Óscar García Guzmán no escribe para adornar la realidad. La raspa, la incomoda, la pone en evidencia. Arquitecto de formación, músico por vocación, escritor por necesidad expresiva, ha transitado por la poesía, el periodismo, la gestión cultural y la composición musical con una mirada crítica, lúcida y profundamente boliviana.
Autor de libros como Golpes de tambor, Morena rena, Libro de rastros, libro de velos, Elogio de las cosas, Libro de líquidas fusas. García ha construido una obra que mezcla ironía, ternura y provocación. Sus textos, publicados en medios como La Razón, son parte de una escritura que no busca agradar, sino incomodar con elegancia.
Pero hay otra ciudad detrás de sus palabras: La Paz. No la postal, sino la nocturna, la que respira en callejones, bares, plazas y silencios. Esa ciudad que Jaime Sáenz convirtió en mito y que García evoca desde la crónica, la música y la memoria. Las noches paceñas, los personajes marginales, los gestos urbanos, todo eso aparece en su obra como una cartografía emocional que no se puede leer sin sentir.
Como músico, ha realizado arreglos y composiciones para películas bolivianas, y ha sido fundador de la Orquesta Contemporánea de Instrumentos Nativos y del taller Arawi, dedicado a la música popular boliviana. Actualmente, se dedica a la docencia en el Conservatorio Plurinacional de Música, a la escritura de columnas y a la creación musical, manteniendo una presencia activa en el debate cultural del país.
Esta entrevista no pretende definirlo. Pretende escucharlo en su oficio, en su forma de afilar el lenguaje para entender Bolivia. Inmediaciones abre esta conversación como una invitación a leer y conocer a Óscar García Guzmán: su palabra, su música, su ciudad, su manera de interrogar la realidad. Una oportunidad para entrar en el territorio de sus preguntas y dejarse incomodar con elegancia.

- ¿Qué te llevó a escribir? ¿Fue necesidad, accidente, vocación o resistencia?
Es una pregunta que lleva a mirar en el espejo, o más allá, para buscar motivos por los cuales escribo. Escribir no es nada más que poner en un papel o en un ordenador, las ideas sobre el mundo, sea real o no, y sobre lo que a los seres les pasa en esos mundos. Escribir quizás surge de una manera de conectar con esos mundos, de nombrarlos, de evocarlos, de denunciarlos o finalmente, de re inventarlos. No sé si sea una necesidad sino más bien una suerte de pulsión relacionada con la palabra articulada y su función comunicante. La palabra fue primero sonido, seguramente como una alerta, hasta que se convirtió en una serie de eslabones para contar y más tarde, para fijarlas en un soporte, barro, papiro, papel y por mientras, también en uno digital. Esa pulsión cuyo destino son los ojos ajenos, es una forma de deshacerse de dudas, de pensamientos, de múltiples experiencias que serán finalmente, otras experiencias. Es probable que al avanzar con esta entrevista, sepa más sobre algún motivo preciso, una tarde frente a un cuaderno de contabilidad en blanco, que me llevó a escribir.
2. Has transitado por el periodismo, la música, la literatura y la gestión cultural. ¿Qué une todas esas formas de expresión?
Por el periodismo, no. El oficio de informar de manera veraz, para evitar manipulaciones, falsedades, sesgos, invención de narrativas salidas del sombrero de un conejo, no. No fui ni lo intenté ni lo haría, cada oficio, en las mentes de quienes lo hayan elegido, o no. Se suele terminar ejerciendo un oficio no elegido, a lo mejor como el de un verdugo, quizás.
La música y la literatura comparten una cantidad desconocida de cosas, pues resulta que cada vez que se piensa en esa relación, aparece una nueva conexión. Hay, por supuesto, diferentes relaciones establecidas, bien por quien escucha y lee, bien por quien escribe, música y literatura, en cualquiera de sus géneros. Para quien experimenta la escucha y la lectura, a lo mejor un conector sea la imaginación, las interpretaciones múltiples, la catarsis. Para quien escribe, la técnica. Las técnicas. Que se unen, se tocan, se colaboran, tienen una relación de reciprocidad. Las formas, el silencio, las texturas, las estructuras dinámicas, se comparten, a pesar de que entre ambas, literatura y música, hay un aspecto parecido a los contrarios complementarios. La música es un lenguaje asignificante, la literatura no.
En relación a la gestión, se trata y se trató siempre, de pensar en el trabajo de otras personas y en cómo involucrarse, de manera creativa, en su difusión. Producir eventos, grabaciones, conciertos, manifestaciones de otras expresiones, pero siempre, de manera creativa, vale decir, a través de criterios que provoquen alguna novedad. Así se fundó el Taller boliviano de Música Popular Arawi, se hicieron los conciertos acústicos de rock, por primera vez, en el Teatro Municipal de La Paz, los Festivales bolivianos de música contemporánea, las colecciones de mesomúsica denominada Vibra mi patria, el proyecto Paisajes sonoros de Bolivia y más.
