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23 x 3

Puka Reyesvilla

El 24 de febrero marcará tres años desde aquella madrugada en la que el eco de las explosiones anunció el inicio de una guerra que Putin prometió resolver en dos semanas. Ucrania, sin embargo, se sostuvo. La historia de esta resistencia ha sido narrada de muchas formas, pero pocas con la hondura y la fuerza de «Invasión», la obra del poeta y corresponsal de guerra boliviano-alemán Milan M.A. Gonzales, quien vivió y documentó la barbarie durante los primeros meses del conflicto.

Con la urgencia del reportero y la sensibilidad del poeta, atestiguó el miedo en los refugios, la incertidumbre en los trenes atestados de quienes huían, la valentía de los que decidieron quedarse.

La poesía en su obra es una segunda trinchera. «Las palabras hacen milagros», dice Gonzales, y en sus versos busca reconstruir lo que la guerra se empeña en destruir. Su poema «23» no es solo el centro del libro, sino una declaración de fe en la palabra como arma contra el olvido.

El cortometraje fue realizado junto al montajista Daniel Romero. Este documental de 10 minutos condensa la brutalidad del conflicto sin necesidad de exhibir la muerte en primer plano: basta con la soledad de una estación de tren, los cristales rotos, la mirada de una madre buscando abrigo en la lumbre de una vela.

El film sobrevive a pesar de la censura. Durante su estancia en Ucrania, Gonzales fue detenido y forzado a eliminar la mayor parte de su material fotográfico. Sin embargo, las imágenes que logró salvar se convirtieron en la esencia del cortometraje «23», una composición que es, al mismo tiempo, denuncia y acto de resistencia, que Gonzales también transmuta, gracias a su ars poético.

Modest Mússorgski imaginó «La gran puerta de Kiev» como una construcción majestuosa, un símbolo de fortaleza. Esa puerta nunca existió físicamente, pero en el imaginario ucraniano se ha vuelto real. Tres años después del primer bombardeo, sigue en pie, como sigue en pie la ciudad, como sigue en pie la palabra que denuncia. La gran puerta que no cedió.

23

Milan M.A. Gonzales

¿Es la esperanza otra utopía?

¿Es la fuga un arma o la resistencia una plegaria?

¿Es la humanidad una palabra sin sentido?

Arriesgar la vida para narrar,

¿Es el llamado del deber un misterio

o es una frontera el inicio del final?

Viajar al centro del infierno

para enfrentar al demonio del hombre que caza al hombre,

es también enfrentarse a uno mismo.

Apuntar

que someter a un pueblo se ha convertido en una tradición,

que subyugar al débil es un culto a la estupidez.

Es la invasión, una pausa para el festín de los fatuos,

como es una falsa doctrina, la gran burbuja roja.

Apuntar

que son los misiles un himno a la cobardía,

los que devoran el sueño del inocente,

como las campanadas de la catedral de Ulm.

¿Dónde buscan los muertos su silencio?

¿Dónde buscan los inocentes un respiro?

remachando maletas, cosiendo los bolsos,

Añorando que el punto en la pantalla sea un hogar,

dónde llegar con los suyos. 

El tren disimula los lamentos a medianoche,

como un quejido entre las tinieblas,

son los vagones amordazados,

las cortinas de metal que protegen el recorrido por la patria herida.

Artillería de mentiras es el comando,

un viaje sin regreso,

porque la guerra es para el inocente

una pesadilla de la que no se despierta.

Cada metro de riel se hace una nebulosa de acero mutilado,

esquivando la pólvora y la hambruna.

Sostiene a los huérfanos y almas en pena.

Al otro lado de la frontera les esperan voluntarios y un refugio,

si la divinidad lo permite, también la fe.

Son los pasillos de cada furgón

un laberinto en línea recta que oculta la cicatriz que no cierra.

Se huele el sudor seco,

la indisposición de la contienda.

Pasean los cuerpos por un chorro de agua caliente,

en el tren que escapa de la muerte.

Son los torsos desnudos de quienes pagan la infamia

del carnicero moscovita.

Cada vagón es una biblioteca,

Catálogo de lesiones y cicatrices,

súplicas enmudecidas que gritan el despojo de sus raíces.

Es la ley del absurdo,

Informar lo evidente, la ausencia de una caricia.

El vacío no es lo mismo que el abandono.

Quedan las historias sin contar,

las fotografías por revelar,

queda abrazar 23 horas de huida

y una hora de muerte de paga por jornal.

Queda un periódico por doblar,

mientras la crónica sangra tinta,

El alba se erige en la próxima estación, inefable

como el espíritu del único niño superviviente en Kutuzivka

Tymofiy Seidov de ocho años

campea contra los monstruos en sus dibujos

para al fin salir del sótano

a esperar el tren que lo llevará todavía

al ocaso de su infancia.

© 2022

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