Arturo Prado Lima
Elena Flórez Meza, que es una mujer ligada a la cultura desde que yo la conozco, ha sido una de las grandes entusiastas de la obra del colombiano Fernando Botero, que acaba de fallecer en su residencia de Mónaco. Da la casualidad que se ha incorporado últimamente a una empresa que promueve la obra de Botero y otros y otras artistas a través de la promoción de sus series más representativas como la Vía Crucis o las Mujeres de Botero, obras que contienen el más refinado estilo del volumen, que yo siempre he pensado que es la utopía de la eternidad, es decir, el volumen humano, de los animales y las cosas como antídoto contra la flaqueza de naturaleza y la misma atemporalidad de la vida. ¿Por qué resignarnos a ver la realidad como es, si la podemos engrandecer, la podemos moldear de acuerdo a nuestros sueños?, Quizás para Fernando Botero este era el único recurso para representar su sólida confianza en la vida y de cómo trascenderla.
Elena me contó que con su nueva empresa donde trabaja, se proponía seguir la tarea ya por esta emprendida y la denomina democratización del arte. Es decir, si la mayor parte de la obra pictórica y escultural está en Medellín, la ciudad natal del pintor, lo importante es que aquellos que lo admiran puedan tener en su hogar colecciones de su obra mediante inmejorables reproducciones y firmadas por el mismo artista. La gente de Colombia y el mundo no tienen que trasladarse a Medellín para ver su obra, simplemente seguir la guía de Elena, y hacerse con uno de estos grandes facsímiles que imitan no solo el material, la textura, el color, sino que además dejan ver los sueños que siempre ha anhelado la humanidad: la eternidad. Su estilo único y su enfoque en la representación de figuras voluminosas han dejado una huella indeleble en el mundo del arte.
A los cánones tradicionales de interpretación de belleza y proporción, les aumenta la abundancia y la solidez, el peso y las expresiones, de tal manera que sus obras son un testimonio de su visión del mundo y de su deseo de capturar la esencia de la realidad de una manera única.
No hay ciudad cosmopolita en el mundo que no tenga una escultura de Botero o un museo que no exhiba una obra pictórica. Sus trabajos han sido expuestos en los museos más prestigiosos de todo el mundo y han sido objeto de admiración y estudio por parte de críticos y amantes del arte. Su estilo distintivo ha influido en generaciones de artistas y ha dejado una marca indeleble en la historia del arte contemporáneo.
La paz de Colombia y del mundo era uno de sus sueños más grandes. Como Picasso, concibió a la paloma como símbolo de la paz. Hizo una inmensa ave y la colocó en uno de los parques de Medellín. Los enemigos de paz la dinamitaron y mataron a 26 personas en el acto. Fue uno de los días más amargos para el pintor colombiano. No permitió que la reconstruyeran, sino que quedará de esa manera como símbolo de la barbarie. Pero no dejó de poner otra paloma más robusta al lado del despojo de la paz de aquella obra de arte.
Nos ha tomado de sorpresa, como siempre, la muerte del maestro. Espero hacer una mejor semblanza después de que el duelo nos dé la claridad mental y sepamos por fin dónde está el lugar donde la obra de arte se funde con la leyenda y la inmortalidad, cuyo artífice es, para bien o para mal, la misma muerte. Paz en su Tumba.