La pérdida de la sensibilidad humana, en este tiempo y en nuestra sociedad, se está naturalizando y es muy lamentable que la ayuda, la bondad, la humildad ya nos cuesten tanto, cada vez más, pero ¡Cuánto podrían aportar a las personas! Jamás sabremos qué hay detrás de la seriedad o el mal humor de una persona; quizás hay un pariente con enfermedad terminal o un familiar en la cárcel o unos hijos en adicción… resulta tan fácil juzgar cuando nuestra realidad es tan cómoda.
Ver por las calles personas vagando, en estado de embriaguez o de sueño profundo, que se dejan caer sobre las veredas es algo que no puede sino conmover a cualquier persona sensible; y lo vemos con total normalidad; resulta casi inhumano no preocuparnos por este tipo de imágenes: niños adolescentes consumiendo bebidas u otro tipo de drogas o quizás personas ejerciendo violencia verbal o física sobre personas ancianas, niños o personas con discapacidad. En el fondo, todo ello constituiría que fuéramos nosotros cómplices silenciosos al no ayudar o denunciar o rescatar por así decirlo de estas vulneraciones en los derechos.
Duele ver en nosotros mismos que vamos perdiendo el raciocinio, la bondad, la ayuda que podamos prestar, la gentileza para con nuestro prójimo. Sin otros tiempos y el mundo cambia incesantemente. La soledad y el aislamiento de todos, como resultado de la vida virtual, ayuda a fomentar este problema. Sabemos bien que con muchas denuncias que se hacen o ayudas a estas personas víctimas de violencia, la persona denunciante se incrimina y se la llama como testigo para declarar o le obligan a dar sus datos personales, lo que constituye también una desprotección por parte del ente que debiera proteger la seguridad de quien obró de manera correcta como ciudadano y como persona.
En algún momento, todos fuimos malagradecidos con quienes nos ayudaron y, aunque lo reconocimos, puede que no haya existido la oportunidad de reponer las acciones erróneas, lo cual que supone un gran aprendizaje de vida.
