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Microrrelatos – Colección de literatura breve CLXXII

Dulce compañía

Karla Barajas – México

—Por fin dejarás de sufrir malos tratos, golpes y hambre, mi niña —dijo el ángel de la guarda. Le dio un beso en la frente llena de moretones y cubrió su cuerpo con un manto de tierra.

Drácula ante el espejo

Carlos Gutiérrez Andrade – Bolivia

 Su inmortalidad consistía en no reflejarse ante el espejo. Así no se veía envejecer.

La región de la pena

Nélida Cañas – Argentina

                                                                            A Guido Goliardo Amicarelli

Se detuvo delante de la imagen desvaída y azul. Nunca se había visto así misma con tanta precisión. No, no se trataba de la similitud de sus rasgos. Había algo más lejano y profundo. Era como si alcanzara el núcleo íntimo de la región de la pena. Ella no la miraba. Sus ojos se perdían en algo impreciso como la niebla de los puertos. Vestía de azul y una blusa blanca se cerraba sobre su cuello con un delicado encaje. Se acercó más y la abrazó junto a su corazón. Le dijo algo al oído y se marchó con el mismo sigilo con el que había llegado.

Excesos pasionales

Sara Coca – España

Sabe que sueña y por eso responde que le quiere. Desea que desaparezca, pero su amante sigue ahí, con esa necesidad imperiosa de demostrar su amor en cualquier plano. Así que empieza a ignorarlo para que se marche. Deja de mirarle, se concentra en otros seres que pululan por esos mundos, pero él continúa a su lado. Por eso decide que pese a la galantería y lo idílico de la situación es hora de despertar, antes de que todo se convierta en una pesadilla.

Justo entonces abre los ojos y esa voz que tanto conoce le susurra que también la ama.

Epílogo de un universo de palabras

María Elena Lorenzin – Argentina

En una remota aldea, un erudito levantó un museo para las palabras más singulares. El lugar se volvió un santuario donde las letras cobraban vida, envolviendo a los visitantes en un mar de significados. Con el tiempo, el hombre se convirtió en leyenda, y su museo en una biblioteca de interpretaciones infinitas.

Sin embargo, en su deseo de crear un universo de palabras, olvidó la esencia de la vida real. Hoy lo vemos mendigando en las calles, anhelando ser alimentado no con comida, sino con nuevas historias.

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