3. ¿Qué te incomoda más del discurso oficial sobre Bolivia? ¿Y qué te conmueve todavía?
Los discursos oficiales han ido cambiando, como en cualquier otro país o sociedad, o ciudad estado, de acuerdo a las ideas de los gobernantes. Es decir, quien tiene el poder, tiene el relato. Todo discurso está hecho de ideas acomodadas a los intereses de quienes detentan el poder. En los años de las democracias, las ideas deben acomodarse para mantener un determinado número de votantes, para mantener el poder. Amlo dijo, por ejemplo, en cierta oportunidad, que los votos de los pobres son imprescindibles, por lo tanto hay que mantenerlos pobres, o mejor aún, empobrecer a mayor cantidad de la población. El discurso, además, requiere de una producción simbólica y para eso se inventa una serie de símbolos como banderas, escudos, escarapelas, se usan animales de toda índole y por supuesto, producciones que pertenecen a la esfera de las expresiones del arte y del entretenimiento. Así, el discurso oficial, o mejor dicho, la cultura oficial, usa a escritores, poetas, compositores, pintores, escultores, dramaturgos, cocineros, historiadores, filósofos de medias aguas, para consolidar el discurso, los relatos con frecuencia intragables pero que repetidos con una base de información mediática absolutamente articulada, se hacen verdades oficiales. Lo dijo como una sentencia Goebbels y el resto son aplicaciones groseras y carentes de rubor.
Muchas personas, miles de personas, empobrecidas, en situación de pobreza y en pobreza extrema, son quienes con mayor frecuencia creen en esta clase de discursos oficiales, que suelen encriptarse en diversas clases de populismos, que no importa en qué lado del binarismo obsoleto digan que están. Y esas miles de personas, al cabo de años de vivir bajo capas hechas de falsedades, no cambian, no cambiaron ni cambiarán de situación. Eso es doloroso. Ya se sabe, los privilegios, como la miseria, se heredan.
4. ¿Cómo ha cambiado tu forma de escribir con los años? ¿Qué dejaste atrás y qué no puedes soltar?
La escritura, pienso que es un poco como el barco de Teseo, con el tiempo va cambiando de varias formas. El vocabulario se incrementa y cambia la escritura, se experimentan formas, se apuesta por la aventura del lenguaje, por la incomodidad formal, por la renuencia a repetir modelos, técnicas, recetas. Que no quiere decir no conocerlas, por supuesto. Para hacer un saice goumet, habrá que haber sabido primero, hacer uno tarijeño, tradicional. Un poema de la juventud no debería ser negado ni abandonado por feo y elemental, Toda escritura está hecha de la escritura de atrás, que sostiene, cimienta. Eso se explica cuando se entiende que la lectura, como la escritura, son una experiencia de la experiencia.
5. ¿Qué lugar ocupa el humor en tu escritura? ¿Es defensa, provocación, ternura o rabia?
El lugar del copiloto. El lugar de la pareja buena, no la conveniente. El lugar de la silla para cambiar el foco. El del arquero que no tiene que estar volando todo el tiempo. El elegido para erigir las catedrales. El humor, digamos el buen humor, es más bien político, si no es zalamero y dogmático. Se puede también escribir de mal humor y tener en la escritura buen humor, o al revés. Es un recurso inagotable, una fuente de rescate de situaciones penosas o trágicas, una buena frazada contra el frío. Una sonrisa, lograr una sonrisa en quien lee, es desde ya, una victoria, aunque no se trate de un juego ni de una batalla.
6. ¿Qué te enseñó el periodismo cultural sobre el poder, la cultura y la impostura?
Ha estado siempre, digamos sesgado, por la idea de que la cultura son algunas expresiones de las artes y del entretenimiento y no la acepción amplia que la define como que es todo lo que el ser humano produce, digo eso, para evitar hacer una lista de productos culturales, que podría llegar hasta el borde del salar o de un ataque de nervios. Entonces, así segada, se tuvo durante años, desde el siglo XIX, páginas y suplementos para difundir el trabajo de artistas en varias ramas, y a publicar críticas de tales artistas. Quizás debió llamarse periodismo de las artes y el entretenimiento, no de cultura. Uno de los aspectos, recurrentes con el tiempo, ha sido, claro, con excepciones, siempre, la tendencia a generar una suerte de ruedas del hámster en busca del exitismo, genuino o sobrevalorado. Así, algunas personas del ámbito artístico, se fueron repitiendo, creciendo y consolidándose como figuras importantes, imprescindibles, intocables, admiradas. Sea cual fuere su perfil personal, que no se discute. Y últimamente, apareció en la escena de las ideas, la corrección política, que alfombró el camino a una suerte de censura, descalificación y silenciamiento o cancelación, de trabajos y personas que no piensan dentro de los neo dogmas, que también son parte de la denominada cultura oficial. Ahora se está mutando la información, la crítica y las simples opiniones sobre la obra de artistas en todos los rubros, a las redes sociales, a blogs, a podcasts. Algunos en formato aún periodístico, otros en formato de autodifusión.
