Hasta el día de hoy, en casi todas las sociedades del mundo las mujeres están económicamente desfavorecidas en comparación con los hombres. Todavía reciben salarios más bajos, y tienen menos representación en las empresas, la política y los procesos de toma de decisiones. Sus oportunidades de vida continúan siendo mucho menos prometedoras que las de los hombres; la diferencia es apabullante.
Esta desigualdad nos perjudica a todos. Las condiciones económicas mundiales mejorarían un 20 % si las mujeres recibieran la misma remuneración que los hombres. Además, si se pudieran retrasar los matrimonios prematuros en el mundo en desarrollo tan solo unos pocos años, para 2030 se añadirían más de USD 500 000 millones a la producción económica anual del mundo.
Pero estamos ante un problema que va más allá de los ingresos que se dejan de percibir. Para muchas mujeres y niñas de países pobres, la vida se termina antes de florecer.
Hoy morirán 830 mujeres debido a complicaciones relacionadas con el embarazo o el parto. Este mes morirán 450 000 niños menores de 5 años. El presente año, las oportunidades de educación y de empleo de 151 millones de niños se verán limitadas debido al retraso en el crecimiento. De continuar las tendencias actuales, otros 150 millones de niñas estarán casadas de aquí a 2030.
Claramente, debemos acelerar los avances para que ninguna mujer o niña quede relegada.
Necesitamos permitir que las mujeres elijan el momento y la frecuencia de los embarazos, y respaldar los partos seguros, el amamantamiento y otros servicios básicos que son clave para la salud y la nutrición. Una buena salud permite alcanzar un mejor nivel educativo y participar plenamente en la fuerza de trabajo.
Se requiere un pensamiento firme y novedoso para transformar las vidas de las mujeres, los niños y los adolescentes. Para empezar, sus vidas tienen que ser nuestra principal prioridad en la labor de desarrollo. Esto implica lograr la convergencia entre los donantes internacionales y los Gobiernos nacionales para aumentar el financiamiento, así como el compromiso mundial de brindar servicios a cada mujer, cada niño y cada adolescente, para salvar vidas y cuidar la salud de todos.
Afortunadamente, contamos con un mecanismo de financiamiento dedicado a mejorar la salud y las oportunidades de vida de mujeres y niños de los países más pobres. En 27 países ya se está utilizando para reforzar la prestación de servicios de calidad durante el embarazo, el nacimiento, los primeros años de vida y la adolescencia, mediante incentivos a los Gobiernos para que prioricen el gasto en salud y nutrición. Esta semana, jefes de Estado y ministros de todo el mundo se reunieron en Oslo para decidir el futuro del Mecanismo Mundial de Financiamiento (GFF), con el objetivo de ampliar la escala de las actividades y abordar de lleno los terribles efectos de la desigualdad de género en la salud.
Como respuesta, 10 nuevos inversionistas —Alemania, Burkina Faso, la Comisión Europea, Côte d’Ivoire, Dinamarca, Japón, Laerdal Global Health, los Países Bajos, Qatar y un donante anónimo— anunciaron en Oslo que iban a contribuir con más de USD 1000 millones al GFF, fondos que el Banco Mundial vinculará a otros USD 7500 millones en recursos de la Asociación Internacional de Fomento (AIF) y el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF) para la salud y la nutrición de mujeres, niños y adolescentes.
Los primeros resultados del GFF son prometedores, y en un estudio reciente de BMJ Global Health se indicó que tan solo USD 2600 millones de financiamiento del GFF podrían movilizar hasta USD 75 000 millones en fondos adicionales para 2030, de los cuales un 70 % provendrá de incrementos en los recursos propios de los países. También se señaló que se podrían salvar nada menos que 35 millones de vidas para 2030 si las inversiones mundiales en salud que ayudan a reducir la mortalidad materna e infantil continúan creciendo al ritmo actual.
Consideramos que este éxito temprano del GFF se debe a tres razones. En primer lugar, se concede a los países un papel central y se alienta el respaldo financiero y el apoyo a la ejecución para que estos puedan atender sus prioridades, basándose en lo que saben que funcionará sobre el terreno. En segundo lugar, se ayuda a los Gobiernos a aprovechar el financiamiento de distintas fuentes para alcanzar un único conjunto de metas. Esto incluye los recursos propios de los Gobiernos, de modo que se sientan involucrados en la tarea.
Por último, el GFF se centra firmemente en los resultados, para que los ministros de Salud puedan reclamar una mayor porción del presupuesto interno general. El Gobierno de Camerún es un buen ejemplo: desde que trabaja con el GFF, se ha comprometido a aumentar drásticamente su asignación del presupuesto nacional a la atención primaria y secundaria de la salud, del 8 % en 2017 al 20 % a más tardar en 2020. Esta ampliación del 150 % en el financiamiento del Gobierno para la salud ayudará a acelerar el acceso a servicios seguros y de calidad para madres e hijos.
En el noreste de Nigeria, donde ha habido conflictos durante mucho tiempo, el respaldo del GFF ha ayudado a restablecer los servicios de salud y nutrición para madres, recién nacidos y niños. Al vincular los fondos con los resultados en materia de salud, los Gobiernos locales están logrando rápidos avances, como aumentar la cantidad de partos atendidos por profesionales de la salud (parteras) de un 5 % (valor estimado) a un 40 %.
En la reposición de recursos del GFF hablé de la urgencia de poner fin a la desigualdad en el ámbito de la salud que sufren mujeres, niños y adolescentes. Esta es una postura compartida con la Fundación Bill y Melinda Gates, los Gobiernos de Noruega y Burkina Faso, los ministros de Salud nacionales y cientos de otros asociados. Los USD 1000 millones que obtuvimos y los nuevos asociados que recibimos esta semana son grandes pasos. Invito a otros posibles socios a trabajar con nosotros en esta cruzada para que cada mujer, niño y adolescente pueda alcanzar todo su potencial.
Juntos podemos invertir en el empoderamiento de las mujeres y los niños de países pobres y fortalecer la capacidad de los países para financiar los servicios de salud de su población en cantidad suficiente y de manera sostenible. Juntos podemos lograr avances sin precedentes hacia un mundo más justo y más próspero.