Santos Domínguez Ramos

“¿Cómo se escribe una vida? La pregunta por las posibilidades y límites de la biografía inquietó al propio Borges, que ofreció algunas especulaciones y varias respuestas concretas a lo largo de su producción -en textos centrales como Evaristo Carriego o Pierre Menard, autor del Quijote, en otros laterales como las numerosas «Biografías sintéticas» de escritores que publicó en la revista El Hogar-. Una vida, reflexionaba el escritor, consta de una cantidad casi innumerable de hechos. Cualquier biografía, por extensa que sea, implica un recorte, una selección: ¿por dónde empezar?, ¿qué escenas privilegiar y abordar en detalle?, ¿cuáles pueden omitirse?, ¿cómo elegir aquellas que marcan hitos ineludibles? Por un lado, esta inconmensurabilidad entre vida y escritura significa que siempre son posibles diversas versiones de una misma historia: como entendió bien Borges en su Evaristo Carriego, no podemos aspirar a contar «la vida», sino «una vida”, escribe Lucas Adur en la Introducción de su magnífico Jorge Luis Borges. Un destino literario, que acaba de aparecer en la imprescindible colección Biografías de Cátedra.
La temprana conciencia que tuvo Borges del campo literario y de la necesidad de las relaciones editoriales, académicas y críticas para construir una obra y ocupar un espacio en el mundo de las letras es uno de los ejes vertebrales de este ensayo, una de las guías que orientan esta biografía en la que Adur afirma que “Borges fue uno de los escritores más autoconscientes de la historia”, por lo que “muchos de los hitos de su vida son literarios. Incluso los que no lo son se procesan literariamente.”
Por esa razón, Borges fue construyendo una imagen pública que consideraba “más importante que cada uno de los textos que hemos escrito.” Y así, “esta construcción de su figura fue, en Borges, un trabajo que involucró distintos niveles y estrategias: uno de los fundamentales fue elaborar y difundir un relato acerca de su propia vida.
El escritor, a lo largo de diversos textos, fue forjando una versión de su historia, a partir de una selección, interpretación y a veces mistificación de ciertos episodios biográficos, que consolidó hacia los años cincuenta.”
De esa manera, con la incorporación de materiales recientes (los conversacionales del Borges de Bioy Casares o el catálogo de sus libros en Borges. Libros y lecturas, de Rosato y Álvarez) que es uno de los aspectos de más interés del libro, estas páginas hondas y generosas cumplen la promesa que Lucas Adur hace al principio de su espléndida biografía cuando señala que “este libro busca ofrecer la historia de una vida, una versión posible de Jorge Luis Borges, que no se limite al acopio de datos, sino que trace un itinerario que, como en el famoso epílogo de El hacedor, dibuje las líneas que permitan reconocer un rostro. La coherencia del relato está dada por la construcción de una obra y de una figura de autor mutuamente complementarias. Es esa búsqueda la que configura un sentido para la vida de Jorge Luis Borges, ese ambicioso proyecto al que todos los otros aspectos de la existencia parecen subordinarse: ser un escritor.”
Desde sus años de formación y sus primeras lecturas en la biblioteca paterna, la precoz vocación literaria en una casa del barrio de Palermo, sus años de aprendizaje en Suiza y España y sus inicios en el vanguardismo ultraísta y Fervor de Buenos Aires, Adur aborda la decisiva construcción de un narrador irrepetible con la Historia universal de la infamia y El Sur como norte, las colaboraciones como crítico de la revista El Hogar, el accidente famoso con el quicio de una ventana, la literatura como salvación y la creación de Pierre Menard, autor del Quijote y El jardín de senderos que se bifurcan, la fundación de la colección de novela policial El séptimo círculo, la preparación de El Aleph y la consolidación del escritor, la apoteosis de El hacedor, El otro, el mismo y El informe de Brodie y su transfiguración en clásico viviente, las Obras completas de 1974 y el Borges universal de El libro de arena o La moneda de hierro se desarrolla una biografía que resalta “la complejidad de un sujeto que, a lo largo de su historia —que coincide con buena parte de la historia del siglo XX—, fue muchos hombres (y escritores) distintos: sus concepciones estéticas, sus convicciones políticas, sus posiciones metafísicas y religiosas cambiaron al punto de resultar a veces diametralmente opuestas.”
Y, tal vez lo más importante, una biografía que, a la vez que ahonda en la parte más humana de Borges, tiene como centro su obra, porque -como señala Lucas Adur- “esta biografía pone en el centro la obra del escritor. Eso es, en definitiva, lo que cuenta: los avatares de un destino literario.”
Un largo paréntesis de silencio que duró más de treinta años separa sus tres primeros libros de poesía de El hacedor, que ya en los años sesenta suponía, más que la recuperación de su poesía el hallazgo de una voz propia y de un tono personal con el que construye un universo poético irrepetible. Una voz poética que en El otro, el mismo siguió creciendo entre la sombra a la que dedicó su siguiente Elogio de la sombra.
Esos libros marcaron en los años sesenta un antes y un después en la poesía en español, no sólo en la trayectoria poética de Borges, que volvió a brillar en El oro de los tigres, en la plenitud de La rosa profunda y en la prodigiosa madurez de La moneda de hierro, Historia de la noche, La cifra o en esa cima absoluta que es Los conjurados, que muchos de los lectores de Borges celebran como su mejor libro.
Igual que su poesía, la obra narrativa de Borges describe una trayectoria parabólica ascendente o sugiere el trazado de una alta cordillera. Su último cuento, La memoria de Shakespeare, es una de sus cimas, pero hay otras alturas titánicas como El jardín de senderos que se bifurcan, Las ruinas circulares, La Biblioteca de Babel o Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, donde la irrupción de lo mágico en lo real se convierte en la clave de lo fantástico.
En muchos de esos cuentos, híbridos de ficción y ensayo, el eje es la búsqueda del centro, el laberinto es la metáfora polivalente del mundo o del infinito, y la memoria, el tiempo y el espacio, el sueño y la razón, la vida y la escritura, el caos y la pesadilla, el espejismo y la realidad no son sino variantes de un enigma indescifrable.
Un enigma al que se suman lo trivial y lo trágico, la mística y la erudición, la invención fantástica y la trama policial, la venganza y el insomnio o los libros imaginarios convocados por Borges en una prosa que reúne la exactitud y la elocuencia, la sugerencia y el rigor.
Como Quevedo, como Shakespeare, como Proust, Borges es una literatura dentro de otra literatura, un universo habitado por sombras y presencias decisivas. O, para decirlo con sus propias imágenes, un aleph, un centro en el que confluyen el pasado y el futuro, los vivos y los muertos, la realidad y la ficción, los espejos y el sueño, la vida y la literatura, los laberintos y las bibliotecas, el puñal y la filosofía, el tiempo y la escritura como un jardín de senderos que se bifurcan.
Porque en Borges, explica Adur, “vida y obra se escriben y reescriben en paralelo, en una relación dialéctica, de mutuo engendramiento, que es fundamental historizar para comprender quién fue Borges en los distintos momentos de su trayectoria. Este libro, en ese sentido, procura ofrecer las coordenadas para leer críticamente la producción borgeana, teniendo en cuenta las continuidades y los desplazamientos de la obra y la figura del autor.”