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Alcides Arguedas: Lo indígena en Raza de bronce

Iván Castro Aruzamen / Inmediacione

Arguedas –más allá de su crítica a la psicología del indio y sus desvaríos, en ese su magnífico ensayo Pueblo enfermo (1913)–, en Raza de bronce, escribe la novela del indio, de esa raza indómita, metálica, cincelada por la agreste naturaleza que le rodea. La tórrida geografía del altiplano, como diría Lezama Lima, ha dejado su impronta en el ser indígena, quizá mucho más que la colonización ibérica.

Para Arguedas la novela y el ensayo son algo así como una larga carta en la que denuncia las condiciones miserables en las que sobrevive el indígena (indio) altiplánico. Otros elementos, sean políticos o económicos, están fuera de la novela. Raza de bronce, es una novela regionalista, seria; una crónica de los días cuando todavía el Estado nacional era un sueño lejano y hasta quizá imposible. Sin duda que esta novela, a pesar de la discordancia del lenguaje, entre personajes y contexto, no deja de sorprender al lector con la incertidumbre, los sinsabores, la tragedia y la aceptación de un destino implacable: la desgracia. Es una novela donde la esperanza aparece constreñida por la fuerza de la naturaleza. Así, por ejemplo, Manuco, mientras es devorado por la torrentera de lodo y piedra, a pesar de los gritos de auxilio para que sus compañeros lo rescaten, se entrega al poder de la naturaleza. La muerte en Arguedas es la máscara de la postergación de los indios. Por esa razón, los tres amigos, que además llevan consigo la comunidad como forma de organización social paralela al Estado, saben que la muerte es compañera inseparable de su recorrido por los valles; por tanto, la conciencia de la finitud del existir frente a fuerzas desconocidas es parte su ser ensimismado y huraño. Quizá el saber que la muerte acecha a cada paso de un territorio que se desconoce, es el único modo de enfrentarse a la vorágine de la selva, más allá de las delicias que ésta ofrece a los extraños a los sunichos venidos del Altiplano, que también traen consigo enseres deseados por los vallunos; este deseo, para Arguedas constituye la necesidad de integrar un territorio como el boliviano, tan ajeno para unos y otros; sólo en el conflicto bélico de la Guerra del Chaco, según Zabaleta, los bolivianos del Altiplano, Oriente, Sur y Norte del país, unidos por el drama de la contienda bélica, alcanzan la conciencia nacional de que habitaban en un mismo territorio.

Agiali, -a pesar de su empeño- Cachapa y Quilco, ante la sombra de la ambigüedad de lo desconocido, no son sino en la perspectiva de Arguedas, las figuras de lo indeciso, temeroso y frágil. La raza que representan, tan fuerte como el metal del diablo, ante lo inesperado se tambalea y sienten que son amenazados quien sabe por qué ocultas fuerzas. Así, en Raza de bronce, la desgracia de la que habla, José Camilo Cela en La familia de Pascual Duarte, aunque el hombre se meta bajo las piedras ésta igual le alcanza, a los personajes de Arguedas los persigue en su descenso a los valles y su peregrinaje por el Altiplano.

La narrativa indigenista de Arguedas, no se mueve en el plano de la exageración o las eventuales y contingentes causas que determinan una moda y/o modo de hacer literatura. El indigenismo presente en Raza de bronce, se debe a una significación mucho más profunda. Baste con observar su consanguineidad íntima con una corriente ideológica muy fuerte en la cultura andina: la resistencia ante el avasallamiento, el pongueaje, la mita, la hacienda y toda forma de explotación foránea. En Raza de bronce, el autor de Pueblo enfermo, intenta traducir un estado de ánimo, un estado de conciencia nueva en la Bolivia de principios del siglo veinte.

El problema del indio, desde el inicios de la vida republicana, estuvo ausente en  la política, la economía y hasta la sociología positivista de América Latina, aunque hoy en día no pasa de ser una moda ideológica; sin embargo, con Arguedas, constatamos que la problemática indígena, sí tuvo sus resonancias y la literatura se hizo eco de ella, lo mismo que el arte, y más  específicamente, la pintura. Si bien la literatura indígena en Bolivia, no alcanzó una vitalidad exuberante, al punto de producir una obra maestra, más allá de sus equívocos, respondió al momento histórico y la necesidad de posesionar el problema del indio en la formación del Estado nacional. Quienes hasta ahora han considerado la obra de Arguedas, como incipiente, oportunista y, sobre todo, racista, se equivocan sobradamente, porque el arte, la literatura, la novela, no responden para ser arte a una sola verdad sino que encierran una diversidad de verdades; por tanto, se equivocan gravísimamente al juzgar como tal la narrativa indigenista de Arguedas.

La denuncia social e identidad del indio, corren paralelas en Raza de bronce. Identidad, sobre todo, determinada por el medio y una cultura como la aymara, que supo resistir soterradamente, en sus cantos, en sus bailes, en sus manifestaciones líricas, la embestida de una cultura logoeurocéntrica como la europea. ¿Toda la identidad del indio está contenida en Raza de bronce? Por supuesto que no. Sólo algunos rasgos de ella. La templanza, la sublevación, la comunidad, la religiosidad, la amistad y el amor. Cuántos otros elementos que hacen al ser indígena, no están en la novela y, por tanto, todavía es una cuestión pendiente en la literatura boliviana.

Iván Castro Aruzamen es Teólogo, filósofo, poeta y escritor

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