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Adiós al cuyabo el dios pájaro

Alejo Zarzycki O.

Quinientos y más años pasaron desde que llegaron los nuevos, quienes tuvieron la labor de conquistar y colonizar con el fuego de arcabuces, un libro que puesto en la oreja no decía nada y un símbolo que representa la victoria sobre el pecado y la muerte a quienes vivían por milenios en la reciente descubierta octava parte de un mundo que aun gira incansablemente. 

Pasaron trescientos y más años desde aquel descubrimiento, en los que la premisa fue servir y enriquecer a soberanos lejanos, hasta que, en algún momento, con el fuego de mosquetes, proclamas, negociaciones y leyes acordadas, la sociedad criolla al mando de uno de varios próceres libertarios, en un grito desesperado reclamó demandando: déjennos tener nuestro propio Medioevo.  

El clamor de aquel pedido fue escuchado pero ignorado en los ámbitos de los diversos intereses por causas que la historia esconde en las mismas historias que se cuentan, porque los que la escriben lo hacen sobre lo que se les cuenta en los diversos idiomas de las otras siete octavas partes de esta esfera habitable, de la que se dice que es la única, y que alternativamente en una mitad navega en un mar negro de noche, mientras que en la otra en un mar celeste de día.

Al paso del corto tiempo aquel prócer libertario que consideraba aun no cumplida su misión, en algún momento tuvo que partir en el tiempo que se podría considerar su madurez en camino a su primer ocaso, partiendo así como todos los próceres y no próceres parten por cualquier causa, así como partió aquel colega suyo, prócer también, que fue emboscado y acribillado con tres fogonazos de pistolete mientras cabalgaba hacia su terruño.

Así se dejaron y se dejan los espacios vacíos del olvido, mientras que el resto del planeta el paso de la historia ignora de las existencias libertarias, aunque si se usa como bandera lo que los próceres dijeron en algún momento con palabras inspiradas.

Y fue así que sucedió con aquel prócer cuando demandaba algo que nadie escuchó: que cesen los partidos y se consolide la unión, porque ya había quedado sólo y enfermo, y en sus últimos suspiros de lucidez póstuma dijo a sus amigos acompañantes: hemos arado en el mar, y cerró los ojos por siempre.

No se dejó que ésta octava parte del planeta ya colonizada tenga su propio Medioevo, tampoco cesaron los partidos, la fragmentación política sucedió, sucede y sucederá, así como fue y es en las otras siete octavas partes del planeta, porque lo que menos puede suceder es la unidad de los mortales, ni aun bajo tierra.

Fue asimismo en el tiempo del descubrimiento y sus avances, que comenzaron los tiempos en que se construyó lo que se quiso construir sobre lo que ya estaba construido, se destruyó lo que estaba construido, piedra sobre piedra por los propios durante milenios, intentando no dejar ninguna piedra sobre otra piedra más que las que se ponían encima, ya que el fin fue que todo lo de antes desaparezca.

Se crearon nuevas ciudades sobre las primeras milenarias que eran de otro estilo, y en los sitios donde existió la exquisitez arquitectónica ya sea cultural, de creencias como viviendas de espíritus supremos y otras de vida cotidiana, para que lo que fue propio se fue cubriendo con nuevas piedras, nuevas cales, nuevos yesos y cementos, nuevas ideas, nuevos estilos y modelos, y todo lo de antes quedó debajo de lo que fue construido encima.

Se escribieron leyendas sobre otras leyendas, creando ciudades perdidas hechas enteramente de oro que nunca se encontraron, se fundió con sangre y fuego el oro artesano que estaba en todas partes, y se lo mandó lejos para satisfacer la codicia de soberanos ajenos, labor que continuó y continúa en todos los tiempos.

Lo propio y los propios cambiaron porque el mundo tenía que ser como querían los otros, llegaron nuevas ideas, se implantaron nuevas creencias, nuevas culturas mezclándolas con otras y la música que se escuchaba y que no era entendida fue cambiada por nuevas músicas, las que aprendieron los propios transformados creyendo que era su propia música, usando nuevos instrumentos.

Pasaron así algo como ciento veinte años de la partida de aquel prócer libertario, y en las ciudades, pueblos y comunidades quedaron los que se transformaron mezclándose con los que llegaron, y en las selvas inhabitables quedaron las gentes propias que no querían tener contacto con las otras gentes, pero a ellos también les llegaría su turno.

Y vinieron quienes ya no eran próceres sino los salvadores de almas, con la misión de encontrar a los que vivían refugiados en las selvas y en las llanuras de islas de bosques cercanas a ellas, para enseñarles a vivir de manera diferente aceptando el sufrimiento, y salvando sus almas después de pasar por este mundo, disfruten de un paraíso desconocido del que nunca nadie volvió para contar como es.

