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Microrrelatos – Colección de literatura breve CLXXX

Mi ciudad

Calixta Choque Churata – Bolivia

Entre mi ciudad del tercer mundo y la ciudad de Europa Central contemplo al mendigo con su su gorra para recibir la moneda. Su cara inclinada ve con alegría la bondad de su gente. 

El Aleph adelgazado II

Daniel Frini – Argentina

Daneri supo —el Aleph muestra, a la vez, todos los tiempos— que Beatriz moriría en febrero, que la casa de la calle Garay sería demolida y que él recibiría el Segundo Premio Nacional de Literatura. Supo de Borges rumiando su envidia y disfrutó cuando pudo afligirlo con una lectura de su poema. Supo del éxito moderado de sus otros libros y de su austero sitio en las letras argentinas. Supo, también, que el otro sería olvidado.

Impulso

Fabiola Morales Gasca – México

Cuando estaba con extraños bien vestidos, pero con zapatos descuidados le entraba una ansiedad inexplicable. Ante sus ojos una cortina de recuerdos lo inundaba. Veía a su madre cocinar, a sus hermanos jugar con el gato amarillo de ojos grandes, mientras sentía de su padre los azotes por ensuciar su único par de zapatos. Luego venía lo inevitable: se le ponía la carne de gallina, le subía la temperatura, desfallecía e iniciaba la convulsión. Cuando despertaba todo se le había esfumado, menos el impulso de reparar su impecable calzado.

Invencible

Juan Martínez Reyes – Perú

La leyenda dice que venció a dos gigantes, capturó a un unicornio, y cazó un jabalí sin ayuda de nadie. Su mejor talento fue hilvanar hazañas increíbles con la sagacidad de un zorro. ¿Quién pensaría que su primera proeza, matar siete moscas, le diera tanto prestigio?

La ley en la mano

Chris Morales – México

Un día la muerte se enojó al ser ignorada y corrida de una boda por, dizque, no contar con invitación. Pidió a sus superiores le concedieran permiso para encarnar una figura eclesiástica. En adelante, la cura finalizaba la misa diciendo «lo que Dios unió no lo separe el hombre sino la muerte». Las recepciones se daban en un velatorio.

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