7. ¿Qué libros tuyos sientes que fueron más incomprendidos? ¿Y cuáles te sorprendieron por la recepción que tuvieron?
Tendría que partir de conocer algunos datos estadísticos. Saber por ejemplo, cuál se vendió un poco más que el resto. No tengo esos datos. Supongo, a juzgar por la simple observación y algunas conversaciones, que cada vez se lee menos y dentro de ese menos, menos producción nacional. También pasa, como en otras expresiones, que los autores escriben obras para sus colegas, para que digan algo. Los músicos, obras para músicos, dramaturgos, para otros teatristas. Algunos, claro, porque los hay quienes no producen para un público específico, no piensan el alguno. En el caso de las cosas sobre las que escribo, de todo y nada, quizás de pensamiento, de la vida y sus absurdos, de lo cotidiano, del aburrimiento, de la condición humana, de las frustraciones, las deslealtades, en fin, de todo lo que envuelve a los seres, humanos o no. No sé si en general, sean escrituras comprendidas. A veces no se trata de comprender sino más bien de provocar emociones, distintas, de cuestionar, de activar la disrupción, de disentir. Hay lectores a quienes les puede resultar de cierto interés o curiosidad y otros a quienes les causará rechazo. No se trata del tipo de literatura de la que se puede encontrar reacciones como de “qué bello tu cuento”, “qué buena novela marginal”, “poesía para el minibús” y cosas así. Por el momento, hasta que toque mostrar narrativa, quizás, los libros que tengo publicados, están más acá de la comprensión y de la incomprensión.
8. ¿Qué te reveló tu experiencia como editor y gestor cultural? ¿Qué voces nuevas te entusiasman?
No soy editor, lo considero un trabajo complejo y delicado, con editar el trabajo propio ya es suficiente. En relación a la gestión, no cultural sino básicamente musical, he trabajado en los 3 ámbitos musicales, el tradicional, las mesomúsicas y la música contemporánea. Proponiendo festivales, series de conciertos, grabaciones de colecciones de músicas poco difundidas y de producción musical en trabajos de autoría ajena. Desde recién el 2018, en un trenzado con el teatro y la creación sonora. Es importante generar espacios en los que nos comuniquemos cosas que no sean modelos repetidos, espacios propositivos en los que la creatividad sea un motor, un vaso comunicante. Ahí están las voces que esperan ser escuchadas.
9. ¿Qué significa escribir desde Bolivia hoy? ¿Hay más libertad o más vigilancia?
Si hay algo que parece un aglutinante en la literatura boliviana, al menos en el occidente, es la inmanencia del concepto de identidad, del territorio, de la pertenencia. No hoy, sino desde siempre, las finitas pero múltiples voces, han buscado desde lugares distintos, la forma de plantear la identidad como un problema, un debate, una cuestión. Escribir desde Bolivia plantea eso, una presión silenciosa que incita a envolver las historias, los escenarios, los personajes, dentro de la cuestión. Sea como costumbrismo o desde la marginalidad. Se dice que mientras más particular, local, una obra, más posibilidades de ser universal tendrá. Las últimas décadas han planteado lo identitario como una consigna andinocentrista, como parte integrante de una doctrina. Quien transitaba fuera, no es que haya sido silenciado, sino más bien, descalificado o bien, cancelado. Por supuesto, a no ser que se trate de literatura fantástica, el entorno social, urbano, rural, el habla, todo lo que implica la producción cultural va a estar presente en las diversas escrituras, con más o menos acento, pero van a estar ahí. El acto de escribir es solitario, individual, de auto exigencia. La libertad está en esas características, en la cabeza, en la decisión de pertenecer o no a determinadas tendencias o dogmas, o discursos.
10. ¿Qué te incomoda de la literatura boliviana actual? ¿Hay riesgo, repetición, búsqueda o marketing?