Los salvadores de almas vinieron de lejos, viajaban en aves pequeñas que descendían donde ellos querían descender, impresionando a quienes vivían abajo tal vez para que se crea que los que salían de las aves eran divinidades bajadas del cielo.

Bautizaron a la gente y a los lugares con los nombres de nuevas tribus, aprendieron las lenguas que les eran extrañas, las interpretaron cuando no las entendieron porque no las entendían, escribieron libros en los institutos lingüísticos que eran los encargados lejanos para ello, las leyendas y las palabras divinas fueron escritas con palabras ajenas en las lenguas de los propios, para que estos crean que lo que estaba escrito, era lo que estaba dicho y escrito siempre, y creyeran lo que leyeran aunque no lo lean, porque nunca aprendieron lo que no les servía para su modo de vida.

Si se salvaron almas nunca se sabrá, porque en el fondo no era eso lo que importaba, lo que era importante es que no sean muchos los que defendieran sus selvas, ya que paulatinamente vendrían otros con otros fines, pero aun así quedaron quienes no las abandonarían y no las abandonan.

Se escribió una historia sobre la derrota del dios pájaro asojná, que en el idioma de uno de los muchos pueblos de las selvas es el cuyabo, cuyos ojos rojos como brasas alumbran por las noches y que canta a comienzos del mes de agosto anunciando el inicio de un nuevo año, y no fue esa la historia que se escribió, sino otra en lengua ajena y extraña para que solo sea entendida por los afines a los salvadores de almas, donde se relata diplomáticamente de las crueldades de quienes viven en las selvas y el triunfo de los salvadores de almas sobre ellos.

El fuego que siempre existió vivo e indomable es lo que continúa esta historia, porque fue también domesticado cuando se solucionó el como encenderlo desde que se inventaron los fósforos, para que el fuego que está en reposo o sueño en cada palito, despierte con solo un rasguido para que actúe controlado aunque también para hacerse incontrolable según lo que encuentre en su camino.

Hubieron y hay otras maneras de encender o despertar al fuego, ya sea frotando dos piezas de madera que se calientan y crean una chispita esperanzadora, o con el pedernal chocando una piedra con otra para producir también chispitas, que una vez encendidas como fuego también se guardaba como una bracita viva invaluable, para llevarla de sitio a sitio en la trashumancia de quienes se movían, para revivirlo cuidadosamente soplándola con cuidado y cariño para que despierte y crezca como llamas.

Se dice que el fuego en su acepción positiva simboliza purificación, fecundación, iluminación, protección, calor y símbolo de integración cuando se cuentan historias y fabulas en torno a él; y que en su acepción negativa personifica a la destrucción, la muerte y el daño, relacionándose con la pasión, la ira y la transformación por la destrucción que conlleva.  

Una de las categorías de individuos que se relacionan con el fuego en los aspectos negativos son los incendiarios que actúan con premeditación y planificación basados en la maldad y en la insensatez, son concientes de sus actos, sienten atracción por el fuego y buscan llamar la atención usándolo para que sea incontrolable y para contaminar los ambientes de vida.

Y otra es la de aquellos que creen que juegan con el fuego, quienes son llamados pirómanos que son enfermos mentales en condiciones raras que no buscan beneficiarse en algo, o que busquen venganza, o hacer daño; en ellos intervienen factores psicológicos de inadaptación social, y además les gusta lo que conlleva como esfuerzo el apagar el fuego, como los camiones y los tractores bomberos, las mangueras, los medios de comunicación y todo lo que hace a este quehacer lo que hace que sean considerados pirómanos entusiastas. 

Entre los personajes que intervinieron en la historia usando el fuego para destruir, está Eróstrato, reconocido como el primer pirómano en la historia de la geografía lejana, personaje que simplemente quemó el templo de la diosa Diana o Artemisa para llamar la atención y hacerse famoso, lo que logró con éxito porque hasta ahora se habla y se cuentan historias sobre él.

Siguieron seguramente muchos otros de quienes existen y no existen registros, causantes famosos de una diversidad de incendios que destruyeron sitios de valor incalculable en lo cultural como material, como el incendio de la biblioteca de Alejandría, el incendio de ciudades quemadas como Pompeya destruida por el fuego de un volcán, Sodoma y Gomorra destruidas por fuego y azufre provenientes de la divinidad suprema, y además las ciudades destruidas por el fuego invisible de la radiación atómica que seguramente emana un calor indescriptible; a lo que también se puede incluir al fuego fatuo de los discursos políticos que encienden pasiones que destruyen ánimos y crean discordias.

