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¿Cómo seguirá la Guerra después de la contraofensiva ucraniana? Algunos escenarios:

En las últimas semanas, la Guerra entre Rusia y Ucrania se ha concentrado en, sobre todo, Bakhmut y la fecha de la llegada de la contraofensiva ucraniana a los territorios tomados por las fuerzas (pro) rusas. A pesar de ser una pequeña ciudad de 70 mil habitantes, Bakhmut es el lugar donde el grupo Wagner (un grupo de mercenarios autoidentificados como neonazis y pro Putin) dice haber tenido más éxito, controlan más del 80% del territorio que, además, es parte del Donetsk. En los últimos días, los mercenarios del grupo Wagner (que, de tener a 50 mil enrolados, hoy tienen a 10 mil) se han retirado del lugar y en Bakhmut hay cada vez más fuerzas regulares rusas.

Las fuerzas rusas habrían tardado 10 meses en conquistar Bakhmut. La importancia de la ciudad, a pesar de su poca importancia estratégica, radica en que ayudaría a las fuerzas rusas a salir de la ocupación en el este ucraniano y acercarse un poco más a Kiev. Sin embargo, su toma se da en el momento menos favorable para Putin: Estados Unidos y la OTAN se han abierto a que otros países puedan contribuir con aviación al gobierno de Zelenski (sobre todo Países Bajos y Reino Unido, aunque también hay donaciones de Polonia y Eslovaquia), y desde el 27 de abril, Ucrania está recibiendo a 1550 vehículos, 230 tanques, 30 mil unidades de combate y, más importante, es que toda esta ayuda implica entrenamiento militar y tecnología en aviación, misiles teledirigidos y drones de última tecnología.

Pero además del hecho que la OTAN parece haber unificado criterios y que tanto el ingreso de Ucrania como de Moldavia parecen cuestión de tiempo (Henry Kissinger dijo hace poco, de hecho, que tener a Ucrania dentro de la OTAN conviene más a Putin que a Zelenski, porque la OTAN podría contener cualquier agresión de Ucrania en la frontera entre ambos países), es necesario tomar en cuenta dos aspectos: primero, que independientemente del resultado de la Guerra, Putin buscaría una narrativa para justificar los actos de Rusia y, segundo, que la Guerra entre Rusia y Ucrania puede trasladarse a otras regiones, o bien, la única solución al fin de la Guerra, sea con Ucrania o en conflictos en África, es que Putin no sea más Presidente de Rusia, lo que es difícil, a pesar de la impopularidad de la Guerra entre los habitantes rusos pero la evidente popularidad ascendente del presidente ruso, que en abril de este año ronda el 80%.

De proteger a Kiev, Donetsk y Luhansk como a principios de la guerra, hoy el conflicto se centraría en expulsar a las fuerzas rusas de territorio ucraniano. Tiene que ver con que, antes de febrero de 2022, el ejército ruso superaba por mucho al ucraniano en gasto militar y unidades (en una proporción de casi 3 a 1 tanques, personal, artillería, 4 a 1 vehículos de guerra, 20 a 1 en misiles, y el gasto militar ruso que asciende a 65 mil millones de dólares en comparación a 5 mil millones de dólares ucraniano en 2021) y que la toma de Kiev podría haberse dado en poco tiempo. Hoy, por la ayuda de OTAN y aliados, el gasto militar en Ucrania se habría incrementado en 640% que es, en otras palabras, que se arma demasiado a Ucrania porque, se supone, el Mar Negro es una potencial zona de conflictos. Por todo esto, no debería resultar extraño que el objetivo principal resulte en la recuperación de Crimea, que significaría que los tanques ucranianos y de aliados dominen el área que comprende Jersón hasta el Mar de Azov, cortando los puentes entre Rusia y Crimea, y aislando a la península de más ataques de fuerzas rusas por tierra. De ser esta la única estrategia, daría tiempo a las fuerzas pro rusas a replegarse sobre los territorios de Donetsk y Luhansk. Esto lleva a los otros dos probables escenarios: retomar Mariupol para adueñarse del Donetsk, y tomar el área que comprende Kharkiv a Luhansk, que sería igual a ocupar territorio en las fronteras con Rusia. En otras palabras, digamos que el objetivo principal requiere de fuerzas combinadas en, al menos tres frentes, por lo que el desenlace de la guerra entre Rusia y Ucrania tomaría al menos, 1 año.

Ahora bien, estos son los escenarios probables de la contraofensiva ucraniana que, según especialistas, comenzaría en los primeros días de junio, aunque dependiendo enormemente de las condiciones climatológicas. Pero también es necesario hacer un repaso de aspectos más políticos: la lucha de Putin, además de la guerra, está en su supervivencia al mando de Rusia. El reforzamiento de la OTAN y su excesiva ayuda a Ucrania solo potencian una narrativa “anti occidente” que tiene éxito en países fuera de Europa, como Latinoamérica, Oriente Medio, y, sobre todo, África.  Por ejemplo, existen 15 países africanos que se abstienen de condenar la invasión de Rusia a Ucrania en la ONU, pero también hay cada vez más evidencias de que el grupo Wagner tiene presencia en varios de ellos. Es el caso de Sudán, donde Prigozhin el jefe del grupo Wagner ha instalado una planta de procesamiento de oro (y hay evidencias de la exportación a Rusia de 37 toneladas de oro) y apoya al grupo paramilitar FAR que está en lucha con el actual presidente de ese país, el caso de Libia y la presencia de 1200 mercenarios del grupo Wagner apoyando la dictadura del General Hifter y el Ejército Nacional de Libia, el apoyo a la Junta Militar en Mali y Eritrea y, más sonado, el apoyo logístico y de armas del gobierno sudafricano a Rusia que ha sido denunciado en la última semana (de hecho, las contradicciones sobre la “neutralidad sudafricana” frente a la guerra entre Rusia y Ucrania, y cómo la neutralidad también favoreció al Apartheid en Sudáfrica es explicado en una interesante columna para Foreign Policy, por el intelectual Eusebius Mckaiser, fallecido hace poco días). Al menos aquí vemos que, además del interés de Putin por recursos naturales en África como oro, manganeso, silicio y uranio, y el apoyo diplomático, África es otra región donde Rusia y occidente tienen intereses encontrados. Pero también cabe mencionar los acercamientos en Oriente Medio con los intentos de unir al líder sirio Al Assad a los Estados del Golfo, la visita del presidente de Irán, Ebrahim Raisi a varios países de la región, el encuentro reciente entre representantes de Arabia Saudi, Siria, Iraq y Egipto, y la fabricación de drones iraníes en apoyo a Putin.

En suma, la guerra de Rusia y Ucrania puede ser el comienzo de una seguidilla de conflictos con réplicas en Africa y Oriente Medio, sobre todo en lo que concierne al conflicto entre Israel y los países árabes. Quedan claras algunas conclusiones: primero, la conclusión de la guerra entre Rusia y Ucrania no depende tanto de qué tanto arme la OTAN a Ucrania sino de la continuidad de Putin como Presidente de Rusia; segundo, que “neutralidad” no quiere decir abstención, sino una posición estratégica que países en el Sur Global toman en función a intereses muy delimitados, como el caso africano; tercero, que la retórica antioccidente encuentra ecos en el incremento en gasto militar de la OTAN en Ucrania, lo que potencia conflictos en regiones fuera de Europa, como el caso de Oriente Medio; y cuarto, si el mundo está cambiando de orden, la neutralidad boliviana necesita adoptar más pragmatismo y dinamicidad, en vez de anclarse al Acuerdo de 1979, sobre su neutralidad frente al contexto de la Guerra Fría.

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