser la solución, cambiando el método de minado a una propuesta conocida como proof-of-stake o prueba de participación.
En pocas palabras, invertir en nuevos sistemas para preservar el negocio a largo plazo es la idea de muchas personas.
Ausencia de un marco regulatorio
Mientras haya ausencia de un marco regulatorio y solo algunos países como Bolivia, se nieguen a aprobar el uso cotidiano de las criptomonedas como instrumento fiduciario, lo más probable es que suban los precios de algunas de ellas como ocurrió con el Bitcoin, pero también haya volatilidad como ocurrió en los meses de abril a junio cuando bajó su precio a niveles que pusieron a muchos de cabeza, de 63.000 dólares a 34.000 en pocos días.
Ante todo este panorama algunos apuestan a otras criptomonedas como por ejemplo ADA o cualquiera que se encuentre en etapa de crecimiento como IOTA y Tron, con valores ínfimos en comparación con las más consolidadas y además por su bajo consumo de energía.
Mercado de criptomonedas en Bolivia y sus vecinos
En Sudamérica después de los peruanos, los argentinos son quienes más usan e invierten en criptodivisas. Argentina tiene una moneda devaluada lo cual coloca a las criptomonedas como un refugio financiero para el ciudadano común, pero Perú al igual que Bolivia, poseen monedas hasta ahora estables.
Esto significa que a pesar de las economías mucha gente se aventura e involucra en este mundo por curiosidad, pero también por moda y hasta por sobrevivencia. Todo por encontrar nuevas alternativas de ingresos.
Uno de los principales atractivos es que son mercados descentralizados, no tienen regulación de sistemas bancarios, ni controlados por gobiernos ni bancos centrales y además sus transacciones no requieren el rastreo de datos.
Por ello países como Bolivia, se niegan a aprobar su uso normal bajo pretexto que se presta para la ilegal legitimación de capitales, de operaciones ilegales como el narcotráfico. Hasta ahora el marco regulatorio que viene aplicando el Banco Central de Bolivia se basa precisamente en lo antes expuesto, pero con certeza se aplica la sentencia de que se teme a lo que se desconoce.