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Poemas de Adhemar Uyuni Aguirre

LXXIII

Por qué a medianoche el traqueteo de los trenes
que en la plaza se embarrancan
suena al oído taciturno como la soledad
el eco que no pregunta ni responde
soy yo el que hunde los dedos en el espejo
óyeme girar alrededor de mis palabras inconclusas
qué sucede cuando quiero asir mi sombra y no hay
la ciudad deambula estremecida como una mujer desnuda
un grito sórdido desatado lleva dentro el pecho
el cielo oscuro desdibuja las formas de mi cara
despertar mañana para dirigirse hacia dónde
a que techos esperanzados que esperan nevados
a qué tibieza cálida de brazos que puedan cobijarnos
tengo sed
mis manos levantan agua del río
el río no existe
abro la boca y voy a beber
el sueño humilde humildemente me abandona
¿Por qué esperar? ¿A quién esperar?
La ciudad es un bosque de árboles desconocidos
una luz borrosa
calles incandescentes que al primer paso arden
mi cuerpo esperando a mi cuerpo
un canto triste para rejuvenecer hacia la aurora
una lágrima derramada en la alegría de cualquier rostro
acaso este caminar no es un dormir para siempre?
Quién habla de muerte si no es así: fui quien soy
mutismo
proseguir entre soles rojos sangrados
uno frente al otro caminar
proseguir en silencio silenciosamente
habitar la última morada donde poder abandonar nuestra imagen

cada vez que vuelvo los ojos hacia ti
una lluvia de pétalos cae sobre la arena del sol desierto.

II

Fue la soledad melancólica ávida y trémula
Fortuna silenciosa talada en el desierto
La blancura pálida del gélido
despertar tocando el hielo
Pájaro vidente sepultado en la nieve
Pero a ti llego de mis confines destierros
Como los vivos que paso a paso caminan
Hacia los pasos abandonados de los muertos
Este vegetal terrible que llorando dejo en tus manos
Es un puente construido en medio del barranco
Una barca cuando la tarde llega
despliega sus arduas velas
Se aleja sin decir adiós
como si fuera lo último que deja el verano
Llego a ti de mis confines destierros
Esta tristeza es una noche de otoño
Caída bajo las hojas de un árbol
No temas llamaré tres veces a tu puerta
Sin atreverme a dar el primer corto paso
Un relámpago nace herido en el espejo
Estalla en la oscuridad
Desaparece luego como un pez plateado
Si tienes un sueño empieza a contarlo
Igual que estas trastornadas estrellas
Que de mis ojos sobre la mesa caen
Cerca a la ventana desnudo tu cuerpo
Como la noche henchida que impide ver tu rostro
A tientas desnudo tu cuerpo desnudo en mis brazos
Mis manos ciegas alzan vuelo
después de tocar tus labios
A tientas extiendo una larga nube
sobre tu pecho mojado
Un niño descalzo atraviesa la urbe dormida
Lleva prendido oro eterno en su cántaro de barro

V

Mientras ella habita sus días en un barco
Él mira temblar la tierra como un pez sin agua.
Ella se aleja en el barco, el barco vuela
El espera una relojería mirando las estrellas con fijeza.
Ella navega guiada por esas mismas estrellas
Él es un árbol caído con la realidad del sueño.

Ella llega a las islas, desembarca, llueve
Él es un marino bajo el mar dibuja el zodiaco.
Ella camina sobre la playa, la playa es de humo
Él reverbera como luna que ha caído sobre las aguas.
Ella en la isla busca su yo desconocido:
su realidad, su mirada
Él, que no tiene resonancia, habla y sueña caminando.
Ella retorna, sopla las velas del barco, regresa
Él espera y se espera sabe que la luna llegará con ella.
Ella mira a través de lo mirado
Él nieva y la oye llegar a través de tantos adioses

Y mientras ella sonríe sus soledades hasta el arroyo
Él detiene la correspondencia y la lista de invitados.

VIII

Sin agonías
Lo que tengo
No alcanza para ofrecer a nadie
Soy mendigo de-mi-mis-mo.

La fractura de los días
Las aves retornando del exilio marino
Nieve y fuego en cada una de tus manos
Sin cristales contemplo mis sueños
Desnudo quiero adquirir
Lo tuyo y lo mío
Que sin embargo es nuestro.

