El canto de las sirenas
Rodolfo Lobo Molas – Argentina
Ulises no amaba a Penélope e inventaba viajes para alejarse de ella, aunque de tanto en tanto volviera a Ítaca.
Aquella vez en que regresaba del castillo de Circe no necesitó taparse los oídos con cera, pues el canto de las sirenas jamás perturbaría su espíritu, ya que en ese entonces mantenía un apasionado romance con Penémacros, el más joven y apuesto marinero de su tripulación.
Cortejo olímpico
Chris Morales – México
Increíblemente el amigo más viril del grupo comenzó a salir con un hombre y de apariencia ruda: tatuado de pies a cabeza. En las noches de pasión, su lengua recorría con sumo placer a todas las diosas griegas pintadas en aquella epidermis. Pero eso nadie, ni siquiera, lo imaginaba.
Ratón de biblioteca
Carlos Gutiérrez Andrade – Bolivia
Literalmente se comía todos los libros. Indiscriminadamente, su afición gastronómica iba de la biblia a guías telefónicas.
Consignas
Luis Ignacio Muñoz – Colombia
Yo no la he escrito, esto lo podrán asegurar los que a esa hora estaban conmigo en la calle. Varios han venido a atestiguar a este recinto. Juro que no fui el que la escribió. Repito ante este auditorio que no he sido. En las caras de todos veo que no me creen. Pareciera que entre más grande es mi insistencia aumentará la incredulidad de los presentes y del juez. Pero no fui el que lo hizo. No sé por qué no buscan al que escribió en las paredes esas consignas alusivas al grupo que atentó contra el presidente.
Herida
Juan Martínez Reyes – Perú
Cuando me dijo adiós, sentí mi corazón atravesado por miles de aguijones y no pude detener el manantial de tristeza que corrían por mis ojos. Han pasado varios años, y todavía no comprendo porque mi madre me dejó junto a mi padre, marchándose a otro país. Dentro de mí persiste una herida que no cierra, aun cuando ella llegó de visita ayer.