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Reflexión de Diciembre

Márcia Batista Ramos

En diciembre la vida palpita en otra escala, no es como agosto o marzo, es muy distinta… Es más afanosa y envolvente.

Diciembre siempre llega con una personalidad más fuerte, cautivante. Cargado de alegrías y dolores como ningún otro mes del año.

Diciembre tiene otro tono. Diciembre tiene otra alma. Es como un viejo que viene cargado. Viene cargado de recuerdos. Y nadie puede escaparse. Además, no hay a donde huir.

Es el mes donde abunda la propaganda insensible, con estereotipos importados que hieren el alma de las personas normales.

Es el mes en que las frustraciones aumentan, porque en todos los días de diciembre se escucha y se ve imágenes idealizadas que no corresponden al ser humano promedio.

Porque el ser humano promedio no tiene chimenea en la sala, ni nieve en el jardín. Tampoco espera a papá Noel.

El ser humano promedio es el ciudadano que puebla el mundo deseoso de pan y paz, pero, son los gobernantes los que deciden su muerte o vida.

Es el habitante del mundo que tiene esperanzas que las cosas mejoren en el próximo año; que terminen: las sequías, el hambre y las guerras.

Es el hombre o mujer que trabaja siempre y cree en Dios y en su Justicia, porque las leyes y los hombres ya le fallaron muchas veces.

Es el hombre o mujer que tuvo que enterrar al hijo y vive acompañado por el dolor y el recuerdo que le carcomen el alma. Pero, silente y triste, él sigue adelante empujando la propia vida.

Ese es el ser humano promedio, él que vive la verdadera nostalgia de diciembre.

La nostalgia que invade con tantas luces artificiales que recuerdan antaño cuando las luciérnagas alumbraban en el bosque.

Además, recuerda el tiempo mal aprovechado. Las peleas innecesarias. Los proyectos no realizados. Las muchas frustraciones que se acumularon en el último año; en los últimos tiempos, en toda la vida… Porque son luces tristes sin savia en su brillo multicolor.

Entonces, la nostalgia de diciembre, invariablemente brota en una lágrima que se pierde en la intermitencia de lucecitas multicolores por doquiera que vaya el ciudadano promedio.

En diciembre los deseos se confunden entre lo que realmente las personas quieren y lo que el mercado de consumo impone.

Es cuando los protagonistas de la farándula, en su insensibilidad derrochan fortunas en superfluos que humillan a los seres humanos hambrientos o enfermos.

Es el mes que tiene siempre las mismas canciones que inducen a comprar y compartir aun cuando los seres queridos ya se fueron.

El mes que relaciona amor con regalos, no con sentimiento.

Diciembre es el mes de los recuerdos. También de los abrazos.

El mes del nudo en la garganta por tantos sentimientos mezclados.

Es el mes de la nostalgia de lo bueno que se fue.

Así es diciembre, el mes en que se debería recordar el nacimiento de Jesús, el Cristo Salvador.

El verdadero Avatar. El que vino a enseñar que todos los días son días buenos para dar las gracias por la salud y la vida que se tiene.

Que todos los días son buenos para decir que se ama.

Que todos los días son buenos para empezar otra vez.

Que cualquier día es bueno para perdonar.

Él que enseño a compartir él pan. A amar al prójimo y a vivir sin envidia ni codicia.

Jesús, el que nació en un diciembre para traer el mensaje de que la paz está en el espíritu. Y que la fuerza capaz de transformar el mundo está en los corazones.

Entonces, cada diciembre debería ser la conmemoración del nacimiento de todo lo bueno que existe en el espíritu. Con profundo amor Crístico, sin falsedades miramientos o gastos con objetos fríos que no llegan a los corazones. Sin necesidad de propagandas consumistas o luces artificiales.

Por lo que debería ser… Por lo que es… Diciembre es un mes en que siempre la vida palpita en otra escala.

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