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Lou Andreas – Salome

El amor imposible de Federico Nietzsche

Heberto Arduz Ruiz

Esta simpática y liberal mujer nació en San Petersburgo, imperio ruso, el 12 de febrero de 1861, en un hogar integrado por un general de origen judío alemán y una heredera de un ambicioso productor de azúcar, procreando una hija y cinco varones. Falleció a sus setenta y cinco años, tras una vida de estudio y de aventuras sentimentales, en Gotinga-Alemania en fecha 5 de febrero de 1937.

A su espíritu le atrajo todo lo que significara artes y cultura; corrió mundo atraída por ansias de querer saber cada día más, vinculándose a personalidades de su tiempo durante dos décadas del siglo diecinueve y casi cuatro del siglo veinte. A escasos días de su muerte los llamados ‘camisas pardas´, primer grupo militarizado nazi, saquearon su biblioteca, destruyendo documentación valiosa.

Estudió filosofía con el germano Federico Nietzsche, quien apenas conocerla en la catedral de San Pedro en Roma se enamoró y le dijo en el acto: “¿De qué estrellas caímos para conocernos aquí?”. Ella contaba con 21 años de edad y él 37. Lou desestimó la propuesta matrimonial, bajo la excusa de no poder hacerlo debido a que perdería una asignación económica de la que disfrutaba como hija de un extinto general ruso. Fue el tormento emocional y el sueño incumplido, no realizado a su pesar, que acompañó al escritor de por vida.

Un pensador sostuvo que el fracaso de los amoríos de Nietzsche con la joven rusa hizo que se decidiera a redactar la destacada obra Así hablaba Zaratustra, que en 1881 se propuso hacerlo en Sils-María, faltándole el impulso necesario que le dio posteriormente la ruptura (1). El libro se editó en 1885. Despertó, por una parte, una legión de seguidores que admiran la prosa poética emergente y, por otra, detractores que le atribuyen un trasfondo político tal vez jamás previsto por el autor. Lo cierto es que levantó un remolino de comentarios que no cesa aún hoy en día. Nietzsche, Nietzsche por siempre y para siempre.

A poco Lou encontró su camino sentimental, temporalmente, con Paul Ree, amigo cercano de Federico; habiendo asimismo mantenido amistad estrecha con Sigmund Freud, neurólogo austriaco que fundó el psicoanálisis y estudió su personalidad desde el punto de vista de sus teorías. Ella prosiguió estudios en esta materia como alumna suya, desempeñándose luego profesionalmente.

Uno de sus biógrafos, Stéphane Michaud, afirma que Lou despertó en su ánimo emociones encontradas y confiesa que admira en la biografiada el profundo sentido de libertad, la alegría de vivir, la capacidad de seducción personal y la amabilidad en el trato con la gente del entorno. Del mismo modo apunta que su mayor enemiga fue la inconstancia, así como, lo que es peor que todo lo negativo en su personalidad, la crueldad y frialdad sorprendente, conforme comentaría Freud en sus análisis experimentales.

Lou Andreas fue compañera y aliada de escritores y artistas. Ya en el plano amoroso, no obstante de llevarle con quince años de edad, llegó a ser pareja de Rainer María Rilke; vinculándolo a personas allegadas al mundo cultural en un viaje a Rusia, entre ellas nada menos que a Fedor Dostoievski, novelista que a pesar de varios avatares prestigió al país que le infligiera enorme dolor y angustia. Fueron convivientes por espacio cercano a un lustro y hasta su muerte, víctima de leucemia, en 1926, el poeta checo continúo siendo su confidente, consejero literario y amigo a la distancia. Ella no fue otra cosa que la verdadera musa, e carne y hueso, de ese singular creador. En algunas oportunidades Lou reconoció: “Doy las gracias a quien tiene el poder de hacerme amar”. Una abultada correspondencia intercambiada entre ambos queda como testimonio.

Estuvo casada durante 43 años con Friedrich Carl Andreas, profesor de idiomas orientales; habiendo vivido de manera intermitente a lo largo de ese tiempo y él le permitió realizar viajes por largas temporadas; escribiendo, entre otras muchas cosas, sobre el papel de la mujer en la sociedad. Debido a ello, una escritora llamada Anaís Nin manifiesta que Lou Andreas-Salomé fue “la primera mujer moderna”, es decir pionera en una gama de estudios y firme en cuanto a decisiones personales, sin admitir prejuicios sociales.

Muchas veces pensé en el temple de esta mujer que supo despertar tanto interés entre artistas y escritores, de diferentes edades, en su paso por la existencia. Quizás solo fue el creciente deseo de superación, enorme simpatía y aproximación intelectual. Debió ser algo fuera de serie. Existen documentos varios de rendidos admiradores. Voluptuosa como el viento, cálida al igual que el sol de mediodía, espíritu dedicado a la investigación y mente abierta al conocimiento. Poseedora de curiosidad infatigable por la lectura hizo crítica literaria, filosofía y psicoanálisis. Fue una adelantada para la sociedad de su época.

Juan Roig Gironella, Filosofía y vida, Editorial Barna S.A., Barcelona.         

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