En Bolivia hay un lugar donde entrar a tomar fotografías puede ser letal para la seguridad física de quienes no forman parte de ese escenario. El lugar se llama Nuevo Aroma y está dentro del trópico de Cochabamba, hasta donde se llega iniciando un viaje desde el Castillo, donde hay una tranca policial muy cerca de Villa Tunari, donde empieza una carretera asfaltada que desemboca en el río Isiboro, la mismísima puerta al Tipnis.
Está prohibido sacar fotografías a las obras viales que se construyen en esa zona y que los defensores del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure advierten que amenaza romper con la vida silvestre y las comunidades ancestrales de esa reserva natural a la que ahora mira el mundo. El mandato implícito en este lugar es prohibir a las personas extrañas que osen sacar fotografías como evidencias de que el tramo carretero que introduce al Tipnis sigue su curso, pese a que dos marchas de indígenas desde Trinidad hasta La Paz se han librado para evitar que el asfalto rompa el corazón de la reserva natural donde los habitantes originarios conviven con el chancho tropero, el mono nocturno, la hurina y el jaguar.
Un periodista de EL DEBER ingresó la pasada semana a Nuevo Aroma que está dentro del polígono 7, dentro del Tipnis, para realizar un reportaje para saber qué está pasando en esa jungla tropical. Pero un grupo de habitantes lo retuvieron, le hicieron borrar las fotos y le amenazaron con agredirlo. Con sus celulares sacaron fotos de su documento de identidad y le exigieron un monto de dinero para salir ilesos.
Y el sábado pasado la comisión del Tribunal Internacional de los Derechos de la Naturaleza fue bloqueada por los colonizadores, retenida e impedida de ingresar al Polígono 7 del Tripnis.
¿Qué país es ese donde ocurre todo eso? Un Estado dentro de un Estado. Eso pensé tras que el periodista me llamó para contarme lo sucedido. Y entonces volví a preguntarme: ¿cómo es posible que en Bolivia exista un lugar, o varios lugares, donde pobladores apliquen su política del miedo para que no se sepa o se denuncie lo que ocurre ahí adentro?
Hace varios años yo había estado en esa zona -cuando del Tipnis no se hablaba nada-. Esa vez ya sentía la mirada desconfiada cuando iba entrando a los terrenos ganados por la coca. Muy cerca se escuchaban bramidos de motosierras que tumbaban árboles para que la hoja milenaria gobierne sin problemas.
Por eso la pasada semana volví a hacerme esas preguntas y a desempolvar un viejo recuerdo que lejos de haberse evaporado, está vigente, latiendo en la espesura húmeda, listo para intervenir cuando alerte que gente extraña ha pisado su suelo donde puede que estén pasando cosas extrañas.