Miguel Sánchez-Ostiz

Ni soy Octavio Paz ni ese callejón sin otra salida que una puerta falsa es obra del mexicano Luis Barragán, tan estimado por el inolvidable arquitecto boliviano Juan Carlos Calderón. Ese callejón sin salida es la salida, aunque esto suene a una de esas cojudeces poéticas que ponen en las aceras de las ciudades populosas para ser leídas al paso y recibir un empujón. Todo forma parte de la performance en la que vivimos, hasta el callejón sin salida, al que como estamos cercanos al Día de los Muertos, le pongo Viene la muerte cantando,

El mundo es una arenita
y el sol es otra chispita
y a mi me encuentran tomando
con la muerte y ella invita.

Bajo el volcán, buena ocasión para irse al Amor de los Amores y quedarse un rato largo con la murga del Ubi sunt, los compadres de antaño, si todavía viven, que es gran asunto. Y todo para eludir que a cierta edad estás más metido en ese callejón sin otra salida que dar marcha atrás para entrar de nuevo en el espejo que lo reproduce…. Por muy azul que sea el cielo. Lo dijo uno de los Argensolas: ese cielo azul que ves ni es cielo ni es azul.

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