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La política de un cientista político

Este fin de semana tenía que leer dos tesis doctorales de mis estudiantes. Pero entró en mi WhatsApp un mensaje de Diego Ayo en el cual me mandaba sus últimos tres libros en PDF. Los dos primeros los revisé rápidamente, pero en el último, Confesiones políticas de un no político, me fui quedando poco a poco, como quien no quiere la cosa: no podía desprenderme de la pantalla, saltaba de un texto a otro, sin seguir un orden rígido, atrapado entre las letras.

Aunque algunos critican, yo sí aplaudo la recopilación de artículos de periódico en una sola publicación. Sucede que a menudo se nos pasa leer uno u otro texto, y sólo cuando están coherentemente reunidos -sin ser una juntucha- se puede ver el conjunto, la evolución de un pensamiento y la propuesta general de un autor. Eso nos librera de tener que pasar horas en las hemerotecas rebuscando periódicos pasados.

El texto de Diego tiene varias virtudes. Navega en tres dimensiones mezclándolas sin torpeza: trae episodios históricos, hace jugar autores clásicos de la sociología y las ciencias políticas que aclaran y explican acontecimientos nacionales, introduce experiencias personales -desde un encuentro en El Prado hasta una cita con salteñas- propias de las formas de la política y la sociedad bolivianas. Además, tiene profundidad analítica y comparte su lectura de los hechos que, podemos estar de acuerdo o no, pero no deja de ser interesante.

Entre otras cosas, he apreciado su irreverencia y su crítica despiadada a propios y extraños. Todos conocemos la posición política de Diego Ayo, pero eso no impide que vuelque su pluma mordaz hacia amigos o enemigos. Es una escritura cínica e inteligente. En estos tiempos donde la mayoría de los articulistas, de derecha o de izquierda, son predecibles y aburridos, con una escritura de trinchera al calor de lo que diga el mundo político -no sólo el jefazo, muchos jefes tienen sus escribidores-, se agradece alguien que se desmarque del coro analítico y diga algo diferente, algo que haga pensar, aunque estemos en desacuerdo. Se agradece, pues, que alguien que retome el rol del intelectual que vaya más allá de repetir, sofisticar y divulgar el argumento emitido por el político.

Y lo último, el estilo narrativo. Es una pluma irreverente -no irrespetuosa- y jocosa. Pocos textos me han arrancado una carcajada, y menos si son políticos. Pues Ayo lo logró. Y no sólo eso, me obligó a escribir estas líneas, quitándole más tiempo a mis estudiantes. Termino, debo volver a mi trabajo académico. Demás está decirles que recomiendo ampliamente su lectura, muy probablemente disentirán, pero seguro se van a entretener.

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