Como un buen autócrata, Vladimir Putin ha lanzado una brutal guerra de ocupación en Ucrania, prácticamente a título personal, la misma que no solo le costará el poder, sino provocará la ruina política y económica de su país por muchas décadas a venir. Puedo imaginar a Rusia pagando daños de reparación a Ucrania por los próximos 100 años.
Putin y Evo, guardando las distancias, sacrifican el prestigio y los altos intereses nacionales en búsqueda de su inmortalidad política personal. Ambos autócratas cometen la mayor y más letal forma de corrupción, que es la de beneficiarse, personal y políticamente, a costa del futuro de sus ciudadanos.
No es una exageración.
Putin ha perdido la guerra el instante de invadir Ucrania. Podrá ganar batallas, incluso ocupar la totalidad de ese territorio, pero solo será cuestión de tiempo para que tenga que retirarse como los soviéticos tuvieron que hacerlo hace tres décadas de Afganistán, cuando los cuerpos inertes de sus hijos regresaron de vuelta.
En Bolivia, Evo Morales, nuestro Putin criollo y émulo de éste, echó mano de la histórica causa de Bolivia de lograr el retorno al mar y no acató el resultado de un referéndum para postular a un cuarto mandato prohibido por la Constitución Política del Estado (CPE).
Al estilo de Putin, Evo tomó la decisión trascendental de llevar a Chile ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) sin contar con el análisis profundo y el consenso institucional que ameritaba. Así, expresidentes de Bolivia, casi sin excepción, fueron convocados a “defender la causa marítima”. Se sumaron también varios excancilleres. De ninguno surgió públicamente una voz crítica, como la que tuvo recientemente el jefe de la inteligencia rusa, que enfrentó a Putin frente a la prensa, oponiéndose a la invasión de Ucrania, quien sabe a qué altísimo costo político y personal.
Asumida la decisión de enjuiciar a Chile, Evo echó mano de dos expresidentes del ancien regime. Uno, como promotor de la iniciativa y otro como agente ante la CIJ en La Haya. Esto para que le saquen las castañas del fuego. El trabajo diplomático del Agente boliviano ante la CIJ fue de la más alta calidad profesional y honestidad intelectual, en la ejecución de su mandato.
Sin embargo, el argumento presentado ante la CIJ no tenía posibilidades reales de prosperar, como se comprobó con la sentencia final, levemente atenuada por la invocación a continuar con la diplomacia bilateral.
Mejor así. Porque al momento de sentarnos a negociar, Bolivia tendrá un obstáculo insalvable: el señalado en el artículo 267, del capítulo referido a reivindicación marítima de nuestra CPE, promovido por el MAS, y aprobado ilegítimamente por el Congreso Nacional en 2009.
Diplomáticamente, “reivindicación” significa la restitución del estado ex ante, es decir, la devolución de los territorios ocupados y retenidos desde la invasión chilena en 1879. En segundo lugar, esa restitución o acceso territorial debe ser “soberano”. Condiciones a la que Chile no se va a avenir, como se lo ha expresado clara y rápidamente el joven presidente chileno Gabriel Boric a su equivalente boliviano Luis Arce, quien asistió a la investidura del primero de manera personal e informal, ya que no tenemos relaciones diplomáticas.
Finalizada la II Guerra Mundial, los aliados le impusieron a Alemania una Constitución para que este país perdedor no volviera a constituirse en un Estado centralizado, autocrático y antidemocrático. O sea, fascista.
En nuestro caso, al firmar el Tratado de Paz con Bolivia en 1904, Chile no nos impuso una CPE que hiciera irreversible la invasión chilena. Pero sí lo hizo el MAS, en 2009, al forzar la promulgación de la nueva CPE con la obligatoriedad de la “reivindicación marítima con soberanía”.
Por tanto, acceso al mar con la Constitución del MAS, jamás.
Para disolver este problema de la mediterraneidad, primero, tendremos que modificar nuestra CPE y, segundo, evolucionar del concepto de soberanía exclusiva tradicional a uno de soberanía relativa o compartida, que es la concepción de integración política, empezando por la económica, como lo hizo Europa en el siglo pasado.
Pero ello pasa necesariamente por el restablecimiento de un sistema democrático, liberal y genuino en Bolivia, que impida la dictadura de los autócratas y sus aventuras mesiánicas como la invasión a Ucrania y la mal habida decisión de llevar a Chile a la CIJ de La Haya, que terminarán en derrotas.
Ronald MacLean Abaroa fue Canciller de la República