Liebre
Armando Alanís – México
Corre, corre, corre… Pero sólo está soñando. En la estrecha jaula, no puede mover un músculo.
Color
Fabiola Morales Gasca – México
Un arcoíris se abre ante sus ojos de mujer, jura que no entiende en qué momento llegó a ver el mundo de color siniestro: Verde: le grita sin razón. Amarillo: le pega. Naranja: le golpea. Rojo: le mata. ¿Cuál color señala aprender a amarse? ¿Cuándo habrá un color para huir? Para su entierro la vistieron de negro.
Caperucita y el lobo
Rodolfo Lobo Molas – Argentina
Todos los veranos iba al bosque a visitar a la abuelita. Ansiaba ese tiempo de verdes exuberantes porque entre la vegetación la esperaba el lobo, con quien –luego que se sacara el disfraz de feroz animal- daba rienda suelta a su ardoroso amor. Después los jóvenes inventarían la conocida fábula para esconder su romance. La abuelita que sufría de demencia senil, jamás pudo desmentir nada y fue así como la historia llegó a nosotros como si fuera un cuento.
Todos los caminos van a Nueva York
Manuela Vicente Fernández – España
En un universo paralelo Juanes deja su puesto de corresponsal de guerra y regresa a buscar a Sara para impedir que se vaya a Nueva York y se convierta en una actriz secundaria. Ambos se casan, tienen cuatro hijos y una mañana Sara recibe una oferta para trabajar en la Metro Golden Mayer y toma un tren sin despedirse de Juanes que decide llamarse John ese mismo día, abandonar a sus hijos con su suegra y hacerse corresponsal de guerra para olvidar que una vez dejó su puesto de periodista para ser granjero y casarse.
El Congreso
Felicidad Batista – España
El Congreso se celebra en la Biblioteca de Alejandría. Acuden personajes de novelas de todas partes. Vienen con la intención de cambiar sus destinos trazados por la tiranía de los escritores. La mayoría se muestran descontentos. Sus vidas o sus finales no son los que hubieran deseado. Sólo uno es feliz. Observa a los demás con detenimiento. Pronto llegará la noche. Ha fijado su atención en Ana Karenina. Irrumpe en la tenue luz de su habitación. Ella sonríe. Se siente segura. A fin de cuentas, León Tolstói la arrojó a las vías del tren. Sabe que es eterna e invulnerable a los colmillos de Drácula.