A propósito de una publicación que hice el 7 de diciembre de este año me gustaría aclarar algunas cosas. No faltaron los comentarios obtusos y desubicados, muy pocos, además de los insultos. Cosa bastante común tratándose de ciberllunkus analfabetos. El caso es que me acusan de ser un odiador y de propagar un discurso de odio. Veamos:
Yo soy lo que soy. Soy boliviano y cruceño y no tengo que disculparme con ningún personajillo por ser lo que soy. No odio a nadie, no esta en mis genes ni en mi formación odiar, a lo sumo, me embroncan algunas situaciones. Eso es lo que hice, expresar mi bronca e indignación por lo que esta sucediendo a lo largo y ancho del país. Unos cuantos mugrosos- me ratifico- se sienten dueños de nuestra patria, y eso me indigna.
Siento una profunda admiración y respeto por “el indio” (lo digo así, sin eufemismos), sin ningún tono despectivo ni peyorativo. Ellos son parte importante del país, siempre despreciados y utilizados como carne de cañón. Son una nación de naciones orgullosa de su estirpe y de su historia, con pensamiento y aspiraciones propias. No necesitan de ideologías trasnochadas ni folclorizaciones pachamamistas. Ellos tienen lo suyo.
Como odiarlos si con ellos compartí aula, cama y rancho. Sudamos, reímos y lloramos juntos. Existen vínculos de camaradería que duran toda una vida. Por eso me cabrea el pongueaje político al que son sometidos por los mugrosos de los que hablo. Hombres sin alma, impostores sin dignidad ni valores. Hijos bastardos del viejo estado colonial que venderían a su madre por un poco de poder. Eso es lo que son los actuales gobernantes de esta nuestra maltratada patria.
Ahora hablemos de los verdaderos odiadores de Bolivia. Ahí están Evo Morales y los suyos. Estos crápulas odian la democracia y la libertad. No otra cosa significa que estén destruyendo todas las instituciones democráticas del país. Quieren una sociedad sumisa, sin libertad de pensamiento ni expresión. No aceptan la pluralidad, y por eso también odian la diversidad, aunque digan lo contrario. Se hacen los diversos, siempre y cuando no te salgas del esquema del pensamiento único, del partido único… al mejor estilo de un Estado totalitario y fascista.
Odian la vida, los bosques y los ríos. Por eso matan, queman y envenenan. Desprecian olímpicamente a los indígenas de tierras bajas, pero ambicionan sus territorios para sembrar muerte. Odian la alegría y les molesta el carácter festivo y desenfadado del camba. Odian la belleza, y por eso construyen adefesios sin ningún criterio estético. Odian la verdad y han hecho de la mentira su verdad.
En fin. Podríamos seguir, pero mejor lo dejamos ahí para no agotar el repertorio, aunque con los masistas el repertorio de odio y estupidez, es inagotable.
¡Mucho ojo, la bronca y la indignación si perduran en el tiempo pueden convertirse en odio!