¡Allí donde hay una banderita roja, allí hay chicha!
Maurizio Bagatin
Una chichería es La Frasca donde mi abuela atendía a los obreros, al médico y al cura, también a todos los vagos del pueblo; era cuando la guerra terminó y todos tenían ganas de rescate, había ánimo, fuerza, y mucha alegría. Era la cantina del vino verdadero, de los chistes sanos e inteligentes, de una felicidad en búsqueda del olvido, de una memoria que cantaba y reía. Una banderita que fue trapo de batalla, color de la sangre y una ramita puesta como insignia de una hostería. Un ágora adonde, in vino veritas, uno se quitaba el calzón.
En una comunidad la banderita es blanca, ¡allí hay chicha!
La chicha es kaluyo, son los veinte años y no tener más dinero que para la primera chupa en compañía. Hacerse a los valientes y conquistar. De eso se trata, ser poeta, ser punk y ser animoso. Una poesía del Profesor: “Ma i generali gli rispondono che l’uomo è vino / Combatte bene e muore meglio solo quando è pieno” (Pero los generales le contestan que el hombre es vino / Pelea bien y muere mejor solo cuando está lleno). El vino como la chicha.
La chicha es rebelde, la chichería es la catacumba de los últimos. Allí deparan los sueños y las pesadillas, ahí empiezan todas las historias. En la chichería el teocintle de ayer es transformado en la endorfina de hoy. La genialidad del mundo andino y también las pequeñas dosis de veneno, que tomadas con minuciosa lentitud, pueden convertirse en medicamento. Para los cuerpos y las almas. Lugar de Van Gogh y de Paracelso.
En una chichería todos los sistemas filosóficos pesimistas podrán mejorar o empeorar, dependiendo de la digestión. Lo mejor es sentarse en un adobe calentado al sol de septiembre, bajo un molle y disfrutar toda la poesía y la virtud. La chicha es el vino para Baudelaire…