Continúa tu presencia en el sueño
Te ofrezco secretos
Historias que nadie sabe
Ni yo mismo puedo recordar
Si alguien te contó lo que te cuento
No finalizo
Búscame en el próximo movimiento

Asistimos al comienzo.

XII

Vengo de las flores que un día vieron pasar
mi sombra ojerosa desterrada en el hastío
Y estoy aquí, rodeado de ojos,
Hay perlas en el corazón de la noche.
Olvido. ¿Soy cálculo o azar? Recuerda
Tu voz se apaga mientras tañen campanas negras
La niebla enmudece el quejido de la luna
El viento sopla en palacios vacíos
Tras el cristal tus alas son de nieve
Agua violeta cae de tu boca -Después de mí
llegarán bandejas y bandejas llenas de estrellas.

XX

Al amanecer más altos que yo relampaguearon
Entre sombras que como fieles guardianes me rodean
Yo que no tuve desaliño alguno
Y tuve una visión cuya memoria es el infinito
Tengo que levantar mis propias piedras
Y destrozarme mis ojos oídos y labios
Estación nocturna que habla por mi sueño
Frente el roto espejo que olvida rostros que vio
En sal y sangre levanto tristes desfallecimientos
Pido simplemente que el sueño del futuro
Desenmascare su gran mentira lo que nos usurparon
Y cambiado quieren depositar y devolvernos
Nadie levante la voz contra lo sucedido
Fuimos nosotros mismos el despertar que seremos
Y esto que hoy sin pensarlo y para siempre nos aleja
Es la verdad que desentierra el rostro que no vemos

Fui asesinado por mis propios hijos.

XXIII

Por qué a medianoche el traqueteo de los trenes
Que en la plaza se embarrancan
Suena al oído taciturno como la soledad
El eco que no pregunta ni responde
Soy yo el que hunde los dedos en el espejo
Óyeme girar alrededor de mis palabras inconclusas
Qué sucede cuando quiero asir mi sombra y no hay

La ciudad deambula estremecida
como una mujer desnuda
Un grito sórdido desatado lleva dentro el pecho

El cielo oscuro desdibuja las formas de mi cara
Despertar mañana para dirigirse hacia dónde
A que techos esperanzados que esperan nevados
A qué tibieza cálida de brazos
que puedan cobijarnos
Tengo sed
Mis manos levantan agua del rio
El rio no existe
Abro la boca y voy a beber
El sueño humilde humildemente me abandona
¿Por qué esperar? ¿A quién esperar?
La ciudad es un bosque de árboles desconocidos
Una luz borrosa
Calles incandescentes que al primer paso arden
Mi cuerpo esperando a mi cuerpo
Un canto triste para rejuvenecer hacia la aurora
Una lágrima derramada
en la alegría de cualquier rostro
Acaso este caminar no es un dormir para siempre?
Quién habla de muerte si no es así: fui quien soy
Mutismo
Proseguir entre soles rojos sangrados
Uno frente al otro caminar
Proseguir en silencio silenciosamente
Habitar la última morada
donde poder abandonar nuestra imagen

Cada vez que vuelvo los ojos hacia ti
Una lluvia de pétalos cae
sobre la arena del sol desierto.

Biografía

Adhemar Uyuni Aguirre, Oruro, Bolivia, 1954 – Cochabamba, Bolivia, 1998.- Poeta. De profesión sociólogo, hizo estudios en la UMSS de Cochabamba y en la Universidad Complutense de Madrid (1978). Tuvo una maestría el Estudios Latinoamericanos (1987). Docente y director de la carrera de Sociología en Cochabamba.

Edwin Guzmán Ortiz señala que “Sus tres poemarios son producto de una elaboración tan lenta como intensa de su vivencia entre Cochabamba y Madrid y de viajes por diferentes países europeos y africanos; en ellos re refleja su permanente trance de búsqueda, preocupado por el juego de apariencias y las visiones caleidoscópicas, que recupera de un mundo esencia”.

En Nocturno del jardín, escribió: “Estas llamaradas paso a paso recogemos / estos murmullos cavando aterido el corazón / esta noche responde arena plañe agua nocturna / salobre hielo, sol vaho saliva y tierra / rumbé sigiloso hacia los áticos recoletos. / EL ojo de la aguja como un paréntesis / cuan cierto será que no fuiste quien eras / sea imborrable páramo hiedra cauce del aliento».

Libros

Poesía: La sombra y el espejo (1997); Del fuego blanco (1997); Nocturno del jardín (1997).

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