Blog Post

News > Etcétera > Pasaje a Este

Pasaje a Este

Maurizio Bagatin

No será solamente un puente en separar lo imposible. Es imposible separar el milenario mestizaje y los diferentes lenguajes que transitaron por aquel puente. Rumania es ladina y a dos santos se le atribuye el alfabeto glagolítico, venían de Tesalónica, bizantinos – se reirá el Gótico alteño – que se ingeniaron en traducir la Biblia entre los pueblos eslavos. El Este son caminos hechos de conflictos, montañas y desencuentros. Ivo Andrić mira a Oriente, leyó a Dostoievski y a Balzac, nosotros recordamos a Radio y Televisión Capodistria, cuando de niños nos hablaban de Tito y de mujeres con muchos pelos en sus piernas y en sus sobacos, eran las eslavas batalleras enfrentándose a fascistas y al comunismo. Las volvimos a ver en las películas de Emir Kusturica, algunas las recuerdo cruzando el país de las águilas narrado por Ismael Kadaré. A inicio de los años noventa el inmenso buque Vlora trajo a miles de desesperados narrados por los abuelos con pies y manos congeladas durante la Gran Guerra. No, no era el buque que trajo Ilona con la lluvia, este pasaje es tropical y conserva un amor imposible, una historia que solo el gran Alvaro Mutis pudo narrar. En nuestra tierra seguía viviendo una minoría albanesa, una minoría griega, el occitano exiliado en Calabria, y muchas otras y casi imperceptibles manchas de presencias orientales, turcos en Friuli, dálmatas en la región de Marche, los eritreos y los somalís en la Roma africana de Fellini y Zavattini. Conservábamos una Babel en miniatura.

Un guardia de frontera eslavo nos detuvo cuando estábamos cruzando una invisible frontera entre Italia y Yugoslavia, yo y mi tío andábamos buscando hongos en el bosque, los años ochenta aun conservaban una cortina de hierro desnuda y firme, aunque no se vivía la álgida tensión de los años que le siguieron a la Segunda Guerra Mundial. Era esloveno y nos habló en italiano, sonreía por la situación que estábamos viviendo ambos, con sus palabras anticipó que todo duraría hasta que Tito estuviera vivo. Compartí con él una tableta de chocolate belga, él con mi tío unos cigarrillos de contrabando, y se fue sonriendo, vivía a pocos kilómetros de Nova Gorica, donde solo un muro sigue separando Italia y Eslovenia, Gorizia de Nueva Gorica, para nosotros Occidente con Oriente.

Hace poco dias tomé después de muchos años la šljivovica. Es el aguardiente de fruta croata que en Friuli viene servida para humedecer a la gubana, un dulce tradicional de la región, un toque longobardo con influencia de los Balcanes, un dulce que una ancianan de Nimis nos inviotaba cuando niños íbamos destruyendo como al paso de Atila, campos de maíz y de alfa alfa. Edoardo y Marco la trajeron desde Udine, 43° de vitalidad de confín, de pasión y de mestizaje. Pasaje hacia el Este inevitable, una Mitteleuropa que no oculta su amor y su desamor; no tan lejos, Trieste recuerda la poesía de Biagio Marin, a través de su ciudadano más ilustre, Claudio Magris, a través de un autor que viajó llevándonos todos a navegar las aguas del Danubio. La próxima semana presentarán un libro – lo llaman libretto, por su formato, por su tamaño, tal vez también por su edición – titulado Bolivia, es una bella publicación sobre un guerrero de la Guerra del Agua, Oscar Olivera y una periodista de pura cepa, Zulema Alanes. Me invitó el fotógrafo Danilo De Marco a que escriba la introducción, un honor y un placer intentar plasmar en pocas palabras, en un destilado, que Historia logra recordarme y recordarnos este país a 200 años de su fundación. Mis casi treinta años en esta tierra intentan ser de aporte a todo esto. Este y el mundo, Este y Sudamérica, Este y Bolivia, quisiera un día poder escribir sobre la presencia de los friulanos en esta tierra. Brindamos con vino blanco a esta idea que ya tiene un título: “Il frico e la polenta. Presenze friulane in Bolivia”.

Mundo Absburgico ama definirlo Claudio Magris, así prefiere que se lo conozca, después de Ivo Andrić el Nobel de Literatura no tocó tierra eslava. Danilo Kiš lo mereció, escritor bastardo como le gustaba ser definido, cruce de muchas culturas y de intensos choques, Circo familiar es un summa literario de inmensa envergadura. Emir Kusturica debe sufrir de algunos de sus pecados veniales, Peter Handke de su sinceridad, Helena Janeczek sigue mirando el horizonte lleno de amor de Gerda Taro por Robert Capa.

Miro un imaginario Tagliamento, al subterráneo Isonzo, memoria de mil batallas y sangre de muchas vidas, recuerdo aun el perfil de los Alpes Cárnicos con su silueta de una infancia ingenua e inocente, las primeras palabras de Pasolini a mi oído, un tren que frena antes de llegar a Opicina, unas curvas y el mar, el viento que tiene un nombre tan frio como su evento, la Bora, una poesía de Umberto Saba y es el este, es Oriente.

error

Te gusta lo que ves?, suscribete a nuestras redes para mantenerte siempre informado

YouTube
Instagram
WhatsApp
Verificado por MonsterInsights