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Coca cero y «el vicio más antiguo»

Esta frase leguleyesca, del “vicio más antiguo”, me sirve para profundizar sobre el origen, la semilla y la raíz de nuestra trágica política actual. Dónde se perdió Bolivia y cómo pudiéramos rescatarla.

Pareciera que el vicio más antiguo proviene de una consecuencia de la mal aplicada reforma agraria de 1953 y la declinación del Partido Liberal, esencia de la representación política paceña. Muchos de los prohombres liberales venían de familias productoras de coca en los Yungas paceños y por décadas promovieron y defendieron ese cultivo que les daba fortuna, prestigio social y poder político.

Apellidos como Goitia, Gamarra, Claros, Guachalla, Montes y otros representan ese vínculo tradicional que la reforma agraria destruyó en los Yungas y en el agro altiplánico.

Privada de su representación liberal y por tanto de su defensa económica y política nacional, la coca dejó de ser defendida en foros y acuerdos internacionales que contribuyeron a su progresiva penalización y eventual proscripción con la Ley 1008 de la coalición movi-adenista de 1985. Estocada histórica al viejo liberalismo.

Como si ello no fuera suficiente, el despido de los trabajadores mineros por la quiebra de la minería del estaño, ese mismo año, a quienes el Estado no pudo “relocalizar” como propusimos en el programa de gobierno de ADN, dejó a 30.000 familias obreras prácticamente en el abandono y libradas a su suerte. Muchos emigraron a las ciudades y los más calificados se convirtieron en plomeros, electricistas, taxistas o comerciantes. Pero los “palliris”, mujeres, hombres y niños que trabajaban las “colas” o desecho mineral de los ingenios, quedaron en la miseria.

Ellos, los más pobres entre los pobres, marcharon al clima infernal del Chapare a cultivar y pisar coca, por un ingreso de hambre, pero que les permitía sobrevivir.

A esa gente nuestra, cuyos padres habían sucumbido a la silicosis traída de las minas y acelerada por el clima y la humedad tropical, a esa gente les quitamos la libertad de trabajar y subsistir al comprometer al país a “coca cero” en el gobierno de la coalición adeno-mirista de 1997. Esta fue una estocada mortal para las familias cocaleras.

Al prohibir el cultivo de coca, con la excepción de las 12.000 hectáreas de los     Yungas, pálido triunfo liberal, estábamos convirtiendo a los campesinos pobres y explotados por el narcotráfico, en criminales. En un potencial ejército subversivo a la merced de quien quiera defenderlos. Y empezó la erradicación dura y el surgimiento del movimiento cocalero que potenciaría al MAS. He ahí la madre del cordero; la causa y la culminación del vicio más antiguo del drama político en el que vive Bolivia hoy.

“Coca cero” fue la culminación de ese progresivo abandono de un cultivo tradicional y de una economía legítima que sucumbió ante la presión internacional y un acuerdo político espurio para permitir el ingreso del MIR a la coalición surgida de la elección presidencial de 1997.

Para revertir ese error político que, como se dice, es peor que un crimen, en Bolivia y en el resto del mundo debemos descriminalizar el cultivo de la coca. Sí, legalizarla regulando su producción y pagándosela al campesino productor a precio de mercado hasta “relocalizar” la fuente de sustento de ya cientos de miles de compatriotas secuestrados por el narcotráfico, adoctrinados para la subversión y a merced de una intervención extranjera, mezcla de penetración caribeña y narcotraficantes.

Así, legalizando la producción de la hoja de coca habremos resuelto “el vicio más antiguo” que ha dado lugar a la intervención extranjera mas ruin, disfrazada de un movimiento político popular, aliado del narcotráfico. La legalización le quitará su principal razón de existir. Muerto el perro, adiós las pulgas.

Ronald MacLean Abaroa fue Canciller de la República.

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