Maurizio Bagatin
¿La poesía nace de la conciencia o nace del sueño? ¿Y si nace del sueño, como parece, porque pertenece a la conciencia? Estos interrogativos dividían su mente y la aniquilaban.
Paul Valéry, el ángel, el magnífico y el ridículo, el anti filósofo, el enfermo de estetismo, vivió su vida con esta inquebrantable inquietud, y su poesía fue buscando la pureza en la oscuridad más álgida, comprimida en una telaraña de una inteligencia devastadora…
Inició ya madura su escritura, quería decir su pensamiento, con Monsieur Teste – como un Buda alcanzando el Nirvana, se vació para lograr el cogito – para acabar en el amour fou de Corona & Coronilla – mientras sufría Racine, sufría Mallarmé, sufría Rimbaud – entonces nietzscheanamente, retorna al Monsieur Teste inicial, “puro pensamiento”, anulación del ego, del yo y se “abandona” al amor, como Dante y Petrarca, en puros versos de amor.
Las musas que trabajan todo el día y, reuniéndose la noche, danzan en el absoluto silencio del gesto artístico, y Anfión, melodrama musicando la poesía, tal vez mientras el sonido de la lira pone en movimiento las piedras hasta construir con ellas la muralla que encierra la ciudad de Tebas. Así su poesía, destilada palabra del sueño y esculpida de la conciencia. Corazón y mente, un Hermes nunca satisfecho del Olimpo o un Sísifo feliz.
¡Querido veneno mío, /todo, todo en ti, la carne, /la profunda cabellera, /la Venus de tu garbeo/y la Psique de tu espíritu, /y el corazón que me entiende, /que parece responderme, /todo en ti, todo me quema, /me enloquece por unirme/a ese caudal de emoción!
Versos de amor, versos escritos al final de su vida por el amor fou por una musa de otros tiempos, Jeanne Loviton, más conocida por su seudónimo literario Jean Voilier.
«¡Ah! ¡El horrible, demasiado tarde!», «Y amarte…». «Yo creía que estabas entre la muerte y yo. / No sabía que estaba entre la vida y tú».
El ángel, el magnífico y el ridículo, el anti filósofo, el poeta que no siempre iba de acuerdo con su opinión, creía que los mitos son el alma de todas nuestras acciones y de todos nuestros amores. Porque podemos amar solo lo que nosotros mismos creamos.