Homero Carvalho Oliva
Homero alcanza con este nuevo libro algo parecido al estado de gracia o éxtasis de Santa Teresa de Jesús.
Juan Carlos Ramiro Quiroga
Ciudades y otros lugares es el resultado de dos de mis grandes pasiones: viajar y leer. En este libro reuní crónicas y artículos, que he venido publicando desde hace varias décadas en periódicos, suplementos literarios y revistas digitales, para volver a visitar esas ciudades, lugares, personas y librerías, que conocí, algunas veces con Carmen, mi esposa y otras con mis hijos, para que ustedes me acompañen en esta travesía de la memoria; para que seamos hojas de otoño volando sobre calles y parques. Ahora puedo afirmar que Vicente Huidobro tenía razón cuando poetizó: “ciudades grandes como un país/ Gigantescas ciudades del porvenir” y el maestro Italo Calvino, autor de ese inolvidable libro Las ciudades invisibles, afirma que “de una ciudad no disfrutas las siete o setenta y siete maravillas, sino la respuesta que da a una pregunta tuya”, y esa pregunta solamente se revela cuando la estás recorriendo y aunque vuelvas a tu hogar: “La ciudad te seguirá donde quiera que vayas”, dijo Kavafis y para confirmar mi fervor en los espacios urbanos como figuración, cito el poema Retorno, entrada la noche, de Michael Kruger: “Ya no reconocerás/ a la ciudad, / pero ella recuerda/ bien: anécdotas petrificadas/ se deslizan furtivas/ por delante de la llegada. / Amistades y enemistades/ forman dos filas bajo nubes/ sinuosas (como si comenzara/ el cielo a derretirse). / En el oscuro prisma/ de los ojos la calle/ que te recibe, / infinita, inmóvil, / como si no tuviera/ otra cosa que soportar”.
En cada ciudad que he visitado he tenido la dicha de conocer librerías, cafés, parques, mansiones, palacios, hoteles de lujo y hospedajes humildes, museos, teatros y galerías de arte, además de terminales ferroviarias, de buses y aeropuertos, esos “No lugares” al decir de Marc Augé: “esos espacios arquitectónicos de nuestra época en los que pasamos buena parte de nuestro tiempo, pero que vivimos como ‘en suspenso’ porque son espacios de uso y de paso”; con los años, he asumido que todas las ciudades tienen sus encantos, sus genios y sus demonios, sus placeres y sus recatos.
Como afirma mi maestro Fernando Pessoa: “Quien no ha salido nunca de Lisboa viaja al infinito en el tranvía cuando va a Bemfica y, si un día va a Cintra, siente que ha ido a Marte”, eso me sucedía en cada ciudad que visitaba. En las ciudades, además de hacer buenos amigos y amigas, descubrí libros de escritores y poetas emblemáticos que conocí a través de sus palabras. Cada una de las metrópolis que visité, en el nuevo o en el viejo mundo, ya sea por algunos días, semanas, meses o años, contribuyeron a mi formación humana y literaria, todas ellas tienen decididas influencias en mis palabras cotidianas.
El libro está dividido en tres partes: Ciudades del exterior que incluye las urbes que he visitado fuera de mi país, que incluye más de treinta, sin contar aquellas que cuyas visitas se derivaron de las primeras; Ciudades del interior las capitales departamentales de Bolivia y algunas ciudades intermedias, pueblos y comunidades que he conocido en más de seis décadas, de las que guardo innumerables anécdotas; las ciudades del exterior son: Ciudad de México, Managua, New York, New Jersey, Estocolmo, Oslo, Florencia. Santa María de los Buenos Aires, Barquisimeto, Santiago de Chile, San Pablo, Madrid, Miami, Medellín, Lima, Pucallpa, Concepción, La Habana, Caracas, Quito, Cusco, Brasilia, Montevideo, París, Aracaju y otras ciudades; estas urbes vienen ilustradas con sendas fotografías. Y las de Bolivia: Santa Ana del Yacuma, La Paz, Trinidad, Oruro, Cochabamba, Sucre, Tarija, Potosí, Cobija, El Alto, Santa Cruz de la Sierra y otras.
Sigo con el capítulo Ciudades de palabras que comprende un pequeño inventario de urbes y lugares imaginarios; además de La poética del nuevo mundo, un libro sobre nuestro continente real, mágico y maravilloso y Los ríos de la tierra y del cielo, espacios líquidos que fluyen en la historia de las ciudades y los pueblos, concluyo esta parte con un ensayo acerca de un biografía que narra la vida de uno de los grandes viajeros de la humanidad: La invención de la naturaleza”, el mundo que nos legó Humboldt. El penúltimo capítulo lo titulé Los caminos, esos lugares sin fin, un texto reflexivo sobre mis vivencias en los senderos por los que me llevó la vida.
Cada ciudad se vive a través de experiencias personales, íntimas, estás son las mías. Cierro el libro con dos sueños, porque los sueños siempre nos trasladan a otros lugares. Existe una relación innata entre las ciudades, la literatura y los escritores y escritoras, a veces compleja, de amor y de odio, de pasión y desencanto; las ciudades se enriquecen con las imágenes literarias que de ellas tienen los creadores de palabras; así las ciudades contemporáneas no solo son producto de la arquitectura y de la ingeniería, son, también, una invención de la literatura en particular y de las artes en general que las hace al mismo tiempo reales, ficticias, fantásticas y eternas. Ahí tenemos, por ejemplo, los “fotolibros” que hacen de la ciudad su motivo artístico.
Siempre hay, por lo menos, una ciudad en todos los escritores, ahí está la Lisboa, de Fernando Pessoa; la Madrid, de Pérez Galdós; la Praga de Kafka, la Dublín, de James Joyce; la Buenos Aires, de Borges; La Lima de Vargas Llosa y muchas otras de magníficos escritores que hicieron de sus ciudades espacios literarios imprescindibles; yo creo que tengo tres ciudades primordiales Trinidad, La Paz y Santa Cruz de la Sierra, las otras están ahí, en algún lugar de mi memoria y de mi piel, esperando que algún recuerdo, mención, cita, fotografía o, simplemente, un déjà vu, las traiga a mi presente porque siempre está la ciudad íntima y la externa.
Espero disfruten de este intento de mostrar la literatura desde la ciudad y la ciudad desde la literatura, una especie de diario de mi pasión por los viajes y devocionario espiritual de poemas y poetas. Como afirma Julien Gracq, en su libro La forma de una ciudad, aquí está escrito “lo que he llegado a ser a través de ellas, y ellas a través de mí”.