La reciente cancelación de matrículas de cuatro aeronaves de Amaszonas, línea aérea boliviana de emprendimiento privado, ha dejado expedito el camino para que una de las peores aerolíneas de América —y quizá del mundo— como es Boliviana de Aviación (BoA), tenga por tiempo indefinido el monopolio de la aeronavegación en el país. Para llegar a esa conclusión, no tomamos en cuenta una o dos líneas aéreas tan pequeñas que no podrían ser rivales de ninguna clase de vehículo.
Sin entrar en detalles jurídicos sobre la competencia de la ATT o el abuso de poder de que el gobierno hizo uso para la cancelación de matrículas de la tal compañía aérea privada, la línea aérea de bandera nacional ha logrado, por interpósito mecanismo muy cuestionable, eliminar cualquier tipo de competencia: BoA; que, antes de su exclusividad en los cielos del país, ya ostentaba un porcentaje por encima del 80 por ciento en el tráfico aéreo de cabotaje.
Por mucho esfuerzo mental que se haga, no hay forma de hallar respuestas coherentes ante la actitud parcializada y de evidente abuso de poder de la ATT en un pleito de la sociedad, privada de su derecho al trabajo, con sus arrendadores de aeronaves, porque si el brazo operativo del gobierno en materia de transportes actuara con ecuanimidad, la línea aérea estatal ya tendría que haber desaparecido hace muchos años. Una línea aérea que casi nunca cumple sus horarios, que últimamente ha sufrido varios percances técnicos, que extravía mascotas, que es incapaz de detectar el transporte de miles de kilos de cocaína, que tiene graves denuncias de robo de pertenencias en el equipaje de sus pasajeros, con asientos tan incómodos como los de los minibuses a los que los paceños estamos obligados a utilizar, con naves tan viejas que en cualquier país más o menos serio serían para deshecho y un servicio de catering apto para pulgas a dieta…, una línea aérea así no puede seguir operando tan impunemente.
Para nadie es desconocido que los gobiernos de la tendencia del nuestro, tienen como objetivo matar la iniciativa privada, como ya ocurrió con varias empresas desde los primeros meses del gobierno de Evo Morales. De todas las que fueron asfixiadas mediante distintos procedimientos y pasadas al dominio estatal, ninguna fue económicamente rentable, como no lo son las creadas por la administración del gobierno central. Ambas son un fracaso financiero.
Pero en el caso de BoA, su funcionamiento deficiente, por donde se lo vea, ha ocasionado que su “competencia” desaparezca en los hechos, empresa que, sin ser una aerolínea de primera ni mucho menos, constituía el contrapeso que toda actividad de servicio requiere para su propio crecimiento. El sitial vergonzante que echa por tierra cualquier estrategia de mercadotecnia o las inútiles campañas publicitarias de BoA, deja en claro que esta empresa estatal deberá encarar un desafiante plan de vuelo para comenzar a insinuar una seriedad empresarial que nunca tuvo. Qué lejos del prestigio que en su mejor momento tuvo el Lloyd Aéreo Boliviano, que se situó entre las mejores compañías aéreas de Latinoamérica y a la que su delicado estado financiero de sus últimos años de existencia, el MAS se encargó de dar el tiro de gracia, para dar paso a una empresa sin ninguna perspectiva empresarial ni de utilidad financiera.
Los problemas que Amaszonas mantiene con su arrendador, no son ni jurídica ni moralmente justificantes como para que el Estado boliviano despoje las matrículas a sus cuatro únicos aviones que aún prestaban servicios de transporte. La permanencia de BoA en el espectro aeronáutico comercial, con el desastroso nivel de servicios que presta y el total desprestigio a que ha llegado, hace vaticinar que, ante la inexistencia de un competidor, ningún despegue de la línea bandera nacional se produzca y los abusos a los usuarios, obligados a recurrir a tan mal servicio, continúen. Todo ante la indiferencia y la ineptitud de las autoridades bajo cuyo cargo se hallan la aerolínea y el país entero.
Augusto Vera Riveros es jurista y escritor