Carlos Decker-Molina
Nadie en sus cinco sentidos pensó que volverían a caer bombas en Siria, pero la guerra no deja de ser maquiavélica; todo depende del poder: sostenerlo y, mejor aún, ampliarlo.
Los aliados de Bashar al-Assad son Rusia, Irán y Hezbolá.
Los enemigos son muchos más. Son varios los grupos que van desde los extremistas del Estado Islámico o los restos de este, hasta las milicias apoyadas por EE. UU. y las monarquías ricas del Golfo. Lo único que los une es el odio a la dictadura de Assad.
Uno de esos grupos es Hayat Tahrir al-Sham (HTS, por sus siglas en árabe, «Organización para la Liberación del Levante»). Su líder es Abu Muhammad al-Jawlani, quien tiene una trayectoria tanto como dirigente yihadista en Irak como en Siria.
Gran parte del noroeste está bajo el control de las Fuerzas Democráticas de Siria (FDS), un grupo liderado por los kurdos que contaba con el apoyo de EE. UU., pero Trump (durante su primer mandato) los dejó a merced de los ataques de Turquía. No hay que olvidar que los estadounidenses mantienen en la zona unos mil soldados.
Otro actor importante es Turquía, que se estableció en una zona cercana a su frontera dentro del territorio sirio, bombardeó y echó a los kurdos más adentro, son aliados estratégicos del PKK, la milicia kurda turca que tenía su santuario en el Kurdistán iraquí, una región bastante autónoma. El temor de Erdogan es la creación de un Kurdistán, una media luna que iría desde Irak, pasaría por Turquía y terminaría en Siria. Sería redibujar el mapa heredado del colonialismo y las dos guerras mundiales.
En Siria, desde tiempos del padre de Assad, ha existido un repudio al extremismo islamista, por lo que hay un gran sector de sirios que prefiere a Bashar al-Assad como el mal menor. Esto dificulta la unidad siria contra el dictador.
En 2015, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 2254, en la que se establece la “hoja de ruta” para la paz: “el pueblo sirio decidirá el futuro de Siria”, lo cual implicaba votos y elecciones democráticas. Siria, después de la guerra, no tuvo oportunidades; además, al dictador no le interesa la “hoja de ruta” porque Siria, según él, es la extensión de su patrimonio.
La guerra se detuvo gracias a las incursiones decisivas de las fuerzas kurdas que echaron a los ultras del ISIS. Siria quedó dividida, en la práctica, en dos regiones: una controlada por Bashar al-Assad y la otra bajo el control de los kurdos y otros grupos insurgentes islamistas, con la frontera controlada por Turquía. Alepo estaba sin definición: una parte bajo Assad y la otra con múltiples grupos anti-Assad. Desde hace una semana, está en manos de la insurgencia liderada por HTS. Estas tropas se adelantaron y están en Homos, la tercera ciudad del país. Los informes dispersos hablan de una retirada muy apresurada de las FF. AA. sirias.
Las embajadas de China y Rusia el sábado han instado a sus ciudadanos abandonen la capital de Siria “a la luz de la difícil situación militar y política”.
¿Por qué ahora?
Como mencionábamos al inicio, los aliados de Bashar al-Assad son poderes ocupados en otras guerras o muy debilitados. Rusia tiene varios frentes, el principal es Ucrania; su posición se tambalea en Georgia, y su gente en África sufrió grandes reveses, gracias a la inteligencia ucraniana que, se sabe, actuó bajo el principio de “debilitar al enemigo allá donde se pueda”.
Rusia sacó a sus militares de Siria para trasladarlos a Ucrania, pero dejó la aviación, que ya está actuando para defender a las tropas de Assad.
Hezbolá, el largo brazo de Irán en la zona envió sus mejores hombres a la guerra en Siria; hoy está debilitado tras la ofensiva de Netanyahu. Irán teme por su propia seguridad y ha quedado a la sombra de los acontecimientos, agazapado, esperando “mejores tiempos”.
Rusia no podrá enviar infantería para ayudar a Assad, pero lo apoyará desde el aire. Sin embargo, una cosa es la aviación y otra los drones de Turquía e Irán, los proveedores de Ucrania y Rusia, respectivamente. No se sabe si podrán entregar un arma tan eficaz a los contendientes en Siria.
El efecto Trump
Barnes-Dacey, director del programa sobre el Medio Oriente y el Norte de África del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, dijo a la prensa internacional: “Hay un sector en el entorno de Trump que quiere una agresiva política proisraelí y antiiraní en el Medio Oriente, y otro que aboga por el aislamiento, EE. UU. debe retirarse de la región”.
Hay quienes sostienen que Trump dejará el Medio Oriente en manos de su amigo Netanyahu, lo que aceleraría la retirada de EE. UU.
El régimen de Assad no quiere ceder y tampoco pretende alcanzar compromisos. Por eso, los países de la región están muy nerviosos y, en esas circunstancias –según Frankel-Pratt, un experto de la Universidad de Melbourne–, la tendencia es el conservadurismo.
La captura de Alepo por los insurgentes ha provocado una nueva avalancha de refugiados. Más de la mitad de la población de 22 millones de personas que vivían en Siria antes de la guerra están desplazados en diferentes países. Líbano, Jordania y Turquía albergan a más de 5 millones de refugiados. La UE, en 2015, no los recibió. Fueron Alemania, Suecia y los Países Bajos los que abrieron sus puertas humanitarias. Algo impensable hoy, ya que la UE se ha escorado a la derecha y los límites y condiciones para aceptar refugiados o inmigrantes se han endurecido al mínimo.
Último momento
Los jihadistes de HTS llegaron a Damasco y hay informaciones de que Bashar al Assad murió en un accidente aéreo. El problema es que pasa de aquí adelante, porque en Siria no están solamente los extremistas de HTS sino los kurdos y las fuerzas democráticas apoyadas por EE.UU. puede que siga la guerra entre ellos o que haya un control de Turquía que es una potencia regional.