Maurizio Bagatin
“…é il mito che conta, non la Storia, e che nel mito il tempo non vale” – Paolo Rumiz –
Durante el verano era un apacible pueblo casi fantasmal, sentado y observando el imperceptible fluir del tiempo, y en invierno, un verdadero fantasma, sin tiempo. Todo o casi todo se lo debe a un santo, a San Pio de Pietrelcina. En el sur de Italia, así como en todos los sures del mundo, el realismo mítico genera el realismo mágico, así en Pietrelcina, pueblo escondido entre colinas cultivadas a tabaco, algunas viñas, tomates en verano y hoy el turismo religioso. Pietrelcina, Pietrapulsino, Pietrapulcina, pietra piccola, piedra chica…
Pietrelcina fue siempre devastada por tremendos terremotos, en 1456, en 1688 y en 1980, solo que la política después del 1980 supo invertir, inversiones clásicas: un voto una pensión, y en algún caso más de una por un solo voto…y en 1854 una peste diezmó su población, la cual se levantó siempre, hasta que en el año 2002 el presidente Ciampi, declaró Pietrelcina ciudad. La conocí, Pietrapulcina, así como aun hoy muchos de sus habitantes pronuncian su nombre, con este su dialecto que toma las ondulaciones de las colinas, la diferentes fragancias de su gente, un poco napulitano, un poco irpino, con el toque seguramente dei sanniti, pueblo que le sacó la mugre a los romanos. Rostros vivos y esculpidos, bizantinos, suevos, lucanos, tez del color de la tierra, del pasaje de Espartaco y de Aníbal, piedra del Arco de Trajano, para obtener un atajo hacia Bríndisi. Caminos y calor, curvas y sudor, canicular verano adentro y afuera de un bar. Y muchas cervezas Peroni. En Pago Veiano un pizzaiolo que después de un año volveré encontrar en una pizzería del norte Italia, semillas humanas que desde la tabula rasa el hombre ofrece así, como un imán el norte atrae, como un cernidor el sur tamiza y ofrece; Pesco Sannita, Fragneto Monforte y Buonalbergo – donde Noblesse obligue – y luego Paduli, Foglianise, S.Giorgio la Molara, unas posibles Macondo, unas Macondo posibles. Al mercadito de pulgas a S. Giovanni, en Nápoles, fuimos en tres, debíamos hacer tiempo para la salida de la Universidad de la novia de mi amigo Antonio, fuimos con Buozzi Lenin Stalin, de apellido Crafa, un coleccionista de antigüedades de dudosas proveniencias, un personaje felliniano – hasta podríamos comprobar que su padre a la época de su nacimiento era bastante comunista y muy anticlerical – que vivía en un humilde departamento del estado, obtenido porqué su enfermedad y porqué toda la prole a su cargo (aunque recibía dos pensiones y se hacía cargo de su madre, la cual recibía otra pensión, la más sólida), y el humilde departamento fungía también de museo personal, estatuillas, bustos, libros antiguos, relojes raros, algunos cuadros y hasta una columna en mármol travertino, según él de época napoleónica. Casi una paréntesis surrealista, un aporte de Buñuel a la dirección, una obra de Baj colgada en el cielo. En aquel mercaditos había rusos vendiendo monedas, relojes, revistas y cámaras fotográficas, reliquias del socialismo real y símbolos de los dinosaurios de una Jurassic Park megalómana; compré por pocas liras algunas monedas con escudo CCCP y el rostro del ¿Qué hacer? aún hoy dilema. Muchos años después las regalé al pediatra de mis hijos, había estudiado en Rusia, seguía siendo comunista y tenía casi ochenta gatos en el techo de casa, en la calle Junín. Surrealismo siempre en búsqueda del realismo mágico…
Las chicas de Petrelcina eran opas tapadas o demasiado listas, o las dos cosas juntos, una noche al concierto de los Ricchi e Poveri, el romanticismo se sobrepasó y tuvimos que hacer cabaret para frenar los ímpetus de las presentes, terminando en la madrugada en Piana Romana, durmiendo bajo las estrellas. O’ Sparviero era el Clint Eastwood de Pietrelcina, el que votaba para los demócratas, miraba a un lado y ya había visto lo que ocurrió al otro lado. Había otro que hacia servicio de Taxi las 24 horas todos los días del año, y para los funerales adaptaba su FIAT 125 a coche fúnebre, con un simple movimiento de los asientos traseros, la necesidad de sobrevivir se hacía genialidad. El ciego de la tienda de regalos miraba hacia mí, hablándole a Antonio, ofreciéndole un barquito inflable, sin remos, a un precio de regalo, al final de la larga tratativa por el precio, nos llevamos el barquito inflable, con los remos y la bombita para inflarlo, a la mitad del precio inicial. Negocios árabes, tratativas que valen toda una tarde en un suq marroquí, una lectura de Tocaia Grande de Amado y escuchar y dejarse llevar por las narraciones del Melquiades en Cien años de soledad. “Sud sud sud si nzisti tu resisti sud sud sud si nzisti tu resisti…sud sud sud si nzisti tu resisti sud sud sud si nzisti tu resisti” sigue saliendo de una radio el grito rebelde de Almamegretta, alma migrante de todos los sures de este mundo…
Y llegamos al santo. Tema picante en Italia, al menos hasta hace unos treinta años atrás era impracticable en todos los ambientes. Es mezclar fe con política, dogma con religión, santos con pecadores, verdades con misterios, mentira con autoridad, eso genera mixtura y caos, también tantas bellezas y muchas posibilidades. Padre Pio fue hecho santo, antes tal vez haya sido pecador, en fin esto es lo que acomuna a todos los humanos y nada mejor que la muerte hace mejor al ser humano. Todo el resto son interpretaciones, mitos, historias, magias – también San Gennaro era originario de la provincia de Benevento, a pocos kilómetros de Pietrapulcina – y al mirar a los ojos húmedos una persona vieja del sud, en tocar sus callos reconozco lo mejor de esta tierra, cerca de Eboli, donde Cristo se detuvo y cerca de Nápoles, donde Maradona fue hecho santo por el pueblo.