Maurizio Bagatin
El Nuevo Mundo en lugar de las Indias. Desde un Viejo Continente que estaba saliendo de la Edad media y con el Renacimiento despertando y alumbrando aquella alba.
Al dilúculo del 3 agosto 1492 desde Palos de la Frontera, la Niña, la Pinta y la Santa María, con toda una pandilla de aventureros con patas hediondas a bordo, iniciaron la más grande aventura de la Historia de la humanidad. Unos espejitos a cambio del Eldorado. Luego vendrán cronistas en ilustrarnos y en engendrar el realismo mágico.
Después de los viajes de Ulises y de Eneas, el viaje de Cristóbal Colón. Tres grandes viajes, tres estados de ánimos, tres épocas, y así comprendemos el ser, a través de los tres viajes: la Phisys, la forma que ordena y la creatura de Dios; Ulises que cierra el circulo que Abraham no logra hacer, Eneas dándole una descendencia a Roma y Colón en misión para la modernidad, con los reyes y el Papa. Así siempre todo vendrá narrado, aunque una obra es sin fin y la Historia no es ociosa, aprendemos siempre con el dolor, como nos enseñó Esquilo. También los perdedores pasarán por ahí; Galeano reconoció los errores de juventud de “las venas abiertas” y la Historia no absolverá a Fidel Castro.
El Viaje fueron sabotajes reales y no, diarios perdidos y memorias inventadas, violencia y fantasías, mucha fantasía, y un paraíso que nunca fue, como en Peter Pan, en la Isla de Robinson, en los viajes imaginarios de Verne que no llegaron hasta aquí.
Colón no descubrió nada, redescubrió sería mejor decir. Queda lo efectual de la Historia, del redescubrimiento.
Hoy lo estoy recordando, en la extensión de la memoria y de la imaginación, en el libro que nos permite todo esto. Y mucho más.