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Política y literatura en Umberto Eco

De: Vlady Torrez  / Inmediaciones

En su libro “Sobre literatura” (2002) el semiólogo y escritor Umberto Eco reúne ensayos sobre problemas de literatura. Escritos inspirados en seminarios o extractos de trabajos más extensos. Este libro recopila estudios sobre diversos temas. Erudito en temáticas medievales y en literatura italiana, Eco trabaja en “Lectura de Paraíso” una mirada sugerente a la última parte de la Divina Comedia de Dante, entendiéndola como una transición del pensamiento medieval a una visión más inmaterial y abstracta, más moderna de la escritura. En “Sobre el estilo del Manifiesto” propone una lectura del Manifiesto del Partido Comunista de 1848, desde su forma figurativa, su estilo plagado de ironías, tonos apocalípticos, eslóganes eficaces y explicaciones sobre el surgimiento del capitalismo, introduciéndonos a la relación entre producción de ficción y efecto político en tanto control ideológico. Eco también centra su estudio en autores específicos: Nerval con Sylvie: Recuerdos del Valois; la importancia de la paradoja y el aforismo en la obra de Oscar Wilde; Borges y sus Ficciones. Es destacable la invitación a la lectura de las obras de Piero Camporesi como una experiencia de los aspectos más oscuros de la corporalidad, de entender al cuerpo como un conglomerado de miserias, reflexionar sobre los aspectos oscuros e irracionales de costumbres antiguas que subsisten en nuestras sociedades modernas. La Poética de Aristóteles es releída y valorada en tanto el primer estudio que nos permite, entre otras cosas, identificar una obra literaria. El libro también contiene reflexiones sobre la forma, el estilo, el símbolo y algunas vivencias personales del propio Eco sobre su proceso creativo tituladas “Cómo escribo”, ensayo útil para quienes les interese saber cómo se gestaron sus principales novelas.

Hay dos ensayos que ayudan a entender la literatura, no como un ejercicio figurativo,  de construcción de ficción o mero entretenimiento, sino como una verdadera invitación a la transgresión de las normas sociales convencionales. El primero se titula: “Sobre algunas funciones de la literatura”, donde Eco diferencia los textos literarios del resto de textos escritos. Se lee literatura por placer, por amor al ocio, en tanto espacio destinado a la no producción, a la suspensión del tiempo-trabajo, una especie de campo de resistencia a la reproducción del sistema. Uno de los aspectos donde se manifestaría esa resistencia, esa naturaleza transgresora de la literatura, es en su relación con la lengua, donde se notaría su carácter dinámico y cambiante: “La literatura, al contribuir a formar la lengua, crea identidad y comunidad”. Una obra literaria no puede ser leída como un texto ordinario, pues exige diversos niveles de lectura, muchos sentidos de interpretación y ambigüedades del lenguaje que necesariamente se relacionan con nuestra vida cotidiana. Este último aspecto implica un ejercicio de autorreflexión, de autocuestionamiento, de experiencia de la complejidad en la cotidianidad, un mirar hacía uno mismo críticamente, un preludio de insubordinación, un potencial no acatamiento de lo “normal” y lo dado. La literatura tiene también otra función importante: la educativa. Función no reductible a la transmisión de ideas o valores. Para Umberto Eco la literatura nos brinda una experiencia de tensión, un sentido de espasmo hacia lo inmodificable, lo definitivo. Así, la literatura nos enseña el carácter limitado de los deseos humanos. La idea de dioses poderosos, del destino, de guerras perdidas, amores imposibles, nos permiten darnos cuenta de la imposibilidad del cambio, de que existen cosas que no podemos modificar. Esta, según Eco, es una lección represiva, dolorosa pero necesaria. Podemos ser creativos y adaptarnos, pero siempre existirán situaciones en las que confrontemos la muerte de nuestros deseos más profundos.

Otro capítulo interesante es “La fuerza de lo falso” donde Eco analiza los conceptos de verdad y mentira, explorando cómo, a lo largo de la historia de occidente, la tergiversación deliberada ha sido tan potente que provocó guerras, cruzadas, persecuciones, genocidios y prejuicios que siguen vigentes en la actualidad. La elaboración de una mentira convincente, la producción de ficción, fue una estrategia para iniciar empresas de conquista, gestar actos de exterminio contra grupos étnicos, legitimar invasiones o fomentar procesos de colonización (piénsese por ejemplo en la orden del Rosacruz, Los protocolos de los sabios de Sion o la teoría del hielo eterno, tan popular los nazis). La fuerza de lo falso se asemejaría a la literatura borgeana: “invenciones de invenciones” que sobrepasan el campo literario pues son aceptadas por todos aquellos que se conforman con verdades simples, con teorías conspirativas que para operar deben simplificar la complejidad de la realidad. Eco cree que esto se debe a la disposición natural de la humanidad por escuchar y creer en relatos. Basta con que estos tengan un nivel de verosimilitud para desatar sus poderes de convencimiento y convertirlos en dispositivos de interpretación del pasado y del presente. Su simpleza sería la clave de su vigencia como discursos de verdad. Es, en el caso boliviano, más fácil creer en teorías conspirativas de que el imperio norteamericano es el responsable de la desestabilización del Proceso de Cambio o que el actual gobierno obedece ciegamente a las disposiciones autoritarias del gobierno de La Habana o del propio presidente Maduro, que entender la complejidad de los procesos geopolíticos contemporáneos. Por eso, Eco cree que uno de las responsabilidades de la comunidad es mantener una eterna vigilancia sobre los saberes adquiridos:

«Reconocer que nuestra historia ha sido movida por muchos relatos que ahora reconocemos como falsos, debe volvernos atentos, capaces de cuestionar continuamente los mismos relatos que ahora juzgamos verdaderos, puesto que el criterio de la sabiduría de la comunidad se funda en la vigilancia continua sobre la falibilidad de nuestro saber» (Eco, 2002: 310)

La propuesta de Eco es interesante porque propone, no solo una interpretación más amplia de lo que es la literatura sino que además invita a articular el mundo de la ficción con las implicancias de la realidad cotidiana. La literatura pasa de ser un ejercicio recreativo a un potencial ejercicio de autocrítica. Un poderoso génesis de cuestionamiento al mundo social, de las prohibiciones existentes, del sentido común y los valores dominantes. Al mismo tiempo, la ficción literaria puede ser un dispositivo de poder, un mecanismo para establecer discursos, agendas políticas construidas por narrativas que no aguantarían un examen histórico crítico pero que están arraigadas en nuestro sentido común y se convierten en “verdad”.

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