“La humanidad no puede soportar mucha realidad” -T. S. Eliot-
Nuestro canon literario es una interpretación banal, tremendamente instrumentalizada por el poder. La memoria parece ser tan frágil como violenta es nuestra historia. Roberto Leitón y su Aguafuertes, como también María Virginia Estenssoro con El occiso y así de la misma manera la trilogía, El Señor Don Rómulo, El exilio voluntario y Muerta ciudad viva de Claudio Ferrufino-Coqueugniot, siguen esperando, como esperando está la poesía, que es tal vez nuestra mayor expresión literaria, y sufre una feroz amnesia colectiva. Kanna, la medida correcta, se la confunde con aspectos muy lejanos de la ética y de la estética, o de la moralidad, tan querida por Eurípides. Aun no damos al Cesar lo que es del Cesar, como tampoco a Dios lo que es de Dios.
El hombre vive en el pasado y su ser – y aun su genialidad – es el pecado. Tiene la ilusión de poder vivir en el estadio “estético” porque aspira a la felicidad.
El pueblo que alguien bautizó Massacos vive en la martirizada Amazonia. Están severamente amenazados por madereros, mineros, narcos y para estudios que indicarán solamente nuestra estúpida actitud invasora. Ellos andan nómadas como los Sirionós y otros pocos pueblos aun sobrevivientes a nuestra feroz huella ecológica. Alfred Métraux nos dejó porque “des tribus entieres, des civilisations vénérables, s’obliterent et disparaissent de la Surface de la tierre”. El Neolítico está así tan lejos de sus sueños de la mejor época, y nosotros tan solos en nuestras fragilidades antropocéntricas.
Un puente entre Sicilia y Calabria, este loco y brutal proyecto y unos otros cuantos maquillajes serán cuanto ofrece el nuevo fascismo en Italia. País tan lejos de mi realidad y de mis sueños y de los sueños de nuestra generación. No se podrá fumar y beber para olvidar, algún omnipresente Big Brother nos controlará. Un día el Renacimiento surgió ahí, como surgieron el Risorgimento y la Resistencia.
Yakarta un día desaparecerá, Nusantara ya está sucediéndole como ciudad y como capital. El futuro ya está aquí. Expertos sostienen que un tsunami y otros factores, algunos de carácter natural y otros más severos y más forzados por el ser humano, ya han hecho que los dias sean más cortos, y que una nueva medida del tiempo no sería tan afuera de las leyes de la física. Algoritmos, bitcoin e inteligencia artificial están dirigiéndose – y dirigiéndonos – hacia algo desconocido, tal vez un juego en el cual de aquí a centenares de años “seremos recordados como los conquistadores de una tierra donde nosotros hoy apenas seríamos capaces de encontrar el camino de casa”.
Lo extraño y lo maravilloso está en las historias que oíamos cuando éramos niño, en las leyendas que aun logramos recoger entre la gente más ligada a la tierra. Lo extraño y lo maravilloso sigue existiendo en la creación del mundo, en la creación de los seres humanos, en la cultura que estos seres siguen cotidianamente creando. Un día voy pensando en cuanto leí en Cristo se detuvo en Eboli, otro día en cuanto un sofista como Trasimaco nos indicó: “El justo es solo la utilidad del más fuerte”. Hoy lo vi en un cartoon, Flow.
Palabras y silencios sigue iluminando y confundiendo el presente, la casa del ser heideggeriana y el abismo de nuestra ignorancia. Primo Levi y Marcel Proust, no solamente uno de ellos, sino la pesadilla que engendró el siglo pasado y que no deseamos nunca más repetir. Sigue el arte y la naturaleza en hacernos amar a la belleza, un verso esculpido en la Sena por Paul Celan, una pincelada de Van Gogh en la profundidad del silencio sideral. Dias y noches que asemejan a los juegos de niños ingenuos, hasta llegar a la inteligencia que ha generado la máquina, por ir a encerrarse en unos de los más bellos íncipits de la literatura: “Era el mejor de los tiempos y el peor; la edad de la sabiduría y la de la tontería…”.
No hay dioses sobre la tierra, solo mitos y leyendas creadas por el hombre, desnudos siguen andando los Massacos, libres y perseguidos por cuantos seguimos anhelando, entre mucha miseria y muy poca humanidad.
Maurizio Bagatin, 31 de diciembre 2024
Imagen: Mimmo, Real de Catorce, 1994