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Amor con amor se paga

La frase la hizo célebre José Martí a partir de una tragicomedia suya que la compuso inspirado en y para la actriz Concha Padilla, de quien estuvo perdidamente enamorado, titulada Amor con amor se paga. Posteriormente, la expresión se hizo popular en el mundo traduciéndose en nombre de canciones y su uso se extendió a la cultura popular como un refrán empleado casi con exclusividad irónicamente, cuando la actitud indecorosa de las personas merece una conducta equivalente de quien injustamente ha recibido los golpes que no tienen nada que ver con los de la decencia. Hace pocos días escuché la misma expresión de boca del exdirigente sindical Roberto de la Cruz, efectivamente imprimiendo en su tono el sarcasmo que el uso de la “máxima” ha alcanzado, cuando se refería a la prohibición dispuesta por los dirigentes cocaleros del trópico cochabambino para el ingreso del vicepresidente David Choquehuanca.

De mi parte, frente a tal arbitrariedad, le añadiría otra, no tan difundida, pero que, en medio de su connotación humorística, encierra cierta sabiduría. Diría que amor con hambre no dura.

Escuché muchos análisis detrás de la vergonzosa disputa por el poder entre las dos fracciones del MAS, porque en la organización política en la que según sus militantes todo funciona “orgánicamente”, sin siquiera conocer el significado semántico del término, no hay discusión ideológica y ni siquiera existe controversia programática. Lo que se ha generado luego de la fuga de Evo Morales, las elecciones generales y la victoria de Luis Arce Catacora, es una nostalgia por el poder del lado del expresidente y el derecho de aquél que tiene de gobernar prescindiendo de las imposiciones de los radicales, que cada vez van perdiendo terreno. Los estudios de politólogos, en su mayoría, convergen en que los desencuentros, ya muy subidos de tono entre las alas ensoberbecidas por la conducción del proceso, no son más que una puesta en escena cuyo telón caerá cuando sea tiempo de elegir candidatos para el próximo periodo constitucional.  Pero esa es una percepción de media verdad, porque sí, quizá haya reconciliación, pero hoy la sangre llegó al río en el MAS.

De manera que aquellas prácticas de alentar las restricciones que los movimientos sociales decidían para que ciertos políticos no puedan ingresar a determinadas zonas, hoy le toca sufrir al segundo mandatario del país. ¿Pero qué puede alegar ante tal barbaridad que puede ocurrir sólo en Bolivia? Unas semanas antes, el propio Evo Morales fue impedido de llegar a la Asunta en los Yungas de La Paz, donde pretendía dar un taller, pero esta vez por militantes del oficialismo arcista. Total, este país se ha convertido en una selva, donde los excesos en varias esferas —peor tratándose de los que corresponden al derecho constitucional de libre tránsito de todo estante en el país— han llegado a límites inaceptables.

Recuerdo cómo el entonces vicepresidente García Linera, con soberbia y encendidos discursos racistas, exhortaba a expulsar a patadas a los k’aras que se atrevieran a ingresar a algunos lugares del territorio nacional.

Hoy no he escuchado siquiera una voz de protesta del gobierno por la autorización que la segunda autoridad del Estado requiere para circular por el Chapare. Fue, discurseó, pero… algo anda mal en nuestra maltrecha democracia. Lo cierto es que es una  pseudodemocracia en la que desde ambos frentes, es decir desde el oficialismo y desde el paraoficialismo, se desconoce que la persona humana, sin distinción incluso de nacionalidad, tiene el derecho fundamental de desplazarse de dondequiera y adondequiera, siendo un derecho inmanente al hombre mismo, y por ello, preeminente sobre cualquier otro presunto —e ilegal— derecho de posesión colectiva de un territorio por una población, independientemente de contingencias, disputas entre los detentadores del poder y los gobernados, como ocurre en el Chapare. La única circunstancia que justificaría una negativa a algún tipo de incursión, ya sea individual o colectiva, a cualquier confín del territorio, sería si fuera armada, y de gente de fuera. Pero de ahí a desconocer la precariedad y relatividad del derecho a tener un territorio como suyo que posee irregularmente una población altamente politizada, hay un abismo.

Pero en una Bolivia que vive de facto un estado de excepción desde hace varios años, imperan la codicia desmesurada por el poder, el odio y no sé cuantos sentimientos y comportamientos negativos más. Choquehuanca ingresó, pero por el momento, amor con amor se paga porque amor con hambre no dura.

Augusto Vera Riveros es jurista y escritor

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