Las próximas seis semanas serán otra prueba de fuego para la democracia boliviana; en ese corto periodo, tendremos que poner a prueba nuestras convicciones más profundas y al mismo tiempo compatibilzarlas con nuestro potente sentido de realidad política.
No va a ser fácil ni será el momento para los puristas, ni menos aún para los que pontifican con aires de superioridad moral, desde la cómoda posición de la inacción política.
La última maniobra anti democrática del gobierno de Morales accionada a través de la ley de partidos tiene como objeto justamente precipitar el proceso electoral de manera casi inmediata, y eso nos obligará a todos los que todavía creemos en la democracia, a tomar decisiones estratégicas y tácticas, determinantes.
Nuestra decisión tendrá que ser tomada sobre una convicción y sobre una certeza.
La convicción es la que la gran mayoría de los bolivianos tenemos en relación al 21F: nuestro voto debe ser respetado y esa es una lucha en la que no podemos ni tenemos que aflojar.
La certeza es que Evo Morales insistirá en violar nuestra decisión, y que va a ser candidato de cualquier manera. Tenemos indicios y señales de sobra que nos confirman con absoluta certeza que el presidente ha ratificado su decisión de no respetar el voto, de violar la constitución y de forzar su candidatura para quedarse en el poder a la mala. Lo ha dicho él y lo ha dicho su entorno una y mil veces pero más allá de lo que ya han dicho, sus acciones nos confirman que Morales será candidato, si o si, sin importar las consecuencias.
Basada en esa convicción y en esa certeza, nuestra decisión tendrá que contemplar que la única manera de garantizar que Bolivia siga viviendo en democracia, es asegurándonos de que Evo Morales no asuma la presidencia nuevamente el 2019.
Y eso significa que nuestra decisión nos debe preparar para que el mejor candidato enfrente a Morales en las urnas, aún sabiendo que la candidatura de Morales es absolutamente anti democrática.
Lo bolivianos que no hemos vendido nuestros principios al poder y a los privilegios, estaremos entonces obligados a tomar decisiones pragmáticas e inteligentes, que eviten que la última jugarreta del MAS logre lo que ellos quieren.
Y lo que ellos quieren (entre otras cosas) es que las prisas y la presión de los tiempos ocasionen que las oposiciones se precipiten y la tarreen conformando algún tipo de coalición forzada y apresurada, que resulte inaceptable para esa tremenda mayoría que no quiere ni juntuchas ni saltos mortales al pasado.
Por eso es que ese cuento de la unidad a la rápida y a cualquier precio es tan, pero tan peligroso. Y parece que hay gente que más bien está buscando que cunda el pánico para intentar justificar una candidatura única de oposición o una megacoalición al puro estilacho del pasado. Eso sería lo peor que nos puede pasar, porque sencillamente le gente rechaza esa idea y porque los únicos contentos con ello serían los del gobierno.
Las decisiones que tomemos es estas semanas tienen que ser consecuentes en términos políticos pero ante todo viables en términos electorales. Para ello se necesitará sensatez, serenidad y mucho desprendimiento de parte de todos los líderes de las oposiciones.
Así es que, señores, templanza para no caer en la trampa del gobierno.