Vivir a las puertas de una crisis económica que amenaza con ser más seria de lo que los pronósticos más pesimistas anunciaban es desesperante. Pero si bien cualquier crisis puede, en teoría, ser prevenida, sus efectos no siempre pueden ser evitados. Ante ese panorama tan poco alentador existen varias actitudes que se podrían asumir: Entregarse a la desesperación, reflexionar seriamente en no volver a votar por charlatanes-incompetentes, organizar protestas callejeras y manifestaciones en respuesta a la incompetencia del Gobierno. Empero, evadirse momentáneamente de la cuestión también puede ser una salida provisional, pues, si todavía nos sentimos impotentes para protestar, una fuga breve de las miserias de la política, los problemas económicos, los indignantes casos de corrupción y mal manejo de recursos públicos, puede ayudar a prevenir el colapso de nuestra frágil salud mental. De todas las formas de evasión, el cine brinda una de las experiencias más reconfortantes de la vida moderna.
De las grandes películas de los últimos años, «Druk» (2020), traducida al castellano como «Otra ronda» del director danés Thomas Vinterberg, ocupa un lugar especial en mi corazón. Un film inspirado en la filosofía existencialista de Søren Kierkegaard y que aborda la contemplación de la juventud como un proceso de constante reconstrucción. Cuatro amigos, maestros de secundaria, cuarentones, cansados de la rutina laboral, resentidos por no poder motivar a sus estudiantes y con diferentes problemas personales, deciden experimentar la tesis del psiquiatra Finn Skårderud, quien afirmaba que, si se mantiene un nivel de alcohol (0.05%) de manera permanente en la sangre, se incrementa la relajación de un individuo, permitiéndole un mejor desempeño social. El experimento de Skårderud es aplicado por los cuatro amigos, planificando la ingesta de cantidades fijas de alcohol durante los días laborales y manteniendo una sobriedad estricta los fines de semana. El objetivo es permanecer en un estado de motivación e inventiva lo suficientemente potente como para fomentar el desarrollo de procesos creativos en su actividad docente, pero manteniendo la capacidad de autocontrol sin despertar sospechas del entorno inmediato (estudiantes, familiares, otros maestros y, por supuesto, las autoridades del colegio). En un principio, experimentan mejoras notables en su desempeño, desarrollan clases donde los estudiantes recuperan el interés por aprender, se esfuerzan por ser más ingeniosos y vuelven a apasionarse por los temas enseñados. Viven una especie de retorno a sus años de juventud, en los cuales la docencia era algo más que un simple trabajo. Martin (Mads Mikkelsen), el personaje principal de la película, podrá, bajo el influjo de borracheras bien dosificadas, pasar más tiempo con sus hijos y reavivar la pasión en su matrimonio. En varias partes de la película se nos muestra cómo artistas, políticos y otros personajes influyentes, desarrollaron sus actividades bajo la influencia del alcohol (algunos en estados crónicos de embriaguez). Sin embargo, paulatinamente el experimento se sale de control. La ingesta diaria de bebidas va incrementándose despertando sospechas en familiares, acusaciones en el entorno laboral, para finalmente decantar en el alcoholismo de los cuatro amigos con sus terribles consecuencias.
«Otra ronda» explora la relación entre el funcionamiento de las sociedades modernas y la dependencia al alcohol, pero también las distintas formas en que la rutina de la vida cotidiana, las relaciones familiares y el mundo del trabajo, socaban al individuo con su monotonía y ausencia de sentido. La obsesión con la productividad y el rendimiento conducen a una situación límite donde es imposible considerar la fragilidad humana, donde se hace difícil sopesar la posibilidad de fracasar en nuestros empeños. Esta situación genera una alta concentración de ansiedad, donde la sensibilidad humana está irremediablemente asediada por la posibilidad de no cumplir las expectativas sociales, económicas y culturales en las cuales se desenvuelven las sociedades modernas. Entre el capitalismo y el consumo de alcohol (de cualquier droga legal) existe una relación de complementariedad que puede provocar conductas compulsivas y autodestructivas.
En “Otra ronda” se plantea la cuestión de si la vida requiere una actitud resignada que conduce al nihilismo o, por el contrario, hace inevitable existir en una situación crónica de desesperación. Sebastián, uno de los estudiantes de último curso, llorando y destrozado por el estrés, sintetizará esas ideas en un dialogó conmovedor: “Tareas, exámenes, exposiciones. El año pasado me quebré durante los exámenes de fin de año. Tengo que pasar, no puedo repetir un año más. Mientras consiga un promedio de B+ puedo ingresar a la escuela de medicina. Pero ahora mismo tendré suerte de pasar”. Uno de los maestros que experimentaron con la teoría de Skårderud, le dirá: “¿Alguna vez consideraste tomar una copa antes del examen? O tal vez dos para aliviar tu ansiedad y aflojar tu lengua. Sé que suena loco, pero no se lo diré a nadie. Vamos toma un trago, no se lo diré a nadie”. Durante el examen final, picado por el vodka, Sebastián hará suyas las palabras de Søren Kierkegaard, quien plantea una alternativa a ese callejón sin salida de indiferencia y desesperación: “Un ser humano es una síntesis del espíritu y el cuerpo. El concepto de ansiedad en Kierkegaard ilustra cómo el ser humano afronta la noción de fallar. Y, lo más importante, el haber fallado. Debes aceptarte a ti mismo como falible, para amar a los demás y a la vida.” Al graduarse, los estudiantes entonaran una canción folclórica danesa que recupera ese mismo espíritu:
Amo este mundo abigarrado,
a pesar de su necesidad y lucha,
para mí la tierra es hermosa,
como en la época de los patriarcas.
He llorado como otros de dolor.
Porque mi burbuja estalló.
Pero la burbuja no es el mundo
Si no tuviéramos nada por lo que luchar
¿Qué seriamos entonces tú y yo?
Es por eso que amo este mundo,
a pesar de su necesidad y lucha,
para mí la tierra es hermosa,
como lo fue en la época de la creación.
En estos momentos pienso en todas las veces que sentimos la frustración del fracaso, el sentimiento de no poder hacer algo para cambiar el rumbo de las cosas, como quizá se sienten miles de personas en nuestro país ante el abismo de la incertidumbre en el que vivimos los últimos meses. Pero entonces recuerdo las palabras de Kierkegaard al comienzo de “Otra ronda”:
¿Qué es la juventud?
Un sueño.
¿Qué es el amor?
El contenido de un sueño
Así, pienso en los jóvenes con los que trabajo, a veces tan ingenuos, pero tan vivos, sin tantos traumas y cicatrices del pasado, y con tantas esperanzas puestas en le mañana.