No hay justicia en Bolivia, pero sí un búmeran justiciero que está girando de regreso para segar las cabezas de fiscales y jueces corruptos. En su trayectoria está también desbaratando las mentiras de dirigentes del MAS que pensaron que el ardid del “golpe” iba a ser funcional a sus intereses de revancha. Se equivocaron, por mucho que gasten en la maquinara de propaganda.
Los bolivianos conocen, incluidos los masistas, que en 2019 hubo un vacío de poder por abandono de funciones. Saben que Evo Morales instruyó renunciar a las directivas masistas de senadores y diputados para abrir el camino a una sucesión con Añez a la cabeza (circula un video donde él mismo justifica esa argumentación), y que arregló con México su fuga de Bolivia horas antes de que la COB, la Defensoría del Pueblo o los militares sugieran respetuosamente su renuncia. Todos sabemos que su descabellada idea de regresar en hombros, fracasó estrepitosamente.
Aunque los oportunistas que lo rodean le hagan creer que su olfato político se traduce en estrategias astutas, lo cierto es que el máximo dirigente del MAS ha trastabillado de error en error. Desde su asilo voluntario en México, hizo llamadas a Bolivia incitando a la violencia. Una de esas llamadas, en la que ordenaba cercar las ciudades y dejarlas sin alimentos, fue filmada por un hijo de quien la recibió y ha circulado ampliamente como una prueba de que el asalto masista sobre Senkata y Sacaba fue obra del mismo Evo Morales, con el resultado trágico que conocemos.
El “jefazo” quiere cubrir sus errores políticos y trata desesperadamente de librarse de un juicio de responsabilidades que llegará cuando haya democracia. Desde su refugio en la tierra-de-nadie del Chapare ha construido una cortina de humo membretada como “Caso Golpe I” y “Caso Golpe II” para perseguir y encarcelar a quienes no hicieron otra cosa que asumir su responsabilidad en la conducción del país frente al abandono del poder.
Añez es la víctima más visible de esa virulencia judicial que no respeta ninguna norma ni ley, pero también hay muchos otros perseguidos políticos que están en prisión, en el exilio, en clandestinidad o privados de trabajo. Todas las arbitrariedades imaginables se cometen contra estos ciudadanos, vulnerando sus derechos fundamentales.
Es una ironía que los fiscales y jueces que llevan los casos sean personajes de dudosa competencia profesional y ética, casi todos ellos acusados en el pasado de corrupción y prevaricato. Lourdes Zabala, Omar Mejillones, Rudy Terrazas, Harold Jarandilla, Omar Michel, Edwin Blanco y otros que en este momento detentan el poder de juzgar son verdaderos hampones. Basta poner sus nombres en Google para encontrar información que los incrimina: acusaciones, denuncias y procesos que están pendientes todavía porque entre bomberos no se pisan la manguera.
A la cabeza de la podrida pirámide judicial está otro personaje siniestro, el fiscal general Juan Lanchipa, quien ha flotado como corcho durante varios gobiernos, acomodándose a las manipulaciones. A fines de febrero de 2020 Lanchipa recibió en mano propia el resultado del peritaje que expertos de la Fiscalía de Colombia realizaron sobre el audio de Evo Morales incitando a la violencia. El resultado confirmó dos peritajes anteriores: la voz es la del jefe del MAS. ¿Qué hizo Lanchipa? Escondió hasta ahora ese documento que debería servir para poner al cacique del Chapare en el banquillo de los acusados.
En este proceso judicial amañado y corrupto destaca otra aberración notable: nunca se ha citado como testigos a las supuestas “víctimas” del supuesto “golpe”. Ni Morales, ni García Linera, ni otros dirigentes del MAS han declarado ante los jueces. El 4 de julio la ex diputada Lidia Patty, una suerte de muñeco de ventrílocuo, se salió del guión al pedir que se cite como testigos a Adriana Salvatierra (Lady Tractores) y a Susana Rivero (Miss Gravetal), que estuvieron en la reunión de pacificación con la Iglesia católica y la Unión Europea (y varios dirigentes políticos), que permitió una solución constitucional luego de la fuga de Evo Morales.
Los giros inesperados del búmeran están poniendo cada día más nervioso al cacique del Chapare, y mientras más se irrita, más mete la pata. Ni sus asesores ni su bocaza lo ayudan.