Con la cuarta ola del Covid-19 en curso, considerando los numerosos contagios que se siguen dando por esta enfermedad en el país, sumando hasta hoy casi 20.000 muertos y más de 500.000 enfermos en total, lo que menos quiere la gente es hablar de contagios, porque ello implica dolor.
En verdad, este inesperado flagelo que ha venido sobre la Humanidad, dejando más de 3 millones de muertos en el mundo y enlutado a cerca de 20.000 familias en Bolivia desde el 2020, nos ha golpeado muy duro por la partida de familiares, amigos y conocidos. ¿Qué hemos hecho para no contagiarnos? ¿Nos hemos vacunado? ¿Guardamos la distancia social recomendada? ¿Respetamos las normas de bioseguridad establecidas? En nosotros está la responsabilidad de contagiarnos o no, de tan terrible mal…
En todo caso, al inicio de este nuevo año, quisiera hablar de otro tipo de contagio, porque contagiarse no debiera implicar necesariamente algo negativo y dolor. Hablo de un contagio en sentido figurado, que nos beneficie a todos y que haga renacer en nosotros la esperanza, venida a menos últimamente. Cuando digo “ojalá nos contagiemos todos en el 2022”, me refiero a que, en esta nueva gestión, los bolivianos tengamos la capacidad de contagiarnos de muchas cosas buenas, que nos están faltando. Veamos…
En primer lugar, lo más importante: que los bolivianos nos contagiemos de “amor”, del bueno, no del egoísta, un amor sublime que busque el dar, antes que recibir; un amor altruista que, quien lo da, incluso lo hace a costa del sacrificio, por amor al prójimo.
En segundo lugar, quisiera que todos nos contagiemos de “gozo”, no una alegría fugaz que se da cuando nos pasa algo bueno a nosotros o a alguien a quien queremos, más bien, hablo de ese buen ánimo que no depende de las circunstancias, que no decae en la adversidad y tampoco pierde la cordura cuando pasa algo extraordinariamente bueno.
Quisiera, asimismo, que los ciudadanos nos contagiemos de esa “paz” que tanta falta hace, ya que Bolivia vive convulsionada permanentemente por causa de unos pocos malvados; que se acabe el resolver las diferencias por la fuerza para que prime en nosotros la paz.
Sobre todo, que nos contagiemos de “paciencia”, algo que está en nosotros cultivarla y demostrarla también, aunque ¡cuántas veces reaccionamos mal ante una falla o afrenta!
¿Qué si nos contagiáramos de “benignidad” también? Habría que renovar nuestra mente, dejar preconceptos, el juzgar, para presumir mas bien la buena fe antes que la condena.
Pero si adicionalmente nos contagiamos de “bondad”, sería maravilloso, porque ello nos llevaría a hacer el bien -pero en serio, sin cálculos mezquinos- no como muchas veces ofrece el político, pero no cumple; hacer el bien, pero no para salir en la foto.
Si a eso añadimos el contagiarnos de “fe”, muchas barreras caerían pues a la esperanza de mejores días le estaríamos imprimiendo acción siendo proactivos en vez de reactivos, con lo que podríamos mover montañas. ¡Si tan solo tuviéramos la fe del tamaño de una semilla mostaza, la más pequeña de todas, pero que da lugar a un árbol bello y frondoso!
Mi deseo no estaría completo si no nos contagiamos de “mansedumbre”, de esa humildad que lleva al perdón, a no ser altaneros, sino, enseñables y no presumidos.
Para hacer todo lo anterior, debiéramos también tener una dosis de contagio de “templanza”, de dominio propio, para dejar atrás lo iracundos que solemos ser, y convertirnos en niños (que todo lo creen, todo lo aman y todo lo perdonan).
Muchos dirán a estas alturas, que -una vez más- estoy siendo un simple soñador, un idealista, que estoy fuera de la realidad, etc. ¡Acepto la crítica! Pretender lograr lo antedicho, humanamente no es fácil de hacerlo, es verdad, pero es verdad también, que es posible de hacerlo con la ayuda divina.
Todo lo que Ud. acaba de leer se conoce como “fruto del Espíritu Santo”, la obra de Dios en quien entrega su corazón al Señor. ¿Entiende ahora, por qué estamos, como estamos? ¡Dios lo guarde, bendiga y prospere en el 2022.
Gary Antonio Rodríguez Álvarez es pastor evangélico y economista