En lo más cercano que concierne al fuego en esta historia, es sobre aquel emperador romano, de quien se dice que fue el causante del incendio de la ciudad que ahora es residencia de quienes representan -sin mandato expreso- al supremo mayor quien en realidad vive en el paraíso; emperador de quien se dice que se solazaba mirando lo que el fuego destruía mientras tocaba un arpa, una lira o una cítara, y lo que puede considerarse cierto es que no fue él quien personalmente agarró una antorcha para ir prendiendo sitio a sitio fogatas, sino que tenía la autoridad suficiente para mandar a quienes quisieran ser pirómanos e incendiarios para prender con fuego a todo lo que podía ser prendido.

Esa historia se asemeja a las de grandes incendios provocados en las selvas del continente sureño con diversos fines, incendios que para unos son expresamente provocados de manera reiterada, año tras año, en los lugares que llevan nombres de santos, para que la naturaleza no se regenere y suceda un cambio de uso de suelo, mientras que los gobernantes y autoridades que están lejos o no hacen nada para minimizar los daños, o para lucirse en los medios con fines políticos expresos se paseen y pavoneen uniformados de bomberos entre las cenizas humeantes, con chisguetes de agua que son juguetes usados en los carnavales, haciendo como que sofocan llamas que ya no existen, porque ya no hay nada que se queme por donde andan; después de todo tampoco pueden correr riesgos.

Los incendios de los bosques son de consecuencias inimaginables, sea simplemente de destrucción que pueden deberse a causas naturales si la naturaleza así lo decide, o provocados de manera planificada con intenciones diversas, o suceder por negligencia y descuido en los procesos de habilitación de tierra para cultivos, y cuando son provocados por inhumanos en sitios distintos producen que áreas inmensamente extensas queden cercadas, para que como consecuencia toda fauna terrestre, subterránea, aérea y acuática perezca, sin descartar la presencia humana, todo ello que al quedar encerrado entre calores extremos, sin posible oxigeno respirable queden calcinados y de los cuales no quedan ni los huesos para que puedan ser contados.

A qué clasificación pertenecen quienes provocan los incendios de las selvas no es discutible, ya que simplemente se trata de enfermos mentales que pueden ser mandados para provocarlos, pueden tener intereses diversos mientras están mandados, o pueden además no tener sentimientos por la existencia de sitios naturales diferentes, no conocen ni conocerán los diversos beneficios de la fauna silvestre, de la vegetación arbórea y de lo que existe debajo de ella, o también que en sus mentes buscan replicar los ambientes de donde provienen culturalmente, ya sea de estepas o llanuras cercanas y lejanas, sin entender que existen lugares ecológicamente diferentes y no todos pueden o deben ser transformados.

Las selvas del continente se van reduciendo y los pueblos sobrevivientes desde siempre que se refugiaron en ellas porque no quisieron vivir con los otros, ni ser dominados, prefiriendo deambular sin sitio fijo por las selvas distintas de lugar a lugar, ya no tienen adónde ir, así como sucedió hace como un par de décadas, donde la ocupación de tierras fue y es la premisa, que una familia de las selvas del cuyabo buscó refugió en una comunidad de sus similares integrados, echo que causó revuelo general, para por fin decidir las autoridades que debían ser recluidos en cuarentena, tal vez con el criterio de que no contagien sus males de selva a quienes ya no vivían en ellas, mientras los refugiados permanecieron con la vista perdida en su propio infinito, esperando sin saber que tenían que esperar.

No es posible suponer que quienes aún habitan en las selvas, ante las opciones de quemarse vivos o salvarse integrándose a otros por cuál de las dos posibilidades optarían, porque por una parte en casos no podrían escapar de los cercos del fuego, y por otra porque el dios pájaro que los protegía, cuyos ojos rojos ya no alumbrarán las noches en las selvas desaparecidas fue derrotado para que esas culturas desaparezcan, y ahora vuela lejos sin rumbo, se posa en los alfeizar de las ventanas de los edificios de las ciudades, cantando quejumbroso sus tristezas, contando su historia a quienes ya nada entienden o les podría interesar.

Sólo los supremos y aquellos a quienes no les importa, podrían saber cuántos pueblos de las selvas de la Amazonia, de las llanuras del Cerrado y de los pastizales naturales con islas de bosques se extinguieron, y cuántos de los que aún quedan se irán extinguiendo a causa de los cercos del indomable fuego provocado y usado como arma para la ocupación de las tierras de selvas que ya no serán tales, sin considerar que contribuyen con el bienestar de una humanidad, que en una importante mayoría está sin sentimientos, sin entendimientos de lo que es bueno para su propia sobrevivencia, tal vez por simple desconocimiento, ignorancia educativa, o por enfermedad definitiva.

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