1.
Ahí
en el aire profundo del vacío
tu cuerpo en el fondo de la tierra
ese vértigo es un rito antiguo
salta el paso hacia ti
como a tu tumba
una costilla
encuentra su par bajo los escombros
por encima del olor indefinible
los líquidos de un cuerpo
se reúnen, se reconocen
empiezan a tocarse…
(De Tres nombres para un lugar)
2.
Desde las fosas comunes
las desaparecidas, las borradas
las amadas del desamor
las que enterraste dentro de ti
las de tu propio cementerio
empiezan una canción
tal vez un brazo alcance su mano
la reconozca suya
tal vez estén fundando un idioma
tal vez ordenen su cuerpo, su alma
tal vez
dicen…
(De Tres nombres para un lugar)
Tu gemelo está en un dios que no viste
en un amor que dejaste olvidado
en las opciones
en otra forma de vivir
en todo lo que callas
tu gemelo canta desde tu niñez
te cuida como al más solo de sus hijos
te va siguiendo los pasos
y recoge a diario lo que queda de tu sombra
sabe tus transformaciones
no se parece a ti aun con tu misma cara
tu gemelo es el que quieres
el que pudiste
el que dejaste de ser
tu gemelo duerme a tu costado sin decir palabra
su nombre es el nombre que pondrás a tu hijo
sin saber que lo convocas
que también le sigues los pasos
entregándote sin peros
a las almas de doble filo
(De Fronteras de doble filo)
Siete maneras de decir el dolor
Posibilidad 1
Hoy quisiera, Mónica, enfermarte larga, mortalmente,
sacarte lejos del mundo, convaleciente:
distanciar del cuerpo su llanto, su sudor solitario
de manera que todo quede, ahora sí, bien vacío
y ser un desierto rencoroso resuelto a envenenarse de sed.
Quiero hoy quebrarte un hueso imprescindible
esparcir las astillas de la estructura fundamental
que implores ayuda y extiendas anchas las manos
y no tengas pasos ni pies para darlos.
Quiero una úlcera que cuente de tu furia
músculos torpes pidiendo a gritos
abrazos que no han de venir
epilepsias que transparenten tu confusión
tu dificultad para contenerte
insomnio eterno para salvarte de los sueños
que anuncian cuando alguien va a morir.
Ningún consuelo, eso quiero darte,
para hacer visible tu necesidad de otro
para que te vean dolerte, partirte en pedazos y se sepa
y te sepulten, te lloren, te perdonen
aunque a nadie salve tu muerte,
el viento aleje tu nombre, todo sea casi igual.
Hay demasiado peso en tu sombra
y yo quiero curarte, lenta, con mi saliva…
Quiero restablecerte la balanza aún sin par
murmurarte que no hace falta,
que no hace falta morir así.
(De El viento de los náufragos)
(De La poesía del siglo XX en Bolivia, Antología esencial, de Homero Carvalho, publicada por la prestigiosa Editorial Visor, de España, 2015, en su colección Estafeta del viento que reúne a antologías de todos los países de Iberoamérica y que ha permitido que Bolivia esté en la librerías y en las ferias internacionales del libro del mundo entero)
Mónica Velásquez Guzmán, (La Paz, Bolivia, 1972), es doctora en literatura hispanoamericana por el Colegio de México. Obtuvo una beca en el Internacional Writing Program en Iowa (1997). De los poetas de la generación de los setenta se destaca la figura de Mónica Velásquez, su trabajo poético es pulcro y su escritura busca la polifonía, para interpelarnos con los temas tan antiguos como la vida misma, pero de una manera más reflexiva, crítica y lúcida en este siglo de oscuridad.
Obra literaria
Ha publicado los poemarios Tres nombres para un lugar (1995); Fronteras de doble filo (1998); El viento de los náufragos (2005); Hija de Medea (2008 Premio Nacional de Poesía Yolanda Bedregal) y La sed donde bebes (2011). Es editora de la Antología de poesía boliviana del siglo XX: Ordenar la danza (LOM Chile, 2004).