Lo que preocupa, no incomoda, es que parece multiplicarse la producción literaria hasta exceder por mucho a los potenciales lectores. Hay, sobretodo, mucho cuento y poesía, menos novela. Muy poca producción de pensamiento, pensamiento crítico. En algunos casos se nota la aplicación casi como un recetario, de técnicas y ejercicios de escritura creativa. Cosas como “ponga a un personaje de un cuento de hadas, en su barrio”, o “a un personaje de la mitología griega, en un conflicto social de su ciudad”. Pasa que cuando un ejercicio se vuelve la obra, se lee como un ejercicio. Deja de haber riesgo, hay repeticiones, en busca del éxito inmediato. Como la búsqueda del «me gusta” en las redes. Es que la inmediatez y la necesidad de aprobación de la otredad, son una cárcel invisible de la que es difícil salir. Va más allá de la escritura, es un estado de la sociedad. Seguramente va a haber mucha más producción de auto publicaciones, de narrativa, sobretodo, pensando además en escrituras que usen inteligencia artificial, sea como una herramienta, o como fábrica de escribir.
11. ¿Qué autores bolivianos recomendarías sin dudar? ¿Y cuáles te han decepcionado, aunque los respetes?
Sin ningún orden de ninguna clase, ni jerarquía ni ranking valorativo, Adela Zamudio, Ricardo Jaimes Freyre, Oscar Cerruto, Augusto Céspedes, Arturo Borda, Adolfo Cárdenas, Eduardo Mitre, Jaime Sáenz, Hilda Mundy, Juan Carlos Orihuela, José Suárez, Jesús Urzagasti, Carlos Medinaceli, Yolanda Bedregal, Guillermo Bedregal, Marcelo Urioste, Blanca Wietuchter, Marcia Mogro, Alcides Arguedas. Sería un poco soberbio decir que alguien me haya decepcionado, como si fuera una persona importante, que influye o que finalmente, importe lo que piense del trabajo de esas escrituras. Lo que causa una suerte de desasosiego, es que se mueran, o dejen de escribir. Eso es grave, triste.
12. ¿Qué lugar tiene la música en tu escritura? ¿Es ritmo, es memoria, es lenguaje? ¿Cómo dialogan la música y la literatura en tu obra? ¿Se cruzan, se contradicen, se potencian?
Está cambiando siempre de lugar, como si de pronto sintiera incomodidad y se acomoda, es que a veces es la organización del tiempo, a veces una especie de laboratorio de texturas, otras, una estructura dinámica tras otra, que hace las veces de ruleta rusa de la palabra. La música es lenguaje, pero asignificante. La palabra, de hecho, es un signo que sí es significante. Entre ambos, hay una complicidad recíproca.
13. ¿Qué te reveló el trabajo de musicalización para cine sobre el ritmo narrativo y la emoción?
Trabajar música original para una película es siempre un mundo distinto. Pese a que hay una serie de técnicas compositivas, que son finalmente maneras de resolver problemas, esos problemas tendrán que ser resueltos con dos componentes, la historia, el guion, y un primer acto creativo, noético. Más adelante, tendrá lugar la música misma que pasará a probarse con la imagen en movimiento y con el resto del mundo sonoro con el que se va a encontrar. Esa forma de trabajar es, a veces, también una manera de la construcción de un texto, que es una textura, un tejido, que tiene su momento primigenio también en la noesis.
14. ¿Qué ciudad aparece en tus textos cuando cae la noche? ¿Qué te dejó Jaime Saenz como lector paceño?
Hace años, di una charla sobre la poesía de Jaime Sáenz, a más de 150 estudiantes de la universidad de Sonora en México. Nadie había leído a Jaime Sáenz, no sabían quién era. Su poesía, alimentada de su ciudad y sus seres, tenía que ser mostrada, desvelada. Una tarea difícil para habitantes del desierto en el que el Coyote persigue al correcaminos y las mujeres están en constante peligro de muchos crímenes. En esa ocasión tuve que construir un escenario imaginario, una ciudad desconocida con sus recovecos y sus sardinas al sol, un lustrabotas que lustra zapatos, con su capucha de lana dejando ver apenas los ojos, el aparapita que desaparece detrás de un ropero sin espejo. Una ciudad y sus habitantes salidos de la imaginación más afilada o de un estado alterado de consciencia. Esa ciudad, el humor, el misterio, el amor intenso, el dolor, la noche, el sonido del corno, todo eso y más, es lo que dejó Sáenz, su poesía, en la amígdala de mi cerebro, en la tecla, en la puntabola negra.
15. ¿Qué pregunta nunca te han hecho y te gustaría que te hicieran ahora, aunque incomode?
¿Responderías si te hago una pregunta incómoda?
16. ¿Qué le dirías al Óscar joven que escribía sus primeras columnas sin saber si alguien lo leería? ¿Y qué le dirías al Óscar de mañana?
No dejes de escribir en lo posible, ni un solo día, aunque sea la lista del mercado, la de la ferretería, las cosas que hacer en la semana, la numeración detallada de las hojas de un sauce, los colores de las petas verdes que pasen por la puerta de Kiev. Al de mañana le diría, ya está, ahora viene lo mejor, en el país en el que habita el silencio.