Maurizio Bagatin
Argentina tenia que ser en Europa. Ahí llegaron todos los excéntricos del Viejo Mundo, sino pregúntale a Bruce Chatwin y al «rey de la Araucanía y la Patagonia», el aventurero Orélie Antoine de Tounens.
Matteo Popolano, anarquista y gallero, forajido y casanova, es un italiano de mucho corazón. Anda de pueblo en pueblo, escapándose del progreso y de un rey de Saboya, anda entre el polvo y los maizales, concediéndose un descanso bajo los inmensos plátanos de sombra. Pero Matteo no es Malatesta y los pueblos son solo literatura, en sus nombres y en su soledad, en el silencio de los infinitos espacios y en los detalles que hablan por sí mismo. Pampa y nostalgia. Entonces hay que robar gallinas y furtivas noches de amor a damas abandonadas, hay que olvidarse el pasado y seguir la aventura. Anda Matteo buscando El Rey, su gallo de pelea, como un Dionisio Pinzòn sin su Bernarda Cutiño en El gallo de oro.
Años treinta y Perón no está aún en el poder, el Argentina no es aun Europa; los forajidos y los aventureros no quieren el trabajo duro de la pampa, mejor un huevo cada día y la añoranza hasta llegar a Salina, y ahí dejar las esperanzas y las ilusiones en el mar blanco de la melancolía.
