El término «elefante blanco» describe proyectos costosos de infraestructura que resultan ineficaces o abandonados. Originado en Siam (actual Tailandia), hacía referencia a regalos sagrados (elefantes blancos) cuyos altos costos de mantenimiento arruinaban a sus dueños.
En Bolivia existen al menos 32 elefantes blancos, obras públicas que costaron más de 18.000 millones de bolivianos y hoy están en desuso o funcionan con pérdidas, según la Cámara de la Construcción de Santa Cruz. Estas obras, realizadas principalmente durante el gobierno de Evo Morales, reflejan la falta de planificación que ha generado daños económicos significativos.
Un ejemplo es el Museo de la Revolución Democrática y Cultural en Orinoca, considerado por muchos como una muestra del culto al ego del ex mandatario. Este museo, inaugurado en 2017 con una inversión de 49 millones de bolivianos, ha registrado un bajo flujo de visitantes. De manera similar, se encuentra la sede de Unasur en Cochabamba, que tuvo un costo de 494 millones de bolivianos y actualmente se utiliza ocasionalmente como salón de eventos.
En cuanto a los elefantes blancos de Tarija, se podría decir que se convirtió en el núcleo de la dilapidación. Los recursos provenientes del Impuesto Directo a los Hidrocarburos (IDH) financiaron obras como el estadio de Uriondo, que con capacidad para 13.500 personas supera el 85% de la población local. Según una investigación de “Connectas” y “Verdad con Tinta”, este estadio y otros proyectos, como los invernaderos comunales, están sin operar por falta de planificación adecuada.
Otros ejemplos destacados en la indagación incluyen el albergue infantil de Caraparí, que fue diseñado para hospedar a 200 menores, pero actualmente cuenta con menos del 50% de su capacidad ocupada. Esta situación se agrava por la existencia de un complejo deportivo cercano, que permanece abandonado, lo que pone de manifiesto el uso ineficiente de los recursos destinados a la infraestructura social en la región.
En Yacuiba, el complejo petroquímico Carlos Villegas, que incluye una planta separadora de líquidos, representó una inversión significativa de 695 millones de dólares. Sin embargo, esta instalación ha quedado sin funcionalidad debido a la drástica reducción de las exportaciones de gas hacia Argentina, lo que ha generado preocupaciones sobre la sostenibilidad y rentabilidad del proyecto.
Además de las infraestructuras mencionadas, se observa que empresas como Cartonbol y Papelbol han enfrentado pérdidas sostenidas, reflejando un contexto económico desafiante. Por otro lado, el ingenio azucarero de San Buenaventura opera actualmente a solo 28% de su capacidad desde su apertura en 2018, lo que indica problemas en la producción y gestión que han limitado su potencial para contribuir al desarrollo económico local.
Sobre los «aeropuertos elefantes blancos» en Bolivia, una investigación del Centro de Estudios para el Desarrollo Laboral y Agrario (CEDLA) revela que se hicieron inversiones millonarias para un escaso o nulo uso. Ejemplos representativos son las terminales aéreas de Chimoré, Ixiamas, Monteagudo, Apolo, Oruro y Copacabana, que costaron en conjunto alrededor de 46,4 millones de dólares. Chimoré, a pesar de su diseño como aeropuerto internacional, opera con vuelos suspendidos y mínima actividad.
El informe critica la falta de planificación y priorización, señalando que algunos aeropuertos, como el de Copacabana, podrían haber destinado sus recursos a necesidades urgentes como el saneamiento básico. Además, el estudio alerta sobre el impacto ambiental de estas obras, como la deforestación vinculada a los proyectos. Con cierto sarcasmo menciona que estos espacios son «superecológicos», ya que solo aterrizan en ellos bandadas de aves.
La falta de estudios técnicos de pre inversión y la priorización de intereses políticos sobre necesidades reales, son notorias. La responsabilidad por estos gastos que afectan a los recursos de millones de bolivianos no sólo recae en el gobierno pasado del MAS, sino también en la presente gestión (también del MAS) que debe hacer -mínimamente- una rendición de cuentas al detalle, al fin y al cabo el actual presidente de la República fue el único titular en el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas durante el mandato de Morales.
A pesar de enfrentar actualmente una grave crisis económica y política, el presidente Luis Arce conjuntamente su administración deben asumir su responsabilidad histórica y plantear soluciones, dando explicaciones sobre el uso de los recursos públicos y priorizando la recuperación de estas obras o su readecuación para evitar que sigan generando pérdidas.
Si bien la problemática de los elefantes blancos no es exclusiva de la nación boliviana y existen casos en el mundo que reflejan un patrón global de inversiones mal pensadas (por ejemplo el hotel Ryugyong en Corea del Norte, un rascacielos abandonado considerado el más alto del planeta y el Aeropuerto Central de Ciudad Real en España, un megaproyecto infrautilizado que costó cientos de millones de euros) probablemente Bolivia encabeza la lista de países con mayor cantidad de «elefantes blancos», debido al conjunto de obras públicas millonarias que permanecen sin utilidad, abandonadas o con funciones mínimas que reflejan una crisis de planificación y administración de recursos de larga data.
Una gran pena para la población que es la principal afectada y -obviamente- demasiada vergüenza para un gobierno que ingresó al poder con un lema de cambio y en realidad sólo logró que Bolivia sea conocida por la corrupción y -probablemente- como “Reina Internacional” de los elefantes blancos.